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PAUL AUSTER - Tres Tribus Cine

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Sachs fue mi padrino de boda en junio. Hubo una cena después de la ceremonia<br />

y hacia la mitad de la comida se levantó para hacer un brindis. Fue muy breve y por eso<br />

recuerdo exactamente lo que dijo.<br />

-Tomo estas palabras de la boca de William Tecumseh Sherman -dijo-. Espero<br />

que al general no le importe, pero él llegó antes que yo y no se me ocurre una forma<br />

mejor de expresarlo. -Luego, volviéndose hacia mí, Sachs levantó su copa y dijo-:<br />

Grand me apoyó cuando estaba loco. Yo le apoyé cuando él estaba borracho, y ahora<br />

nos apoyamos mutuamente siempre.<br />

3<br />

Comenzó la era de Ronald Reagan. Sachs continuó haciendo lo que siempre<br />

había hecho, pero en el nuevo orden americano de la década de 1980 su posición se hizo<br />

cada vez más marginal. No era que no tuviese público, pero éste se reducía<br />

progresivamente y las revistas que publicaban su trabajo eran cada vez más<br />

minoritarias. Casi imperceptiblemente, Sachs llegó a ser considerado un caso atávico,<br />

alguien en discordia con el espíritu de la época. El mundo había cambiado a su<br />

alrededor y en el actual clima de egoísmo e intolerancia, de golpes de pecho, de<br />

americanismo imbécil, sus opiniones sonaban curiosamente duras y moralistas. Ya era<br />

bastante malo que la derecha estuviera en ascenso en todas partes, pero para él aún era<br />

más perturbador el colapso de cualquier oposición efectiva. El Partido Demócrata se<br />

había hundido; la izquierda prácticamente había desaparecido; la prensa estaba muda.<br />

De repente el bando contrario se había apropiado de todos los argumentos y levantar la<br />

voz contra él era considerado de mala educación. Sachs continuó fastidiando,<br />

defendiendo aquello en lo que siempre había creído, pero cada vez eran menos las<br />

personas que se tomaban la molestia de escucharle. Él fingía que no le importaba, pero<br />

yo veía que la batalla le estaba agotando, que aunque intentaba hallar consuelo en el<br />

hecho de que tenía razón, iba perdiendo gradualmente la fe en sí mismo.<br />

Si se hubiese hecho la película, tal vez las cosas habrían cambiado para él, pero<br />

la predicción de Fanny resultó certera, y después de seis u ocho meses de revisiones,<br />

renegociaciones y vacilaciones el productor acabó abandonando el proyecto. Es difícil<br />

calcular la medida exacta de la decepción de Sachs. Aparentemente se tomó el asunto<br />

jocosamente, gastando bromas, contando historias de Hollywood, y riéndose de las<br />

grandes sumas de dinero que había cobrado. Puede que esto fuera un farol o puede que<br />

no, pero estoy convencido de que una parte de él había dado gran importancia a la<br />

posibilidad de ver su libro convertido en película. Al revés que otros escritores, Sachs<br />

no tenía ningún recelo ante la cultura popular y no había tenido ningún sentimiento<br />

conflictivo respecto al proyecto. No era cuestión de hacer concesiones, era una<br />

oportunidad de llegar a un gran número de personas y no titubeó cuando recibió la<br />

propuesta. Aunque nunca lo dijo explícitamente, intuí que la llamada de Hollywood<br />

había halagado su vanidad, aturdiéndole con una breve y embriagadora vaharada de poder.<br />

Era una reacción absolutamente normal, pero Sachs nunca era indulgente consigo<br />

mismo, y es probable que más tarde se arrepintiese de aquellos exagerados sueños de<br />

gloria y éxitos. Eso hacia que le resultase más difícil hablar de sus verdaderos<br />

sentimientos una vez que el proyecto fracasó. Había mirado a Hollywood como una<br />

forma de escapar a la inminente crisis que crecía en su interior, y una vez que quedó<br />

claro que no había escape, creo que sufrió mucho más de lo que nunca dejó entrever.<br />

Todo esto es especulación. Que yo notara, no hubo cambios bruscos o radicales<br />

en la conducta de Sachs. Su programa de trabajo era el mismo disparatado embrollo de<br />

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