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PAUL AUSTER - Tres Tribus Cine

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silencio. No era tanto un rechazo como un método, una forma de aferrarse al horror de<br />

aquella noche el tiempo suficiente como para entenderlo. Estar callado era confinarse en<br />

la contemplación, revivir los momentos de su caída una y otra vez, como si pudiera<br />

suspenderse en el vacío para los restos, para siempre a cinco centímetros del suelo, para<br />

siempre esperando el apocalipsis del último momento.<br />

No tenía ninguna intención de perdonarse, me dijo. Su culpa era una conclusión<br />

sacada de antemano, y cuanto menos tiempo perdiera pensando en ella, mejor.<br />

-En cualquier otro momento de mi vida -dijo-, probablemente habría buscado<br />

excusas. Los accidentes existen, después de todo. Todos los días, a todas horas, la gente<br />

se muere cuando menos lo espera. Se queman en un incendio, se ahogan en un lago, se<br />

estrellan contra un coche, se caen por la ventana. Lo leemos en los periódicos todas las<br />

mañanas y uno tendría que ser tonto para no saber que su vida puede acabar de una<br />

forma tan brusca y sin sentido como la vida de esos pobres desgraciados. Pero el hecho<br />

es que mi accidente no fue debido a la mala suerte. No fui sólo una víctima, fui un<br />

cómplice, un socio activo en todo lo que me sucedió, y no puedo ignorar eso. Tengo que<br />

asumir parte de la responsabilidad por el papel que desempeñé. ¿Tiene esto sentido para<br />

ti, o es sólo un galimatías? No estoy diciendo que coquetear con Maria Turner fuera un<br />

crimen. Fue un asunto sucio, una hazaña despreciable, pero no mucho más que eso. Tal<br />

vez me habría sentido un mierda por haberla deseado, pero si ese pellizco en mis<br />

gónadas fuese todo, a estas alturas lo habría olvidado por completo. Lo que estoy<br />

diciendo es que no creo que la sexualidad tuviese mucho que ver con lo sucedido<br />

aquella noche. Es una de las cosas que he pensado en el hospital, tumbado en la cama<br />

sin hablar durante tantos días. Si realmente hubiese querido perseguir a Maria Turner,<br />

¿por qué iba a hacer cosas tan ridículas para que me tocase? Dios sabe que había formas<br />

menos peligrosas de llevar el asunto, cien estrategias más efectivas para llegar al mismo<br />

resultado. Pero me convertí en un ser temerario en aquella escalera de incendios, llegué<br />

a arriesgar mi vida. ¿Para qué? Por un diminuto achuchón en la oscuridad, por nada en<br />

absoluto. Rememorando esa escena en mi cama del hospital, finalmente comprendí que<br />

todo era diferente de como yo lo había imaginado. Lo había entendido al revés. El<br />

propósito de mis locas payasadas no era conseguir que Maria Turner me abrazase, era<br />

arriesgar mi vida. Ella fue sólo un pretexto, un instrumento para subirme a la barandilla,<br />

una mano que me guió hasta el borde del desastre. La cuestión era ésta: ¿Por qué lo<br />

hice? ¿Por qué estaba tan deseoso de cortejar el riesgo? Debí de hacerme esta pregunta<br />

seiscientas veces al día, y cada vez que me lo preguntaba, un tremendo abismo se abría<br />

dentro de mí e inmediatamente después caía, caía de cabeza en la oscuridad. No quiero<br />

parecer excesivamente dramático; pero esos días en el hospital han sido los peores de<br />

mi vida. Me di cuenta de que me había puesto en situación de caer, y que lo había hecho<br />

a propósito. Ése fue mi descubrimiento, la irreductible conclusión que se elevaba de mi<br />

silencio. Comprendí que no quería vivir. Por razones que aún me parecen inextricables,<br />

me subí a la barandilla aquella noche con el fin de matarme.<br />

-Estabas borracho -dije-. No sabías lo que hacías.<br />

-Estaba borracho, y sabía exactamente lo que hacía. Lo que pasa es que no sabía<br />

que lo sabía.<br />

-Esos son términos engañosos. Puro sofisma.<br />

-No sabía que lo sabía, y las copas me dieron el valor necesario para actuar. Me<br />

ayudaron a hacer aquello que no sabía que deseaba hacer.<br />

-Primero me cuentas que te caíste porque tenias demasiado miedo de tocar la<br />

pierna de Maria. Ahora cambias la historia y me dices que te caíste a propósito. No<br />

puedo creerme las dos cosas. Tiene que ser la una o la otra.<br />

-Son las dos, una cosa llevó a la otra, y no pueden separarse. No digo que lo<br />

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