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cuando me di cuenta de que también podía admirar su obra, sentí muchas más ganas de<br />
conocerle, estuve mucho más dispuesto a verle y hablarle de nuevo. Eso le colocó en el<br />
acto en un lugar distinto del de todas las demás personas que había conocido desde que<br />
volví a Estados Unidos. Descubrí que era más que un compañero de copas en potencia,<br />
más que simplemente otro conocido. Una hora después de abrir el libro de Sachs hace<br />
quince años, comprendí que era posible que llegásemos a ser amigos.<br />
Acabo de pasar la mañana examinándolo de nuevo (hay varios ejemplares aquí,<br />
en la cabaña), y estoy asombrado por lo poco que han cambiado mis sentimientos<br />
respecto al libro. Creo que no necesito decir mucho más. El libro continúa existiendo, se<br />
encuentra en librerías y bibliotecas y cualquiera que desee leerlo puede hacerlo sin<br />
dificultad. Apareció en edición de bolsillo un par de meses después de que Sachs y yo<br />
nos conociésemos y desde entonces ha estado casi siempre a la venta, viviendo una vida<br />
tranquila pero saludable en los márgenes de la literatura reciente. Un libro excéntrico<br />
que ha conservado un pequeño sitio en las estanterías. La primera vez que lo leí, sin<br />
embargo, entré en él en frío. Después de escuchar a Sachs en el. bar, supuse que había<br />
escrito una primera novela convencional, uno de esos intentos apenas velados de<br />
novelar la historia de la propia vida. No pensaba reprochárselo, pero él había hablado<br />
tan despectivamente del libro, que sentí que tenía que prepararme para una especie de<br />
decepción. Me dedicó un ejemplar aquel día en el bar, pero en lo único en que me fijé<br />
entonces fue que se trataba de un libro grueso, de más de cuatrocientas páginas. Empecé<br />
a leerlo la tarde siguiente, tumbado en la cama después de beberme seis tazas de café<br />
para aliviar la resaca de la juerga del sábado. Como Sachs me habla advertido, era el<br />
libro de un hombre joven, pero no en ninguno de los sentidos que yo había supuesto. El<br />
nuevo coloso no tenía nada que ver con los años sesenta, nada que ver con Vietnam, ni<br />
con el movimiento antiguerra, nada que ver con los diecisiete meses que él había pasado<br />
en la cárcel. El hecho de que yo hubiese esperado encontrar todo eso se debía a una falta<br />
de imaginación por mi parte. La idea de la cárcel era tan terrible para mí que no podía<br />
imaginar que alguien que hubiese estado en ella no escribiese acerca de eso.<br />
Como todos los lectores saben, El nuevo coloso es una novela histórica, un libro<br />
meticulosamente documentado situado en América entre 1876 y 1890 y basado en<br />
hechos reales. La mayoría de los personajes son seres que vivieron realmente en esa<br />
época, e incluso cuando los personajes son imaginarios, no son tanto inventos como<br />
préstamos, figuras robadas de las páginas de otras novelas. Por lo demás, todos los<br />
hechos son verdaderos -verdaderos en el sentido de que siguen el hilo de la historia- y<br />
en aquellos lugares en los que eso no queda claro, no hay ninguna manipulación de las<br />
leyes de la probabilidad. Todo parece verosímil, real, incluso banal por lo preciso de su<br />
descripción, y sin embargo Sachs sorprende al lector continuamente, mezclando tantos<br />
géneros y estilos para contar su historia que el libro empieza a parecer una máquina de<br />
juego, un fabuloso artefacto con luces parpadeantes y noventa y ocho efectos sonoros<br />
diferentes. De capítulo en capítulo, va saltando de la narración tradicional en tercera<br />
persona a diarios y cartas en primera persona, de tablas cronológicas a pequeñas<br />
anécdotas, de artículos de periódico a ensayos o diálogos teatrales. Es un torbellino, una<br />
maratón a toda velocidad desde la primera línea hasta la última, y piense lo que cada<br />
uno piense del libro en su conjunto, es imposible no respetar la energía del autor, el<br />
absoluto atrevimiento de sus ambiciones.<br />
Entre los personajes que aparecen en la novela están Emma Lazarus, Toro<br />
Sentado, Ralph Waldo Emerson, Joseph Pulitzer, Búfalo Bill Cody, Auguste Bartholdi,<br />
Catherine Weldon, Rose Hawthorne (la hija de Nathaniel), Ellery Channing, Walt<br />
Whitman y William Tecumseh Sherman. Pero también aparece Raskolnikov (sacado<br />
directamente del epílogo de Crimen y castigo: puesto en libertad y recién llegado como<br />
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