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PAUL AUSTER - Tres Tribus Cine

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persona que tenían al lado, esos diálogos no cesaban de entrecruzarse, causando bruscos<br />

cambios en el emparejamiento de los hablantes, de modo que parecía que todos<br />

participaban en todas las conversaciones a la vez, parloteando acerca de su propia vida<br />

y al mismo tiempo escuchando con disimulo la de los demás. Añádase a esto las<br />

frecuentes interrupciones de los niños, las idas y venidas de los diferentes platos, el<br />

servir el vino, los platos caídos, los vasos volcados, las salsas derramadas, y la cena<br />

empezó a parecer un difícil número de vodevil apresuradamente improvisado.<br />

Era una familia fuerte, pensé, un grupo bromista y rebelde formado por<br />

individuos que sentían afecto los unos por los otros pero no se aferraban a la vida que<br />

habían compartido en el pasado. Era refrescante para mí ver qué poca animosidad había<br />

entre ellos, qué pocas de las viejas rivalidades y resentimientos salían a la superficie,<br />

pero al mismo tiempo no había mucha intimidad, no parecían tan relacionados entre sí<br />

como suelen estarlo los miembros de las familias unidas. Sé que Sachs les tenía cariño a<br />

sus hermanas, pero sólo como un acto reflejo y algo distante, y no creo que tuviese una<br />

relación especial con ninguna de ellas en su vida adulta. Tal vez tuviese algo que ver<br />

con el hecho de que era el único chico, pero cada vez que le miré en el curso de aquella<br />

larga tarde y noche, parecía estar hablando con su madre o con Fanny, y probablemente<br />

mostró más interés por mi hijo David que por ninguno de sus sobrinos. No estoy<br />

tratando de demostrar nada concreto al decir esto. Esta clase de observaciones parciales<br />

están sujetas a numerosos errores y malas interpretaciones, pero la verdad es que Sachs<br />

se comportó como un personaje solitario dentro de su propia familia, una figura que<br />

permanecía ligeramente apartada de las demás. Esto no quiere decir que rehuyese a<br />

nadie, pero hubo momentos en que intuí que estaba incómodo, casi aburrido por tener<br />

que estar allí.<br />

Basándome en lo poco que sé acerca de la misma, su infancia no parece que<br />

fuera extraordinaria. No fue un alumno especialmente bueno en la escuela y si se<br />

distinguió por algo fue sólo por sus travesuras. Al parecer no tenía miedo a enfrentarse<br />

con la autoridad, y de ser cierto lo que contaba, entre los seis y los doce años estuvo en<br />

un continuo fermento de sabotaje creativo. Era el que diseñaba las trampas, el que<br />

colgaba el cartelito de “Dame una patada” en la espalda del profesor, el que prendía los<br />

petardos en los cubos de la basura de la cafetería. Pasó cientos de horas sentado en el<br />

despacho del director durante esos años, pero el castigo era un precio pequeño por la<br />

satisfacción que aquellos triunfos le proporcionaban. Los otros chicos le respetaban por<br />

su audacia e inventiva, lo cual era probablemente lo que le impulsaba a correr aquellos<br />

riesgos. He visto fotografías de Sachs durante su infancia, y no hay duda de que era un<br />

patito feo: una de esas espingardas con las orejas grandes, los dientes salientes y una<br />

sonrisa boba y torcida. El potencial de ridículo debió de ser enorme; debía de constituir<br />

un blanco viviente para toda clase de bromas y aguijonazos salvajes. Si consiguió evitar<br />

ese destino fue porque se obligó a ser un poco más atrevido que los demás. No debió de<br />

resultar un papel agradable de interpretar, pero se esforzó para hacerlo con maestría, y<br />

al cabo de un tiempo ejercía un dominio indiscutido sobre el territorio.<br />

Un aparato le enderezó los dientes torcidos; su cuerpo se ensanchó; sus<br />

extremidades aprendieron gradualmente a obedecerle. Cuando alcanzó la adolescencia,<br />

Sachs empezó a parecerse a la persona que llegaría a ser más tarde. Su estatura le daba<br />

ventaja en los deportes, y cuando empezó a jugar al baloncesto a los trece o catorce<br />

años, se convirtió rápidamente en un jugador prometedor. El relegado abandonó las<br />

bromas pesadas y las payasadas, y si bien su rendimiento académico en el instituto no<br />

fue notable (siempre se describía a sí mismo como un estudiante perezoso, con un<br />

interés mínimo en sacar buenas notas), leía libros constantemente y ya empezaba a<br />

considerarse un escritor en cierne. Según reconoció él mismo, sus primeras obras eran<br />

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