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Media hora después, cuando vi a Sachs en la Octava Avenida, estaba aún<br />
pensando en esta conversación con Ann. La idea del libro se había instalado<br />
cómodamente dentro de mí y por una vez me sentía animado, más esperanzado de lo<br />
que había estado en mucho tiempo. Tal vez eso explique por qué me deprimí tanto<br />
luego. Encontré a un hombre que vivía en lo que parecía un estado de absoluta<br />
abyección y no estaba dispuesto a aceptar lo que había visto. Mi amigo, que había sido<br />
tan brillante, vagando durante horas, casi en trance, apenas distinguible de los hombres<br />
y mujeres destrozados que le mendigaban unas monedas. Aquella noche llegué a casa<br />
angustiado. La situación estaba fuera de control, me dije, y a menos que actuara deprisa,<br />
no había plegaria que lograra salvarle.<br />
Le invité a almorzar la semana siguiente, y no bien se sentó en su silla, me lancé<br />
a hablarle del libro. Esta idea había sido barajada en unas cuantas ocasiones anteriores,<br />
pero Sachs siempre se había resistido a comprometerse. Le parecía que los artículos<br />
publicados en revistas eran cosas del momento, escritas por razones específicas en<br />
momentos específicos, y un libro sería un lugar demasiado permanente para ellos. Me<br />
había dicho una vez que se les debía dejar morir de muerte natural. Que la gente los<br />
leyera y los olvidara; no había necesidad de erigirles una tumba. Como ya conocía esta<br />
defensa, no le presenté la idea en términos literarios. Hablé de ella estrictamente como<br />
proposición económica, un trato de dinero en efectivo. Le dije que había estado<br />
viviendo a costa de Fanny durante los últimos cuatro meses, y ya era hora de que<br />
empezase a contribuir. Si no estaba dispuesto a buscar un trabajo, lo menos que podía<br />
hacer era publicar ese libro. Olvídate de ti mismo por una vez, le dije. Hazlo por ella.<br />
Creo que nunca le había hablado con tanto énfasis. Estaba tan excitado, tan lleno<br />
de apasionado sentido común, que Sachs empezó a sonreír antes de que yo llegara a la<br />
mitad de mi arenga. Supongo que había algo cómico en mi comportamiento de aquella<br />
tarde, pero era porque yo no había esperado ganar tan fácilmente. Resultó que no hizo<br />
falta mucho para convencer a Sachs. Decidió hacer el libro en cuanto se enteró de mi<br />
conversación con Ann, y todo lo que dije después de eso fue innecesario. Trató de<br />
hacerme callar, pero como yo pensaba que eso significaba que no quería hablar del<br />
asunto, continué argumentando con él, lo cual era un poco como decirle a alguien que<br />
se coma un plato que ya tiene en el estómago. Estoy seguro de que me encontró risible,<br />
pero eso no cuenta ahora. Lo que importa es que Sachs aceptó hacer el libro, y en ese<br />
momento aquello me pareció una gran victoria, un paso gigantesco en la dirección<br />
adecuada. Yo no sabía nada respecto a Fanny, por supuesto, y por lo tanto no tenía ni<br />
idea de que el proyecto era simplemente una maniobra, un movimiento estratégico que<br />
le ayudaría a poner fin a su matrimonio. Eso no quiere decir que Sachs no pensase<br />
publicar el libro, pero sus motivos eran completamente diferentes de los que yo<br />
imaginaba. Yo veía el libro como un camino de regreso al mundo, mientras que él lo<br />
veía como una huida, como un último gesto de humildad antes de escabullirse en la<br />
oscuridad y desaparecer.<br />
Así fue como encontró el valor para hablarle a Fanny de una separación a<br />
prueba. Él se iría a Vermont para trabajar en el libro, ella se quedaría en la ciudad, y<br />
mientras tanto ambos tendrían oportunidad de reflexionar acerca de lo que deseaban<br />
hacer. El libro hizo posible que él se marchara con la bendición de Fanny, que ambos<br />
fingiesen ignorar el verdadero propósito de su partida. Durante los siguientes dos meses,<br />
Fanny organizó el viaje de Ben a Vermont como si aún fuese uno de sus deberes de<br />
esposa, desmantelando activamente su matrimonio como si creyese que se mantendrían<br />
casados para siempre. El hábito de cuidar de él era tan automático a aquellas alturas,<br />
estaba tan profundamente arraigado en ella, que probablemente no se paró a pensar qué<br />
estaba haciendo. Esa fue la paradoja del final. Yo había vivido algo muy parecido con<br />
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