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PAUL AUSTER - Tres Tribus Cine

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-No, no la tendría. Sobre todo porque no parece muy difícil. No hay botones ni<br />

corchetes con los que aturullarse, ni cremalleras que se enganchen. Basta con tirar desde<br />

abajo y sacarlo.<br />

-O empezar por arriba e irlo bajando. La elección es suya, Mr. Sachs.<br />

Al momento se sentó a su lado en el sofá y un instante después el vestido cayó al<br />

suelo. Lillian le acometió con una mezcla de furia y picardía, atacando su cuerpo en<br />

breves y jadeantes arranques, y él no hizo nada para detenerla. Sachs sabía que estaba<br />

borracha, pero aunque sólo fuera un accidente, aunque sólo fuese el alcohol y el<br />

aburrimiento lo que la había empujado a sus brazos, estaba dispuesto a aceptarlo. Tal<br />

vez nunca tuviera otra oportunidad, se dijo, y después de cuatro semanas de esperar que<br />

ocurriera precisamente aquello, habría sido inimaginable que la rechazara.<br />

Hicieron el amor en el sofá y luego hicieron el amor en la cama de Lillian, e<br />

incluso después de que se le pasara el efecto del alcohol, ella siguió mostrándose tan<br />

ardiente como lo habla estado en los primeros momentos, ofreciéndose a él con un<br />

abandono y una concentración que anulaban cualquier resto de duda que él pudiera<br />

tener. Le arrastró, le vació, le destrozó. Y lo más notable fue que por la mañana<br />

temprano, cuando se despertaron y se encontraron en la cama, la emprendieron de<br />

nuevo, y esta vez, con la pálida luz extendiéndose por los rincones de la pequeña<br />

habitación, ella le dijo que le quería, y Sachs, que en ese momento la miraba a los ojos,<br />

no vio nada en ellos que le impidiera creerla.<br />

Era imposible saber qué había sucedido, y él nunca encontró el valor necesario<br />

para preguntarlo. Simplemente se dejó llevar, flotando en una ola de inexplicable<br />

felicidad, sin desear nada más que estar exactamente donde estaba. De la noche a la<br />

mañana él y Lillian se habían convertido en una pareja. Ella se quedaba en casa con él<br />

durante el día, compartiendo las tareas domésticas, asumiendo de nuevo sus<br />

responsabilidades de madre de Maria, y cada vez que él la miraba era como si ella<br />

repitiese lo que le había dicho aquella primera mañana en la cama. Pasó una semana y,<br />

cuando menos probable parecía que ella se retractara, más llegó él a aceptar lo que<br />

estaba sucediendo. Durante varios días seguidos llevó a Lillian de compras, colmándola<br />

de vestidos y de zapatos, ropa interior de seda, pendientes de rubíes y un hilo de perlas.<br />

Disfrutaron de buenos restaurantes y vinos caros, charlaron, hicieron planes, follaron<br />

interminablemente. Era demasiado bueno para ser cierto, tal vez, pero entonces él ya no<br />

era capaz de distinguir qué era bueno y qué era cierto. En realidad, ya no era capaz de<br />

pensar en nada.<br />

No hay forma de saber cuánto tiempo podría haber durado aquello. Si hubiesen<br />

estado los dos solos, tal vez habrían conseguido hacer algo con aquella explosión<br />

sexual, aquella historia de amor disparatada y absolutamente increíble. A pesar de sus<br />

implicaciones demoniacas, es posible que Sachs y Lillian hubiesen podido instalarse en<br />

alguna parte y tener una vida real juntos. Pero tropezaron con otras realidades, y menos<br />

de dos semanas después de que empezase esta nueva vida, ya estaba siendo cuestionada.<br />

Se habían enamorado, quizá, pero también habían alterado el equilibrio de la casa, y a la<br />

pequeña Maria no la hacía nada feliz el cambio. Había recuperado a su madre, pero<br />

también había perdido algo, y desde su punto de vista esta pérdida debía de parecer el<br />

derrumbamiento de un mundo. Durante casi un mes, ella y Sachs habían vivido juntos<br />

en una especie de paraíso. Había sido el único objeto de su afecto y él la había mimado<br />

y contemplado como nadie lo había hecho nunca. Ahora, sin una sola palabra de<br />

advertencia, él la había abandonado. Se había trasladado a la cama de su madre y en<br />

lugar de quedarse en casa y hacerle compañía, la dejaba con niñeras y salía todas las<br />

noches. Se sentía agraviada por todo ello. Le guardaba rencor a su madre por haberse<br />

interpuesto entre ellos y le guardaba rencor a Sachs por abandonarla, y después de<br />

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