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también a Sachs le mantenía al margen de la situación. Sólo lo supe más tarde, pero<br />
durante todo el tiempo que él pasó en Vermont, parece que estuvo tan poco enterado<br />
como yo de lo que Fanny pensaba. Ella no podía suponer que las cosas saldrían así.<br />
Teóricamente, aún había alguna esperanza para ellos. Pero una vez que Ben cargó el<br />
coche con sus pertenencias y se marchó al campo, ella comprendió que habían<br />
terminado. Bastaron una o dos semanas para que esto sucediera. Aún le tenía afecto y le<br />
deseaba lo mejor, pero ya no sentía ningún deseo de verle, ningún deseo de hablarle,<br />
ningún deseo de hacer un esfuerzo más. Habían hablado de dejar la puerta abierta, pero<br />
ahora parecía que la puerta se había desvanecido; no es que se hubiese cerrado,<br />
sencillamente ya no existía. Fanny se encontró mirando una pared vacía, y después de<br />
eso dio media vuelta y se alejó. Ya no estaban casados, y lo que ella hiciese con su vida<br />
a partir de entonces era asunto suyo.<br />
En junio conoció a un hombre que se llamaba Charles Spector. Creo que no<br />
tengo derecho a hablar de esto, pero en la medida en que afectó a Sachs, es imposible<br />
evitar mencionarlo. La cuestión crucial aquí no es que Fanny acabase casándose con<br />
Charles (la boda tuvo lugar hace cuatro meses), sino que cuando empezó a enamorarse<br />
de él aquel verano no le comunicase a Ben lo que estaba sucediendo. Una vez más, no<br />
se trata de atribuir culpas. Había razones para su silencio y, dadas las circunstancias,<br />
creo que actuó correctamente, sin pizca de egoísmo ni de engaño. La historia con<br />
Charles la cogió por sorpresa y en aquella primera etapa aún estaba demasiado confusa<br />
como para saber cuáles eran sus sentimientos. En lugar de precipitarse a contarle a Ben<br />
algo que tal vez no durara, decidió callarse durante algún tiempo para ahorrarle más<br />
dramas hasta que estuviese segura de lo que deseaba hacer. Sin que fuese culpa suya,<br />
este periodo de espera duró demasiado tiempo. Ben descubrió lo de Charles por pura<br />
casualidad -al regresar a casa a Brooklyn una noche le vio en la cama con Fanny- y el<br />
momento de ese descubrimiento no pudo haber sido más inoportuno. Considerando que<br />
Sachs fue quien forzó la separación en primer lugar, probablemente esto no debería<br />
haber importado, pero importó. Hubo otros factores también, pero éste contó tanto como<br />
cualquiera de ellos. Hizo que la música continuara sonando, por así decirlo, y lo que<br />
podría haber terminado en ese punto, no terminó. El vals de los desastres continuó, y<br />
después de eso no hubo forma de pararlo.<br />
Pero eso ocurrió más tarde, y no quiero adelantarme. En la superficie todo<br />
parecía funcionar como en los últimos meses. Sachs trabajaba en su novela en Vermont,<br />
Fanny iba a su trabajo en el museo e Iris y yo esperábamos a que naciera nuestra hija.<br />
Después de que Sonia llegara (el 27 de junio), yo perdí el contacto con todo durante las<br />
siguientes seis u ocho semanas. Iris y yo vivíamos en Bebelandia, un país donde el<br />
sueño está prohibido y el día es indistinguible de la noche, un reino amurallado<br />
gobernado por los caprichos de un minúsculo monarca absoluto. Les pedimos a Fanny y<br />
a Ben que fuesen los padrinos de Sonia y ambos aceptaron con efusivas declaraciones<br />
de orgullo y gratitud. Después empezaron a llegar los regalos; Fanny trajo los suyos en<br />
persona (ropa, mantas, sonajeros) y los de Ben llegaron por correo (libros, ositos,<br />
patitos de goma). Yo estaba especialmente conmovido por la reacción de Fanny, por el<br />
hecho de que pasara por nuestra casa al salir del trabajo sólo para tener a Sonia en<br />
brazos durante diez o quince minutos, arrullándola con toda clase de cariñosas tonterías.<br />
Parecía radiante con la niña en brazos, y siempre me daba pena pensar que nada de<br />
aquello había sido posible para ella. “Preciosidad mía”, llamaba a Sonia, “ángel mío”,<br />
“mi oscura flor de pasión”, “corazón mío”. A su manera, Sachs no era menos entusiasta<br />
que ella, y yo interpretaba que los pequeños paquetes que recibíamos continuamente por<br />
correo eran una señal de verdadero progreso, una prueba decisiva de que ya estaba bien.<br />
A principios de agosto empezó a insistir en que fuésemos a Vermont a verle. Dijo que<br />
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