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PAUL AUSTER - Tres Tribus Cine

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cuando mirabas a través del brazo te parecía que estabas a trescientos kilómetros por<br />

encima de la tierra, era la pura nada todo alrededor, el gran vacío del cielo. Los chicos<br />

subieron corriendo hasta la antorcha ellos solos, pero cuando había hecho dos tercios de<br />

la subida, yo me di cuenta de que no iba a poder acabarla. Siempre me había<br />

considerado una chica bastante fuerte. No era una de esas mujeres histéricas que chillan<br />

cuando ven un ratón, era una joven robusta y práctica que había pasado por todo, pero<br />

de pie en aquellas escaleras me sentí débil por dentro. Tenía un sudor frío, pensé que iba<br />

a vomitar. Doris tampoco estaba ya en muy buena forma, así que las dos nos sentamos<br />

en un escalón, confiando en que eso nos calmara los nervios. Nos ayudó un poco, pero<br />

no mucho, e incluso con el trasero plantado sobre algo sólido, yo seguía teniendo la<br />

sensación de que estaba a punto de caerme, de que en cualquier momento me caería de<br />

cabeza hasta el fondo. Fue lo más espantoso que he sentido en mi vida. Estaba<br />

completamente trastocada y revuelta. Tenía el corazón en la garganta, la cabeza en las<br />

manos, el estómago en los pies. Me asusté tanto pensando en Benjamin que me puse a<br />

llamarle a gritos para que bajara. Fue terrible. Mi voz resonaba dentro de la Estatua de<br />

la Libertad como los aullidos de un espíritu atormentado. Los chicos dejaron la antorcha<br />

finalmente y entonces bajamos todos las escaleras sentados, peldaño a peldaño. Doris y<br />

yo tratamos de que a los chicos les pareciese un juego, fingiendo que aquélla era la<br />

forma más divertida de bajar. Pero por nada en el mundo me hubiese puesto de pie<br />

nuevamente en aquellas escaleras. Antes me habría tirado al vacío que hacer eso.<br />

Debimos tardar una media hora en llegar abajo, y para entonces yo era una ruina, una<br />

masa de carne y huesos. Benjy y yo nos quedamos en casa de los Saperstein aquella<br />

noche, y desde entonces he tenido un miedo mortal a las alturas. Preferiría morirme a<br />

poner los pies en un avión, y en cuanto llego al tercer o cuarto piso de un edificio, me<br />

convierto en gelatina. ¿Qué os parece? Y todo empezó aquel día cuando Benjamin era<br />

un niño, mientras subíamos a la antorcha de la Estatua de la Libertad.<br />

-Fue mi primera lección de teoría política -dijo Sachs, apartando la vista de su<br />

madre para mirarnos a Fanny y a mí-. Aprendí que la libertad puede ser peligrosa. Si no<br />

tienes cuidado, puede matarte.<br />

No quiero darle demasiada importancia a esta historia, pero al mismo tiempo<br />

creo que no debo pasarla por alto. En sí misma, no es más que un episodio trivial, una<br />

pequeña anécdota familiar, y Mrs. Sachs la contó con suficiente humor, burlándose de sí<br />

misma, como para borrar sus más bien terroríficas implicaciones. Todos nos reímos<br />

cuando terminó, y luego la conversación pasó a otra cosa. De no ser por la novela de<br />

Sachs (la misma que llevó por las calles nevadas a nuestra lectura abortada en 1975), tal<br />

vez la habría olvidado por completo. Pero dado que ese libro está lleno de referencias a<br />

la Estatua de la Libertad es difícil ignorar la posibilidad de una relación; como si la<br />

experiencia infantil de presenciar el pánico de su madre estuviese de algún modo en el<br />

fondo de lo que escribió veinte años más tarde. Se lo pregunté aquella noche cuando<br />

volvíamos en su coche a la ciudad, pero Sachs se rió de mi pregunta. Ni siquiera se<br />

acordaba de esa parte de la historia, dijo. Luego, desechando el tema de una vez por<br />

todas, se lanzó en una cómica diatriba contra las trampas del psicoanálisis. En última<br />

instancia, nada de eso importa. El hecho de que Sachs negase la relación, no significa<br />

que ésta no existiera. Nadie puede decir de dónde proviene un libro, y menos que nadie<br />

la persona que lo escribe. Los libros nacen de la ignorancia, y si continúan viviendo<br />

después de escritos es sólo en la medida en que no pueden entenderse.<br />

El nuevo coloso es la única novela que Sachs publicó en su vida. Fue la primera<br />

cosa escrita por él que leí, y no cabe duda de que desempeñó un papel significativo en<br />

hacer que nuestra amistad prosperase. Sachs me había agradado en persona, pero<br />

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