You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
parece el trópico.<br />
-¿Y qué has estado haciendo desde que yo me fui a masacrar mi libro?<br />
-Masacrando el mío -contesté-. Todos los días añado unos cuantos párrafos a la<br />
catástrofe.<br />
-Debes tener ya bastante.<br />
-Once capítulos de los trece que tendrá. Supongo que eso quiere decir que la<br />
meta está a la vista.<br />
-¿Tienes idea de cuándo lo terminarás?<br />
-En realidad, no. <strong>Tres</strong> o cuatro meses, tal vez. Pero también podrían ser doce. O<br />
dos. Cada vez me resulta más difícil hacer predicciones.<br />
-Espero que me dejes leerlo cuando lo hayas terminado.<br />
-Por supuesto, serás la primera persona a quien se lo dé.<br />
En ese momento llegó la camarera a tomar nota de nuestro pedido. Por lo menos<br />
eso es lo que recuerdo: una interrupción temprana, una breve pausa en el flujo de<br />
nuestra conversación. Desde que me había trasladado a aquel barrio, había ido a<br />
almorzar a Costello’s unas dos veces por semana y la camarera me conocía. Era una<br />
mujer inmensamente gorda y simpática que andaba como un pato por entre las mesas<br />
vestida de uniforme verde pálido y siempre con un lápiz amarillo metido en su pelo gris<br />
muy rizado. Nunca escribía con aquel lápiz, usaba otro que llevaba en el bolsillo del<br />
delantal, pero le gustaba tenerlo a mano para casos de emergencia. No recuerdo el<br />
nombre de esa mujer, pero ella solía llamarme “chati” y se quedaba charlando conmigo<br />
siempre que entraba; nunca acerca de nada concreto, pero siempre de un modo que me<br />
hacia sentir bienvenido. Incluso con Sachs allí aquella tarde, nos entregamos a uno de<br />
nuestros largos intercambios de palabras. Da igual de qué hablásemos, sólo lo menciono<br />
para señalar de qué humor estaba Sachs aquel día. No sólo no habló con la camarera (lo<br />
cual era sumamente insólito en él), sino que en el mismo momento en que ella se<br />
marchó con nuestro pedido, él reanudó la conversación exactamente donde la habíamos<br />
dejado, como si no hubiésemos sido interrumpidos. Sólo entonces empecé a comprender<br />
lo agitado que estaba. Más tarde, cuando nos sirvieron la comida, creo que no comió<br />
más de uno o dos bocados. Fumó y bebió café, ahogando sus cigarrillos en los platillos<br />
inundados.<br />
-El trabajo es lo que cuenta -dijo, cerrando el periódico y echándolo sobre el<br />
banco a su lado-. Quiero que lo sepas.<br />
-Creo que no te sigo -dije, dándome cuenta de que lo seguía bastante bien.<br />
-Te estoy diciendo que no te preocupes, nada más.<br />
-¿Preocuparme? ¿Por qué habría de preocuparme?<br />
-No, no debes preocuparte -dijo Sachs, dedicándome una sonrisa cordial y<br />
asombrosamente radiante. Por un momento, su expresión fue casi beatífica-. Pero te<br />
conozco lo suficiente como para estar bastante seguro de que te preocuparás.<br />
-¿Me he perdido algo o es que hoy hemos decidido hablar dando rodeos?<br />
-No pasa nada, Peter. Eso es lo único que quiero decirte. Fanny me lo ha<br />
contado y no tienes por qué sentirte culpable por ello.<br />
-¿Qué es lo que te ha contado?<br />
Era una pregunta ridícula, pero yo estaba demasiado aturdido por su serenidad<br />
como para decir cualquier otra cosa.<br />
-Lo que ha sucedido mientras estaba fuera. Los rayos y las centellas. Los polvos<br />
y los lodos. Toda la maldita historia.<br />
-Ya entiendo. No ha dejado mucho espacio para la imaginación.<br />
-No, no demasiado.<br />
-Bueno, ¿y ahora qué pasa? ¿Es éste el momento en que me das tu tarjeta y me<br />
54