08.05.2013 Views

PAUL AUSTER - Tres Tribus Cine

PAUL AUSTER - Tres Tribus Cine

PAUL AUSTER - Tres Tribus Cine

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

también a Sachs le mantenía al margen de la situación. Sólo lo supe más tarde, pero<br />

durante todo el tiempo que él pasó en Vermont, parece que estuvo tan poco enterado<br />

como yo de lo que Fanny pensaba. Ella no podía suponer que las cosas saldrían así.<br />

Teóricamente, aún había alguna esperanza para ellos. Pero una vez que Ben cargó el<br />

coche con sus pertenencias y se marchó al campo, ella comprendió que habían<br />

terminado. Bastaron una o dos semanas para que esto sucediera. Aún le tenía afecto y le<br />

deseaba lo mejor, pero ya no sentía ningún deseo de verle, ningún deseo de hablarle,<br />

ningún deseo de hacer un esfuerzo más. Habían hablado de dejar la puerta abierta, pero<br />

ahora parecía que la puerta se había desvanecido; no es que se hubiese cerrado,<br />

sencillamente ya no existía. Fanny se encontró mirando una pared vacía, y después de<br />

eso dio media vuelta y se alejó. Ya no estaban casados, y lo que ella hiciese con su vida<br />

a partir de entonces era asunto suyo.<br />

En junio conoció a un hombre que se llamaba Charles Spector. Creo que no<br />

tengo derecho a hablar de esto, pero en la medida en que afectó a Sachs, es imposible<br />

evitar mencionarlo. La cuestión crucial aquí no es que Fanny acabase casándose con<br />

Charles (la boda tuvo lugar hace cuatro meses), sino que cuando empezó a enamorarse<br />

de él aquel verano no le comunicase a Ben lo que estaba sucediendo. Una vez más, no<br />

se trata de atribuir culpas. Había razones para su silencio y, dadas las circunstancias,<br />

creo que actuó correctamente, sin pizca de egoísmo ni de engaño. La historia con<br />

Charles la cogió por sorpresa y en aquella primera etapa aún estaba demasiado confusa<br />

como para saber cuáles eran sus sentimientos. En lugar de precipitarse a contarle a Ben<br />

algo que tal vez no durara, decidió callarse durante algún tiempo para ahorrarle más<br />

dramas hasta que estuviese segura de lo que deseaba hacer. Sin que fuese culpa suya,<br />

este periodo de espera duró demasiado tiempo. Ben descubrió lo de Charles por pura<br />

casualidad -al regresar a casa a Brooklyn una noche le vio en la cama con Fanny- y el<br />

momento de ese descubrimiento no pudo haber sido más inoportuno. Considerando que<br />

Sachs fue quien forzó la separación en primer lugar, probablemente esto no debería<br />

haber importado, pero importó. Hubo otros factores también, pero éste contó tanto como<br />

cualquiera de ellos. Hizo que la música continuara sonando, por así decirlo, y lo que<br />

podría haber terminado en ese punto, no terminó. El vals de los desastres continuó, y<br />

después de eso no hubo forma de pararlo.<br />

Pero eso ocurrió más tarde, y no quiero adelantarme. En la superficie todo<br />

parecía funcionar como en los últimos meses. Sachs trabajaba en su novela en Vermont,<br />

Fanny iba a su trabajo en el museo e Iris y yo esperábamos a que naciera nuestra hija.<br />

Después de que Sonia llegara (el 27 de junio), yo perdí el contacto con todo durante las<br />

siguientes seis u ocho semanas. Iris y yo vivíamos en Bebelandia, un país donde el<br />

sueño está prohibido y el día es indistinguible de la noche, un reino amurallado<br />

gobernado por los caprichos de un minúsculo monarca absoluto. Les pedimos a Fanny y<br />

a Ben que fuesen los padrinos de Sonia y ambos aceptaron con efusivas declaraciones<br />

de orgullo y gratitud. Después empezaron a llegar los regalos; Fanny trajo los suyos en<br />

persona (ropa, mantas, sonajeros) y los de Ben llegaron por correo (libros, ositos,<br />

patitos de goma). Yo estaba especialmente conmovido por la reacción de Fanny, por el<br />

hecho de que pasara por nuestra casa al salir del trabajo sólo para tener a Sonia en<br />

brazos durante diez o quince minutos, arrullándola con toda clase de cariñosas tonterías.<br />

Parecía radiante con la niña en brazos, y siempre me daba pena pensar que nada de<br />

aquello había sido posible para ella. “Preciosidad mía”, llamaba a Sonia, “ángel mío”,<br />

“mi oscura flor de pasión”, “corazón mío”. A su manera, Sachs no era menos entusiasta<br />

que ella, y yo interpretaba que los pequeños paquetes que recibíamos continuamente por<br />

correo eran una señal de verdadero progreso, una prueba decisiva de que ya estaba bien.<br />

A principios de agosto empezó a insistir en que fuésemos a Vermont a verle. Dijo que<br />

80

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!