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PAUL AUSTER - Tres Tribus Cine

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dejado mi apartamento y estaba camino de Europa.<br />

No hay duda de que formaban una extraña pareja. En casi cualquier sentido que<br />

se me ocurra, Ben y Fanny parecían existir en reinos mutuamente excluyentes. Ben era<br />

todo brazos y piernas, un conjunto de ángulos agudos y huesudas protuberancias,<br />

mientras que Fanny era baja y redonda, con una cara suave y la piel aceitunada. En<br />

comparación con Fanny, Ben era rubicundo, con el pelo rizado y despeinado y una piel<br />

que se quemaba fácilmente al sol. Ocupaba mucho espacio, parecía estar<br />

constantemente en movimiento, cambiaba de expresión facial cada cinco o seis<br />

segundos, mientras que Fanny era equilibrada, sedentaria, gatuna en su forma de habitar<br />

su propio cuerpo. No me parecía bella tanto como exótica, aunque tal vez ésa sea una<br />

palabra muy fuerte para lo que estoy tratando de expresar. La expresión capacidad de<br />

fascinación probablemente se aproximaba más a lo que quiero decir, cierto aire de<br />

autosuficiencia que hacía que desearas mirarla, incluso cuando estaba sentada sin hacer<br />

nada. No era graciosa en el sentido en que podía serlo Ben, no era rápida, nunca hablaba<br />

demasiado. Y, sin embargo, yo siempre tenía la sensación de que era la más lógica de<br />

los dos, la más inteligente, la más analítica. La mente de Ben era toda intuición, osada<br />

pero no especialmente sutil, una mente a la que le gustaba correr riesgos, penetrar en la<br />

oscuridad, hacer conexiones improbables. Fanny, por el contrario, era concienzuda y<br />

desapasionada, perseverante en su paciencia, nada propensa a los juicios rápidos o los<br />

comentarios infundados. Ella era una erudita, él era un tipo listo; ella era una esfinge, él<br />

era una herida abierta; ella era una aristócrata, él era un hombre del pueblo. Estar con<br />

ellos era como observar el matrimonio entre una pantera y un canguro. Fanny, siempre<br />

magníficamente vestida, con mucho estilo, caminando al lado de un hombre casi treinta<br />

centímetros más alto que ella, un niño grande con camiseta negra, pantalones vaqueros<br />

y una sudadera gris con capucha. En la superficie no parecía tener sentido. Les veías y<br />

tu primera reacción era pensar que no se conocían.<br />

Pero eso era sólo en la superficie. Debajo de su aparente torpeza, Sachs tenía<br />

una notable comprensión de las mujeres. No sólo de Fanny, sino de casi todas las<br />

mujeres que conocía, y yo me sorprendía una y otra vez al ver con qué naturalidad se<br />

sentían atraídas por él. Tal vez tenía algo que ver el hecho de haber crecido con tres<br />

hermanas, como si las intimidades aprendidas en la infancia le hubiesen impregnado de<br />

un conocimiento oculto, un acceso a los secretos femeninos que otros hombres pasan<br />

toda su vida tratando de descubrir. Fanny tenía sus momentos difíciles, y me imagino<br />

que la convivencia con ella no había de ser fácil. Su calma exterior era una máscara que<br />

ocultaba la turbulencia interior, y en varias ocasiones vi por mí mismo lo rápidamente<br />

que podía caer en estados de ánimo sombríos y depresivos, abrumada por una<br />

indefinible angustia que de pronto la empujaba al borde de las lágrimas. En esas<br />

ocasiones Sachs la protegía, tratándola con una ternura y discreción que podía ser<br />

conmovedora, y creo que Fanny aprendió a depender de él por eso, a darse cuenta de<br />

que nadie era capaz de entenderla tan profundamente como él. Con mucha frecuencia,<br />

esta compasión se expresaba indirectamente, en un lenguaje impenetrable para los<br />

extraños. La primera vez que fui a su apartamento, por ejemplo, la conversación durante<br />

la cena nos llevó al tema de los niños: tenerlos o no tenerlos, cuál era el mejor momento<br />

si los querías, cuántos cambios significaban, etc. Recuerdo haber hablado rotundamente<br />

a favor de tenerlos. Sachs, en cambio, se enfrascó en una larga perorata acerca de por<br />

qué estaba en desacuerdo conmigo. Los argumentos que utilizó eran bastante<br />

convencionales (el mundo es un lugar demasiado terrible, la población es demasiado<br />

numerosa, perderían demasiada libertad), pero los expuso con tanta vehemencia y<br />

convicción que supuse que hablaba también en nombre de Fanny y que ambos eran<br />

totalmente opuestos a convertirse en padres. Años más tarde descubrí que la verdad era<br />

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