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PAUL AUSTER - Tres Tribus Cine

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al fracaso. La había puesto en un apuro imposible y ella no sabia cómo salir de él.<br />

Quería el dinero y no lo quería. El dinero la volvía codiciosa y su codicia la humillaba.<br />

Deseaba que la amase y se odiaba a sí misma por amarme. Ya no la culpo por el<br />

infierno que me hizo pasar. Lillian es una persona salvaje. No sólo es hermosa,<br />

¿comprendes?, también es incandescente. Temeraria, descontrolada, dispuesta a todo, y<br />

conmigo nunca tuvo la oportunidad de ser como era.<br />

»Al final, lo curioso no era que me marchara, sino que consiguiera quedarme<br />

tanto tiempo. Las circunstancias eran tan peculiares, tan peligrosas y desestabilizadoras<br />

que creo que empezaron a excitaría. Eso fue lo que la atrajo, no yo, sino la excitación de<br />

mi presencia allí, la oscuridad que yo representaba. La situación estaba cargada de<br />

posibilidades románticas, y al cabo de un tiempo no pudo resistirse a ellas y se dejó<br />

llevar mucho más lejos de lo que había pensado. Es algo parecido a la extraña e<br />

improbable manera en que había conocido a Dimaggio. Aquello condujo al matrimonio.<br />

En mi caso, a una luna de miel, aquellas dos semanas deslumbrantes en las que nada<br />

podía salirnos mal. Lo que sucedió después no tiene importancia. No hubiésemos<br />

podido sostenerlo, antes o después ella hubiera empezado a corretear de nuevo, habría<br />

vuelto poco a poco a su antigua vida. Pero mientras duró, creo que no hay duda de que<br />

estuvo enamorada de mí. Siempre que empiezo a dudarlo, me basta con recordar la<br />

prueba. Podía haberme entregado a la policía y no lo hizo. Ni siquiera después de que le<br />

dijera que el dinero se había acabado. Ni siquiera después de que me fuese. Eso prueba<br />

que signifiqué algo para ella. Prueba que todo lo que me sucedió en Berkeley, sucedió<br />

de verdad.<br />

»Pero no me arrepiento de nada. Por lo menos ya no. Todo ha quedado atrás, se<br />

acabó, es historia antigua. Lo más difícil fue tener que dejar a la niña. Creí que no me<br />

afectaría, pero la eché de menos durante mucho tiempo, mucho más que a Lillian.<br />

Siempre que iba conduciendo hacia el Oeste, empezaba a pensar en seguir hasta<br />

California, sólo para buscarla y hacerle una visita, pero nunca lo hice. Tenía miedo de lo<br />

que podría suceder si volvía a ver a Lillian, así que me mantuve alejado de California y<br />

no he vuelto a poner los pies en ese estado desde la mañana en que me fui. Hace<br />

dieciocho o diecinueve meses. Probablemente Maria ya ha olvidado quién soy. En una<br />

época, antes de que las cosas se estropearan entre Lillian y yo, solía pensar que acabaría<br />

adoptándola, que llegaría a ser realmente mi hija. Creo que habría sido bueno para ella,<br />

bueno para los dos, pero es demasiado tarde para soñar con eso. Supongo que no he<br />

nacido para ser padre, no salió bien con Fanny y tampoco con Lillian. Pequeñas<br />

semillas. Pequeños huevos y semillas. Es sólo un número determinado de<br />

probabilidades, y luego la vida se apodera de ti y te quedas solo para siempre. Me he<br />

convertido en el que soy ahora y no hay modo de volver atrás. Esto es todo, Peter.<br />

Mientras dure, esto es todo.<br />

Estaba empezando a divagar. El sol ya había salido y mil pájaros cantaban en los<br />

árboles: alondras, pinzones, currucas, el coro matinal en pleno. Sachs llevaba tantas<br />

horas hablando que ya casi no sabía lo que decía. Cuando la luz entró a raudales por las<br />

ventanas, vi que se le cerraban los ojos. Podemos continuar hablando más tarde, dije. Si<br />

no te acuestas y duermes, probablemente te vas a desmayar, y no estoy seguro de tener<br />

fuerzas suficientes para llevarte a la casa.<br />

Le acomodé en uno de los dormitorios vacíos del segundo piso, bajé las<br />

persianas y luego me fui de puntillas a mi cuarto. Pensé que no podría dormir. Había<br />

demasiadas cosas que digerir, demasiadas imágenes agitándose en mi mente, pero en el<br />

mismo momento en que puse la cabeza sobre la almohada, empecé a perder la<br />

conciencia. Sentí como si me hubiesen dado un mazazo, como si mi cráneo hubiese sido<br />

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