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dejar rastro. Sachs pensaba que ella tenía que saber lo que estaba haciendo, que tenía<br />
que haber una razón para aquel enigmático comportamiento, pero ninguna de las<br />
razones que se le ocurrían le satisfacía. Como máximo, llegó a la conclusión de que ella<br />
le estaba poniendo a prueba, provocándole con aquel juego del escondite para ver<br />
cuánto tiempo podría soportarlo, quería saber si él se derrumbaría, quería saber si su<br />
voluntad era tan fuerte como la de ella.<br />
Luego, sin ninguna causa aparente, todo cambió de repente. Una tarde a<br />
mediados de la tercera semana, Lillian entró en casa con una bolsa de comestibles y<br />
anunció que se iba a hacer cargo de la cena aquella noche. Estaba de excelente humor,<br />
gastaba bromas y parloteaba de una forma ágil y divertida, y la diferencia en su actitud<br />
era tan grande, tan desconcertante, que la única explicación que Sachs pudo encontrar<br />
era que había tomado alguna droga. Hasta entonces nunca se habían sentado los tres<br />
juntos a comer, pero Lillian no parecía darse cuenta del extraordinario adelanto que<br />
aquella cena representaba. Sacó a Sachs de la cocina a empujones y trabajó sin cesar<br />
durante las siguientes dos horas preparando lo que resultó ser un delicioso guiso de<br />
verduras y cordero. Sachs estaba impresionado, pero dado todo lo que había precedido a<br />
aquella actuación, no estaba dispuesto a aceptarla sin más. Podía ser una trampa, un<br />
truco para hacerle bajar la guardia, y aunque lo que más deseaba era seguirle la<br />
corriente, dejarse llevar por el flujo de la alegría de Lillian, no conseguía hacerlo.<br />
Estaba rígido y torpe, le faltaban las palabras, y el aire despreocupado que tanto se<br />
había esforzado en adoptar con ella le abandonó de repente. Lillian y Maria<br />
mantuvieron la conversación, y al cabo de un rato él era poco más que un observador,<br />
una presencia agria que acechaba en los márgenes de la fiesta. Se odió por actuar de<br />
aquella manera y cuando rechazó un segundo vaso de vino que Lillian estaba a punto de<br />
servirle, empezó a pensar en si mismo con asco, como en un estúpido total.<br />
-No te preocupes -dijo ella mientras le servía el vino de todas formas-. No voy a<br />
morderte.<br />
-Eso ya lo sé -contestó Sachs-. Es sólo que pensaba...<br />
Antes de que pudiera terminar la frase Lillian le interrumpió:<br />
-No pienses tanto -dijo-. Bébete el vino y disfrútalo. Te sentará bien.<br />
Al día siguiente, sin embargo, fue como si nada de esto hubiese sucedido. Lillian<br />
se marchó de casa temprano, no regresó hasta la mañana siguiente y durante el resto de<br />
la semana continuó brillando por su ausencia casi siempre. Sachs se sentía aturdido por<br />
la confusión. Incluso sus dudas eran ahora motivo de duda, y poco a poco sintió que se<br />
hundía bajo el peso de la terrible aventura. Quizá debería haber escuchado a Maria<br />
Turner. Quizá no tenía derecho a estar allí y debería hacer sus maletas y marcharse. Una<br />
noche, durante varias horas, incluso jugó con la idea de entregarse a la policía. Así, por<br />
lo menos terminaría la agonía. En lugar de tirar el dinero en una persona que no lo<br />
quería, quizá debería emplearlo en contratar a un abogado, quizá debería empezar a<br />
pensar en cómo evitar ir a la cárcel.<br />
Luego, menos de una hora después de pensar esto, todo se alteró de nuevo. Era<br />
entre las doce y la una de la noche y Sachs se estaba quedando dormido en el sofá del<br />
cuarto de estar. Oyó pasos en el piso de arriba. Se figuró que Maria iba al cuarto de<br />
baño, pero justo cuando estaba a punto de dormirse otra vez, oyó que alguien bajaba por<br />
la escalera. Antes de que se pudiera apartar la manta y ponerse de pie, encendieron la<br />
lámpara del cuarto de estar y su cama improvisada quedó inundada por la luz.<br />
Automáticamente se tapó los ojos y cuando se obligó a abrirlos un segundo después vio<br />
a Lillian sentada en la butaca en frente del sofá, tapada con su albornoz.<br />
-Tenemos que hablar -dijo.<br />
Él estudió su cara en silencio mientras ella sacaba un cigarrillo del bolsillo del<br />
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