08.05.2013 Views

PAUL AUSTER - Tres Tribus Cine

PAUL AUSTER - Tres Tribus Cine

PAUL AUSTER - Tres Tribus Cine

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

telefónica y eso le dio la idea de llamarme y pedirme una cama para pasar la noche.<br />

Cuando marcó mi número, sin embargo, estaba comunicando. Yo debía de estar<br />

hablando con Fanny en ese momento (ella me llamó inmediatamente después de que<br />

Sachs se marchase), pero Sachs interpretó que la señal de comunicar significaba que Iris<br />

y yo habíamos descolgado el teléfono. Era una conclusión sensata, ya que no parecía<br />

muy probable que ninguno de los dos estuviese hablando a las dos de la madrugada. Por<br />

lo tanto, no se molestó en volver a intentarlo. Cuando recuperó su moneda la utilizó<br />

para llamar a Maria. El timbre la sacó de un profundo sueño, pero una vez que oyó la<br />

desesperación en su voz le dijo que fuera inmediatamente. Los metros pasaban con poca<br />

frecuencia a aquella hora, y cuando Sachs cogió uno en Grand Army Plaza y llegó a su<br />

loft de Manhattan, ella estaba ya vestida y completamente despierta, sentada a la mesa<br />

de la cocina, bebiendo su tercera taza de café.<br />

Era el sitio lógico adonde ir. Incluso después de su retirada al campo, Sachs<br />

había permanecido en contacto con Maria, y cuando finalmente hablé con ella de estos<br />

temas el otoño pasado, me mostró más de una docena de cartas y postales que él le<br />

había enviado desde Vermont. También habían tenido varias conversaciones<br />

telefónicas, me dijo ella, y en los seis meses que Sachs pasó fuera de la ciudad, no creía<br />

que hubieran transcurrido nunca más de diez días sin tener noticias de él de una manera<br />

u otra. La cuestión era que Sachs confiaba en ella y después de que Fanny saliera de su<br />

vida tan repentinamente (y con mi teléfono aparentemente descolgado), era lo natural<br />

que recurriese a Maria. Desde su accidente en junio del año anterior, era la única<br />

persona con la que se había desahogado, la única persona a la que le había permitido<br />

penetrar en el santuario de sus pensamientos. En resumidas cuentas, probablemente<br />

estaba más cerca de él en aquel momento que ninguna otra persona.<br />

Sin embargo, resultó ser un terrible error. No porque Maria no estuviese<br />

dispuesta a socorrerle, no porque no quisiera dejarlo todo y ayudarle a salir de la crisis,<br />

sino porque estaba en posesión del único dato lo bastante poderoso como para convertir<br />

un desagradable infortunio en una tragedia a gran escala. Si Sachs no hubiese ido a su<br />

casa, estoy seguro de que las cosas se habrían resuelto rápidamente. El se habría<br />

tranquilizado después de una noche de descanso y luego habría acudido a la policía a<br />

contarles la verdad. Con ayuda de un buen abogado habría salido en libertad. Pero un<br />

nuevo elemento se añadió a la ya inestable mezcla de las últimas horas y acabó<br />

produciendo un compuesto letal, una cubeta de ácido que emitía sus peligros con un<br />

silbido en medio de una ondulante profusión de humo.<br />

Incluso ahora me resulta difícil aceptarlo. Y hablo como alguien que debería<br />

saberlo, alguien que ha pensado mucho en los temas que aquí hay en juego. Toda mi<br />

edad adulta la he pasado escribiendo historias, poniendo a personas imaginarias en<br />

situaciones inesperadas y a menudo inverosímiles, pero ninguno de mis personajes ha<br />

experimentado nunca nada tan inverosímil como lo que Sachs vivió aquella noche en<br />

casa de Maria Turner. Si todavía me altera informar de lo que sucedió es porque lo real<br />

va siempre por delante de lo que podemos imaginar. Por muy disparatadas que creamos<br />

que son nuestras invenciones, nunca pueden igualar el carácter imprevisible de lo que el<br />

mundo real escupe continuamente. Esta lección me parece ineludible ahora. Puede<br />

suceder cualquier cosa. Y de una forma u otra, siempre sucede.<br />

Las primeras horas que pasaron juntos fueron muy dolorosas y ambos las<br />

recordaban como una especie de tempestad, un golpeteo interior, un torbellino de<br />

lágrimas, silencios y palabras ahogadas. Poco a poco Sachs consiguió contar la historia.<br />

Maria le tuvo abrazado la mayor parte del tiempo, escuchando con arrebatada<br />

incredulidad mientras él le contaba todo lo que había sucedido. Fue entonces cuando le<br />

hizo su promesa, cuando le dio su palabra y juró que guardaría el secreto de los<br />

92

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!