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persona que tenían al lado, esos diálogos no cesaban de entrecruzarse, causando bruscos<br />
cambios en el emparejamiento de los hablantes, de modo que parecía que todos<br />
participaban en todas las conversaciones a la vez, parloteando acerca de su propia vida<br />
y al mismo tiempo escuchando con disimulo la de los demás. Añádase a esto las<br />
frecuentes interrupciones de los niños, las idas y venidas de los diferentes platos, el<br />
servir el vino, los platos caídos, los vasos volcados, las salsas derramadas, y la cena<br />
empezó a parecer un difícil número de vodevil apresuradamente improvisado.<br />
Era una familia fuerte, pensé, un grupo bromista y rebelde formado por<br />
individuos que sentían afecto los unos por los otros pero no se aferraban a la vida que<br />
habían compartido en el pasado. Era refrescante para mí ver qué poca animosidad había<br />
entre ellos, qué pocas de las viejas rivalidades y resentimientos salían a la superficie,<br />
pero al mismo tiempo no había mucha intimidad, no parecían tan relacionados entre sí<br />
como suelen estarlo los miembros de las familias unidas. Sé que Sachs les tenía cariño a<br />
sus hermanas, pero sólo como un acto reflejo y algo distante, y no creo que tuviese una<br />
relación especial con ninguna de ellas en su vida adulta. Tal vez tuviese algo que ver<br />
con el hecho de que era el único chico, pero cada vez que le miré en el curso de aquella<br />
larga tarde y noche, parecía estar hablando con su madre o con Fanny, y probablemente<br />
mostró más interés por mi hijo David que por ninguno de sus sobrinos. No estoy<br />
tratando de demostrar nada concreto al decir esto. Esta clase de observaciones parciales<br />
están sujetas a numerosos errores y malas interpretaciones, pero la verdad es que Sachs<br />
se comportó como un personaje solitario dentro de su propia familia, una figura que<br />
permanecía ligeramente apartada de las demás. Esto no quiere decir que rehuyese a<br />
nadie, pero hubo momentos en que intuí que estaba incómodo, casi aburrido por tener<br />
que estar allí.<br />
Basándome en lo poco que sé acerca de la misma, su infancia no parece que<br />
fuera extraordinaria. No fue un alumno especialmente bueno en la escuela y si se<br />
distinguió por algo fue sólo por sus travesuras. Al parecer no tenía miedo a enfrentarse<br />
con la autoridad, y de ser cierto lo que contaba, entre los seis y los doce años estuvo en<br />
un continuo fermento de sabotaje creativo. Era el que diseñaba las trampas, el que<br />
colgaba el cartelito de “Dame una patada” en la espalda del profesor, el que prendía los<br />
petardos en los cubos de la basura de la cafetería. Pasó cientos de horas sentado en el<br />
despacho del director durante esos años, pero el castigo era un precio pequeño por la<br />
satisfacción que aquellos triunfos le proporcionaban. Los otros chicos le respetaban por<br />
su audacia e inventiva, lo cual era probablemente lo que le impulsaba a correr aquellos<br />
riesgos. He visto fotografías de Sachs durante su infancia, y no hay duda de que era un<br />
patito feo: una de esas espingardas con las orejas grandes, los dientes salientes y una<br />
sonrisa boba y torcida. El potencial de ridículo debió de ser enorme; debía de constituir<br />
un blanco viviente para toda clase de bromas y aguijonazos salvajes. Si consiguió evitar<br />
ese destino fue porque se obligó a ser un poco más atrevido que los demás. No debió de<br />
resultar un papel agradable de interpretar, pero se esforzó para hacerlo con maestría, y<br />
al cabo de un tiempo ejercía un dominio indiscutido sobre el territorio.<br />
Un aparato le enderezó los dientes torcidos; su cuerpo se ensanchó; sus<br />
extremidades aprendieron gradualmente a obedecerle. Cuando alcanzó la adolescencia,<br />
Sachs empezó a parecerse a la persona que llegaría a ser más tarde. Su estatura le daba<br />
ventaja en los deportes, y cuando empezó a jugar al baloncesto a los trece o catorce<br />
años, se convirtió rápidamente en un jugador prometedor. El relegado abandonó las<br />
bromas pesadas y las payasadas, y si bien su rendimiento académico en el instituto no<br />
fue notable (siempre se describía a sí mismo como un estudiante perezoso, con un<br />
interés mínimo en sacar buenas notas), leía libros constantemente y ya empezaba a<br />
considerarse un escritor en cierne. Según reconoció él mismo, sus primeras obras eran<br />
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