You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
-¿Y ahora estás dispuesto a hablar?<br />
-Sí, estoy dispuesto a hablar. Hasta que he venido aquí y te he visto sujetando<br />
ese cuchillo, no iba a decir una palabra. Ése era el plan: no decir nada, callármelo todo.<br />
Pero creo que he cambiado de opinión. No es que no pueda vivir con ello, pero de<br />
pronto se me ha ocurrido que alguien debería saberlo. Por si me sucede algo.<br />
-¿Por qué iba a sucederte algo?<br />
-Porque estoy en un lugar peligroso, por eso, y mi suerte puede acabarse.<br />
-Pero ¿por qué contármelo a mi?<br />
-Porque eres mi mejor amigo y sé que puedes guardar un secreto. -Se calló un<br />
momento y me miró directamente a los ojos-. Puedes guardar un secreto, ¿no?<br />
-Creo que sí. A decir verdad; no estoy seguro de haber oído ninguno. No estoy<br />
seguro de haber tenido un secreto que guardar.<br />
Así fue como empezó: con estos enigmáticos comentarios e insinuaciones de un<br />
desastre inminente. Encontré una botella de bourbon en la despensa, cogí dos vasos<br />
limpios del escurreplatos y llevé a Sachs al estudio. Era allí donde guardaba mis puros,<br />
y durante las siguientes cinco horas fumó y bebió, luchando contra el agotamiento<br />
mientras me relataba su historia. Ambos estábamos sentados en sillones, uno frente al<br />
otro con mi abarrotada mesa de trabajo en medio, y en todo ese tiempo ninguno de los<br />
dos se movió. A nuestro alrededor había velas encendidas que parpadeaban y<br />
chisporroteaban mientras la habitación se llenaba de su voz. Él hablaba y yo escuchaba,<br />
y poco a poco me fui enterando de todo lo que he contado hasta ahora.<br />
Incluso antes de que empezara, yo sabía que le había ocurrido algo<br />
extraordinario. De lo contrario, no habría permanecido escondido tanto tiempo; no se<br />
habría tomado tantas molestias para hacernos creer que había muerto. Eso estaba claro<br />
y, ahora que Sachs había vuelto, yo estaba dispuesto a aceptar las revelaciones más<br />
rebuscadas y disparatadas, dispuesto a escuchar una historia que nunca habría podido<br />
imaginar. No es que esperase que me contara esta historia concreta, pero sabía que<br />
sería algo así, y cuando Sachs finalmente empezó (recostándose en su butaca dijo:<br />
“Habrás oído hablar del Fantasma de la Libertad, ¿no?”) yo apenas parpadeé.<br />
-Así que es eso lo que has estado haciendo -dije, interrumpiéndole antes de que<br />
pudiese terminar-. Eres el tipo raro que ha volado todas esas estatuas. Una bonita<br />
profesión si puedes meterte en ella, pero ¿quién diablos te ha elegido como conciencia<br />
del mundo? La última vez que te vi estabas escribiendo una novela.<br />
Tardó el resto de la noche en contestar esa pregunta. Aun así había lagunas,<br />
huecos en el relato que no he podido llenar. Resumiendo, parece que la idea se le<br />
ocurrió por etapas, empezando con la bofetada que presenció aquel domingo por la<br />
tarde en Berkeley y acabando con la desintegración de su relación con Lillian. En medio<br />
hubo una gradual rendición a Dimaggio, una creciente obsesión por la vida del hombre<br />
que había matado.<br />
-Finalmente encontré el valor necesario para entrar en su habitación -dijo Sachs-<br />
. Ése fue el punto de partida, creo, ése fue el primer paso hacia una especie de acción<br />
legítima. Hasta entonces ni siquiera había abierto la puerta. Estaba demasiado asustado,<br />
supongo, demasiado temeroso de lo que podría encontrar si empezaba a mirar. Pero<br />
Lillian había salido otra vez, Maria estaba en el colegio y yo estaba solo en casa,<br />
empezando lentamente a perder la razón. Como era previsible, la mayor parte de las<br />
pertenencias de Dimaggio habían sido retiradas de la habitación. No quedaba nada<br />
personal: ni cartas, ni documentos, ni diarios, ni números de teléfono. Ninguna pista<br />
acerca de su vida con Lillian. Pero tropecé con algunos libros. <strong>Tres</strong> o cuatro volúmenes<br />
de Marx, una biografía de Bakunin, un panfleto escrito por Trotski sobre las relaciones<br />
raciales en los Estados Unidos, esa clase de cosas. Y luego, en el último cajón de su<br />
127