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PAUL AUSTER - Tres Tribus Cine

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desvanecerse. Entre otras cosas, descubrimos que el día de nuestro cumpleaños<br />

coincidía, y aunque ninguno de los dos creía en la astrología, la coincidencia contribuyó<br />

a formar un vínculo entre nosotros. El hecho de que Fanny fuese un año mayor que yo<br />

me permitía tratarla con burlona deferencia siempre que surgía el tema, una broma que<br />

nunca dejó de arrancarle una risa. Dado que no era persona que se riese fácilmente, lo<br />

tomé como señal de progreso por mi parte. Y, más importante, estaba su trabajo. Mis<br />

conversaciones con ella sobre pintura norteamericana primitiva condujeron a una<br />

duradera pasión por artistas tales como Ryder, Church, Blakelock y Cole, a los cuales<br />

apenas había oído nombrar antes de conocer a Fanny. Ella defendió su tesis en la<br />

Columbia en el otoño de 1975 (una de las primeras monografías publicadas sobre Albert<br />

Pinkham Ryder) y luego fue contratada como conservadora ayudante de arte<br />

norteamericano en el Museo de Brooklyn, donde ha continuado trabajando desde<br />

entonces. Mientras escribo estas palabras (11 de julio), ella aún no tiene ni idea de lo<br />

que le ha sucedido a Ben. Se marchó de viaje por Europa el mes pasado y su regreso no<br />

está previsto hasta el Día del Trabajo. Supongo que podría ponerme en contacto con<br />

ella, pero no veo de qué serviría. A estas alturas ella no puede hacer nada por él y, a<br />

menos que el FBI dé con alguna respuesta antes de que vuelva, probablemente lo mejor<br />

es que me calle. Al principio pensé que tal vez era mi deber llamarla, pero ahora que he<br />

tenido tiempo de rumiarlo he decidido no estropearle las vacaciones. Ya ha sufrido<br />

suficiente, y el teléfono no es la forma más apropiada de darle una noticia como ésta.<br />

Me mantendré alejado hasta que vuelva, y entonces la sentaré delante de mí y le contaré<br />

en persona lo que sé.<br />

Recordando ahora los primeros días de nuestra amistad, lo que más me llama la<br />

atención es cuánto les admiraba a los dos, separadamente y como pareja. El libro de<br />

Sachs me había producido una profunda impresión y además de agradarme por su<br />

personalidad, me sentía halagado por el interés que mostraba en mi trabajo. Sólo tenía<br />

dos años más que yo y, sin embargo, comparado con lo que él había conseguido hasta<br />

entonces, yo me sentía un principiante. Me había perdido las reseñas de El nuevo<br />

coloso, pero la opinión general era que el libro había generado mucha controversia.<br />

Algunos críticos le dieron un palo -fundamentalmente por razones políticas, condenando<br />

a Sachs por lo que consideraban su patente “antiamericanismo”-, pero hubo<br />

otros que se entusiasmaron y lo aclamaron como uno de los jóvenes novelistas más<br />

prometedores aparecidos en varios años. En el aspecto comercial no sucedió gran cosa<br />

(las ventas fueron modestas y pasaron dos años hasta que se publicó una edición de<br />

bolsillo), pero el nombre de Sachs había quedado colocado en el mapa literario. Lo<br />

lógico es que uno pensara que él se sentiría gratificado por todo esto, pero enseguida<br />

aprendí que Sachs podía ser irritantemente insensible respecto a estas cosas. Raras<br />

veces hablaba de sí mismo como hacen otros escritores, y mi impresión era que tenía<br />

poco o ningún interés por seguir lo que la gente llama “una carrera literaria”. No le<br />

gustaba la competitividad, no le preocupaba su reputación, no estaba orgulloso de su<br />

talento. Ésa era una de las cosas que más me atraían de él: la pureza de sus ambiciones,<br />

la absoluta simplicidad con que se planteaba su trabajo. Esto hacía que a veces resultase<br />

terco e irritable, pero también le daba valor para hacer exactamente lo que quería.<br />

Después del éxito de su primera novela, por ejemplo, empezó inmediatamente a escribir<br />

otra, pero cuando tenía aproximadamente cien páginas rompió el manuscrito y lo<br />

quemó. Inventar historias era un engaño, dijo, y sin más decidió dejar la literatura. Esto<br />

fue a finales de 1973 o principios de 1974, más o menos un año antes de conocernos.<br />

Después de eso empezó a escribir ensayos, toda clase de ensayos y artículos sobre una<br />

gran variedad de temas: política, literatura, deportes, historia, cultura popular,<br />

gastronomía, cualquier cosa en la que le apeteciese pensar esa semana o ese día. Su<br />

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