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PAUL AUSTER - Tres Tribus Cine

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una sola imagen ardió en mi cerebro y ha permanecido conmigo desde entonces: mi<br />

pobre amigo volando en pedazos cuando la bomba estalló, el cuerpo de mi pobre amigo<br />

esparcido al viento.<br />

Eso ocurrió hace dos meses. A la mañana siguiente me senté y empecé el libro.<br />

Y desde entonces he trabajado en un estado de pánico constante, luchando por acabarlo<br />

antes de que se me agotara el tiempo, sin saber nunca si podría llegar hasta el final.<br />

Como había previsto, los hombres del FBI han estado muy atareados a causa mía. Han<br />

hablado con mi madre en Florida, con mi hermana en Connecticut, con mis amigos en<br />

Nueva York, y durante todo el verano la gente ha estado llamándome para contarme<br />

esas visitas, preocupados de que estuviese metido en un lío. No estoy en un lío todavía,<br />

pero estoy seguro de que lo estaré en un futuro próximo. Cuando mis amigos Worthy y<br />

Harris descubran cuántas cosas les he ocultado, será inevitable que se irriten. Ya no hay<br />

nada que pueda hacer al respecto. Me doy cuenta de que hay castigos por ocultarle<br />

información al FBI, pero, dadas las circunstancias, no veo cómo hubiese podido actuar<br />

de otra manera. Le debía a Sachs el mantener la boca cerrada y le debía escribir este<br />

libro. El tuvo el valor de confiarme su historia, y no creo que pudiese vivir conmigo<br />

mismo si le hubiese fallado.<br />

Durante el primer mes escribí un borrador preliminar corto, ateniéndome<br />

únicamente a lo más esencial. Cuando vi que el caso seguía sin resolverse, volví al<br />

principio y empecé a llenar las lagunas, a ampliar cada capitulo hasta el doble de la<br />

extensión original. Mi plan era revisar el manuscrito tantas veces como fuese necesario,<br />

añadir nuevo material en cada borrador sucesivo y seguir trabajando en ello hasta que<br />

pensase que no quedaba nada por decir. Teóricamente, el proceso podría haber<br />

continuado durante meses, tal vez incluso años..., pero sólo si tenía suerte. En realidad,<br />

estas ocho semanas son todo lo que tendré. Cuando llevaba hechas tres cuartas partes<br />

del segundo borrador (en mitad del cuarto capítulo), me vi obligado a dejar de escribir.<br />

Eso ocurrió ayer y todavía estoy tratando de asimilar lo repentino que fue. El libro ha<br />

terminado ya porque el caso ha terminado. Si añado esta página final es sólo para dejar<br />

constancia de cómo encontraron la solución, para anotar la última sorpresa, el último<br />

giro que pone fin a la historia.<br />

Fue Harris quien me lo contó. Era el mayor de los dos agentes, el hablador, el<br />

que me había preguntado cosas sobre mis libros. Al parecer, finalmente fue a una<br />

librería y compró alguno, como me había prometido hacer cuando me visitó con su<br />

compañero en julio. No sé si pensaba leerlos o actuó simplemente por una corazonada.<br />

Pero resultó que los ejemplares que compró estaban firmados con mi nombre. Debió de<br />

acordarse de lo que le conté sobre los curiosos autógrafos que habían estado<br />

apareciendo sobre mis libros, así que llamó aquí hace diez días para preguntarme si<br />

había estado alguna vez en esa librería, situada en un pueblo a las afueras de Albany. Le<br />

dije que no, que nunca había puesto los pies en ese pueblo, y él me dio las gracias por<br />

mi ayuda y colgó. Le dije la verdad porque no vi ninguna necesidad de mentir. Su<br />

pregunta no tenía nada que ver con Sachs, y si quería buscar a la persona que había<br />

estado falsificando mi firma, ¿qué daño había en ello? Pensé que me estaba haciendo un<br />

favor, pero en realidad acababa de entregarle la clave del caso. Llevó los libros al<br />

laboratorio del FBI a la mañana siguiente, y después de una concienzuda búsqueda de<br />

huellas dactilares encontraron varios juegos de huellas claras. Uno de ellos pertenecía a<br />

Sachs. Ya debían de conocer el nombre de Ben, y puesto que Harris era un tipo listo, no<br />

se le habría escapado la relación. Una cosa llevó a otra, y cuando él se presentó aquí<br />

ayer, ya había encajado todas las piezas. Sachs era el hombre que se había volado a sí<br />

mismo en Wisconsin. Sachs era el hombre que había matado a Reed Dimaggio. Sachs<br />

era el Fantasma de la Libertad.<br />

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