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al suelo, fue como si Sachs lo perdiera todo. Su vida voló en pedazos en el aire, y desde<br />
ese momento hasta su muerte, cuatro años más tarde, nunca consiguió volver a<br />
juntarlos.<br />
Era el 4 de julio de 1986, el primer centenario de la Estatua de la Libertad. Iris<br />
estaba haciendo un viaje de seis semanas por China con sus tres hermanas (una de las<br />
cuales vivía en Taipé), David estaba pasando dos semanas en un campamento de verano<br />
en Bucks County y yo estaba encerrado en mi piso trabajando en un libro nuevo y sin<br />
ver a nadie. En circunstancias normales, Sachs habría estado en Vermont en esas fechas,<br />
pero el Village Voice le había encargado un artículo sobre las festividades y no pensaba<br />
marcharse de la ciudad hasta que lo hubiese entregado. <strong>Tres</strong> años antes había sucumbido<br />
a mis consejos y había llegado a un acuerdo con una agente literaria (Patricia Clegg,<br />
que también era mi agente), y era Patricia quien daba la fiesta aquella noche. Dado que<br />
Brooklyn estaba situado en un lugar ideal para ver los fuegos artificiales, Ben y Fanny<br />
habían aceptado la invitación de Patricia. Yo también había aceptado, pero no pensaba<br />
ir. Estaba demasiado metido en mi trabajo como para querer salir de casa, pero cuando<br />
Fanny me llamó aquella tarde y me dijo que ella y Ben irían, cambié de idea. No les<br />
había visto desde hacía casi un mes y puesto que todo el mundo estaba a punto de<br />
dispersarse para las vacaciones supuse que sería mi última oportunidad de hablar con<br />
ellos antes del otoño.<br />
En realidad apenas hablé con Ben. La fiesta estaba en todo su apogeo cuando<br />
llegué, y al cabo de tres minutos de saludarle, la gente nos había empujado a los<br />
extremos opuestos de la habitación. Por pura casualidad me encontré junto a Fanny y al<br />
poco rato estábamos tan absortos en nuestra conversación que perdimos la pista de Ben.<br />
Maria Turner también estaba allí, pero no la vi entre el gentío. Sólo después del<br />
accidente me enteré de que había ido a la fiesta (que estaba de pie al lado de Sachs en la<br />
escalera de incendios antes de que se cayera), pero entonces la confusión era tal<br />
(invitados que chillaban, sirenas, ambulancias, enfermeros que corrían) que no percibí<br />
todo el impacto de su presencia. En las horas que precedieron a aquel momento me<br />
divertí mucho más de lo que esperaba. No era tanto la fiesta como estar con Fanny, el<br />
placer de volver a hablar con ella, de saber que seguíamos siendo amigos a pesar de<br />
todos los años y todos los desastres que quedaban a nuestras espaldas. A decir verdad,<br />
me sentía bastante sensiblero aquella noche, presa de pensamientos curiosamente<br />
sentimentales, y recuerdo haber mirado la cara de Fanny y haberme dado cuenta -de<br />
repente, como si fuese la primera vez- de que ya no éramos jóvenes, de que nuestras<br />
vidas se estaban escapando. Puede que fuese el alcohol que habíamos bebido, pero esta<br />
idea me golpeó con toda la fuerza de una revelación. Todos estábamos envejeciendo y<br />
ya sólo podíamos contar los unos con los otros. Fanny y Ben, Iris y David: aquélla era<br />
mi familia. Eran las personas a quienes quería y eran sus almas las que llevaba dentro<br />
de mí.<br />
Subimos al tejado con los otros, y a pesar de mi inicial renuencia, me alegré de<br />
no haberme perdido los fuegos artificiales. Las explosiones convertían Nueva York en<br />
una ciudad espectral, una metrópoli bajo asedio, y saboreé la absoluta confusión de todo<br />
ello: el ruido incesante, las corolas de luz, los colores flotando a través de los inmensos<br />
dirigibles de humo. La Estatua de la Libertad destacaba a nuestra izquierda en la bahía,<br />
incandescente con su gloria iluminada, y en varios momentos tuve la sensación de que<br />
los edificios de Manhattan estaban a punto de despegar del suelo para no volver más.<br />
Fanny y yo nos sentamos un poco atrás, clavando los talones para mantener el equilibrio<br />
a pesar de la pendiente del tejado, los hombros en contacto, hablando de cosas<br />
irrelevantes. Recuerdos, las cartas de Iris desde China, David, el articulo de Ben, el<br />
museo. No quiero darle demasiada importancia, pero justo unos momentos antes de que<br />
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