08.05.2013 Views

PAUL AUSTER - Tres Tribus Cine

PAUL AUSTER - Tres Tribus Cine

PAUL AUSTER - Tres Tribus Cine

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

objeto misterioso, dije, y una vez que sale al mundo puede ocurrir cualquier cosa. Puede<br />

causar toda clase de males y tú no puedes hacer nada para evitarlo. Para bien o para<br />

mal, escapa completamente a tu control.<br />

No sé si mis negativas les parecieron convincentes o no. Me inclino a pensar que<br />

no, pero aunque no creyesen una palabra de lo que dije, es posible que mi estrategia me<br />

permitiera ganar tiempo. Teniendo en cuenta que nunca había hablado con un agente del<br />

FBI, creo que no me desenvolví demasiado mal durante la entrevista. Estuve tranquilo,<br />

estuve cortés, conseguí transmitir la adecuada combinación de colaboración y<br />

desconcierto. Eso sólo ya fue un triunfo considerable para mí. En general, no tengo<br />

mucho talento para el engaño y, a pesar de mis esfuerzos a lo largo de los años, raras<br />

veces he enredado a nadie. Si anteayer conseguí ofrecer una representación creíble, se<br />

debe, al menos en parte, a los hombres del FBI. No fue tanto nada de lo que dijeron<br />

como su aspecto, la forma en que iban impecablemente vestidos para su papel,<br />

confirmando en todos los detalles lo que siempre había imaginado respecto al atuendo<br />

de los hombres del FBI: trajes de verano ligeros, zapatones macizos, camisas que no<br />

necesitan plancha, gafas oscuras de aviador. Éstas eran las gafas pertinentes, por así<br />

decir, y aportaban un aire artificial a la escena, como si los hombres que las llevaban<br />

fuesen únicamente actores, extras contratados para hacer un papelito en una película de<br />

bajo presupuesto. Todo esto era extrañamente consolador para mí, y pensándolo ahora<br />

entiendo por qué esa sensación de irrealidad actuó a mi favor. Me permitió verme a mí<br />

mismo también como un actor y, puesto que me habla convertido en otro, de repente<br />

tenía derecho a engañarles, a mentir sin el más leve remordimiento de conciencia.<br />

Sin embargo, no eran estúpidos. Uno tenía cuarenta y pocos años y el otro era<br />

mucho más joven, de unos veinticinco o veintiséis años, pero los dos tenían cierta<br />

expresión en los ojos que me tuvo en guardia durante todo el tiempo que estuvieron<br />

aquí. Es difícil precisar con exactitud qué resultaba tan amenazador en aquellos ojos,<br />

pero creo que tenía que ver con su inexpresividad, su falta de compromiso, como si lo<br />

vieran todo y nada al mismo tiempo. Aquella mirada revelaba tan poco, que yo en<br />

ningún momento supe lo que ninguno de los dos tipos pensaba. Sus ojos eran demasiado<br />

pacientes, demasiado expertos en sugerir indiferencia, pese a que estaban alerta,<br />

implacablemente alerta en realidad, como si hubiesen sido entrenados para hacerte<br />

sentir incómodo, para hacerte consciente de tus fallos y transgresiones, para hacer que<br />

te revolvieras dentro de tu piel. Se llamaban Worthy y Harris, pero no recuerdo quién<br />

era quién. Como especímenes físicos, eran perturbadoramente parecidos, casi como si<br />

fuesen una versión más joven y otra más vieja de la misma persona: altos, pero no<br />

demasiado altos; bien formados, pero no demasiado bien formados; pelo rubio, ojos<br />

azules, manos gruesas con uñas impecablemente limpias. Es verdad que sus estilos de<br />

conversación eran diferentes, pero no quiero dar demasiada importancia a las primeras<br />

impresiones. Quién sabe si se turnan y cambian de papel cuando les apetece. En la visita<br />

que me hicieron hace dos días, el joven hacía el papel de duro. Sus preguntas eran muy<br />

bruscas y parecía tomarse su trabajo demasiado a pecho; raras veces esbozaba una<br />

sonrisa, por ejemplo, y me trataba con una formalidad que en ocasiones rozaba el<br />

sarcasmo y la irritación. El mayor era más relajado y amable, más dispuesto a dejar que<br />

la conversación siguiera su curso natural. Sin duda es por eso mismo más peligroso,<br />

pero tengo que reconocer que hablar con él no resultaba desagradable del todo. Cuando<br />

empecé a contarle algunas de las disparatadas reacciones a mis libros, me di cuenta de<br />

que el tema le interesaba, y me dejó continuar con mi digresión más tiempo del que<br />

esperaba. Supongo que me estaba tanteando, animándome a divagar para poder hacerse<br />

una idea de quién era yo y cómo funcionaba mi mente, pero cuando llegué al asunto del<br />

impostor, incluso se ofreció a iniciar una investigación del problema. Puede que fuera<br />

5

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!