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PAUL AUSTER - Tres Tribus Cine

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del movimiento democrático chino descubrir su torpe imitación de la Estatua de la<br />

Libertad en la Plaza de Tiananmen. Me di cuenta de que había subestimado el poder del<br />

símbolo. Representaba una idea que pertenecía a todos, al mundo entero, y el Fantasma<br />

había desempeñado un papel crucial en la resurrección de su significado. Me había<br />

equivocado al ignorarlo. Había conmovido las profundidades de la tierra y las ondas<br />

estaban empezando a subir a la superficie, afectando a todas las zonas al mismo tiempo.<br />

Algo había sucedido, algo nuevo flotaba en el aire, y hubo días esa primavera en que al<br />

andar por la ciudad casi imaginaba que las aceras vibraban bajo mis pies.<br />

Yo había empezado una novela a principios de año, y cuando Iris y yo salimos<br />

de Nueva York camino de Vermont el verano pasado, estaba sumergido en mi historia,<br />

casi incapaz de pensar en ninguna otra cosa. Me instalé en el antiguo estudio de Sachs<br />

el 25 de junio y ni siquiera esa situación potencialmente espectral pudo interrumpir mi<br />

ritmo. Hay un momento en el cual un libro empieza a apoderarse de tu vida, cuando el<br />

mundo que has imaginado se vuelve más importante para ti que el mundo real, y apenas<br />

se me pasó por la cabeza que estaba sentado en la misma silla en la que Sachs solía<br />

sentarse, que estaba escribiendo en la misma mesa en la que él escribía, que estaba<br />

respirando el mismo aire que él había respirado. Más bien era una fuente de placer para<br />

mí. Disfrutaba teniendo cerca a mi amigo nuevamente y tenía la sensación de que si él<br />

hubiera sabido que yo estaba ocupando su espacio, se habría alegrado. Sachs era un<br />

fantasma acogedor y no habría dejado detrás de sí ni amenazas ni malos espíritus en su<br />

cabaña. Yo sentía que él deseaba que yo estuviera allí, y aunque gradualmente había ido<br />

aceptando la opinión de Iris (que Sachs había muerto, que nunca volvería), era como si<br />

todavía nos entendiésemos, como si nada hubiese cambiado entre nosotros.<br />

A principios de agosto Iris se fue a Minnesota para asistir a la boda de una<br />

amiga de infancia. Se llevó a Sonia con ella y puesto que David estaba en el<br />

campamento de verano hasta fin de mes, me instalé aquí solo y seguí adelante con mi<br />

libro. Al cabo de un par de días, me encontré cayendo en las mismas pautas que se<br />

establecen siempre que Iris y yo estamos separados: demasiado trabajo; poca comida;<br />

noches insomnes y desasosegadas. Cuando Iris está en la cama conmigo siempre duermo,<br />

pero en el mismo instante en que se va temo cerrar los ojos. Cada noche se hace un<br />

poco más dura que la anterior y en muy poco tiempo estoy levantado y con la luz<br />

encendida hasta la una, las dos o las tres de la mañana. Nada de esto es importante, pero<br />

debido a que tenía estos problemas durante la ausencia de Iris el verano pasado, me<br />

encontraba despierto cuando Sachs hizo su súbita e inesperada aparición en Vermont.<br />

Eran casi las dos y yo estaba tumbado en la cama del piso de arriba leyendo una mala<br />

novela policiaca, una historia de misterio que algún invitado se había dejado años antes,<br />

cuando oí el ruido de un coche que subía por el camino de tierra. Levanté los ojos del<br />

libro, esperando que el coche pasara de largo, pero entonces, inconfundiblemente, el<br />

motor se ralentizó, la luz de los faros barrió mi ventana y el coche giró, rozando contra<br />

los arbustos de espino al detenerse en el patio. Me metí unos pantalones, bajé las<br />

escaleras corriendo y llegué a la cocina justo unos segundos después de que el motor se<br />

hubiese apagado. No tenía tiempo de pensar. Me fui derecho a los utensilios que había<br />

sobre la encimera, agarré el cuchillo más largo que pude encontrar y me quedé allí en la<br />

oscuridad, esperando a la persona que entraba. Me figuré que seria un ladrón o un<br />

maníaco, y durante los siguientes diez o veinte segundos estuve más asustado de lo que<br />

lo había estado en mi vida.<br />

La luz se encendió antes de que pudiese atacarle. Fue un gesto automático -<br />

entrar en la cocina y encender la luz- y un instante después de que mi emboscada<br />

hubiese fracasado, me di cuenta de que era Sachs quien lo había hecho. Hubo un<br />

mínimo intervalo entre estas dos percepciones, sin embargo, y en ese tiempo me di por<br />

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