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PAUL AUSTER - Tres Tribus Cine

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justamente la contraria. Habían deseado desesperadamente tener hijos, pero Fanny no<br />

podía concebir. Tras numerosos intentos de conseguir que se quedase embarazada,<br />

habían consultado con los médicos, habían probado tratamientos de fertilidad, habían<br />

utilizado diversos remedios de herbolario, pero nada había servido. Sólo unos días antes<br />

de aquella cena en 1975 les habían dado la confirmación definitiva de que nada serviría<br />

nunca. Fue un golpe tremendo para Fanny. Según me confesó más adelante, fue su pena<br />

más grande, una pérdida que continuaría llorando el resto de su vida. Para evitar que<br />

ella tuviese que hablar del asunto delante de mí aquella tarde, Sachs había<br />

confeccionado una mezcolanza de mentiras espontáneas, una olla de vapor y cháchara<br />

para oscurecer el tema en la mesa. Yo sólo oí un fragmento de lo que realmente dijo,<br />

pero eso fue porque pensé que me estaba dirigiendo sus comentarios a mí. Según comprendí<br />

más tarde, le había hablado a Fanny todo el rato. Le estaba diciendo que no tenía<br />

que darle un hijo para que él siguiera queriéndola.<br />

Yo veía a Ben más a menudo que a Fanny. Cuando la veía a ella Ben estaba<br />

siempre presente, pero poco a poco conseguimos formar una amistad propia. En cierto<br />

sentido, mi antiguo enamoramiento hacía que esta proximidad pareciese inevitable, pero<br />

también se interponía como una barrera entre nosotros, y pasaron varios meses hasta<br />

que pude mirarla sin sentirme azorado. Fanny era un viejo sueño, un fantasma de<br />

secreto deseo enterrado en mi pasado, y ahora que se había materializado en un nuevo<br />

papel -como mujer de carne y hueso, como esposa de mi amigo- reconozco que<br />

estaba desconcertado. Esto me llevó a decir algunas estupideces cuando la conocí, y<br />

estas meteduras de pata aumentaron mi sensación de culpa y confusión. Durante una de<br />

las primeras tardes que pasé en su apartamento incluso le dije que no había escuchado<br />

una sola palabra en las clases a las que habíamos asistido juntos.<br />

-Todas las semanas me pasaba la hora entera mirándote -le dije-. La práctica es<br />

más importante que la teoría, después de todo, y pensé que para qué iba a perder el<br />

tiempo escuchando conferencias sobre estética cuando la belleza estaba sentada allí,<br />

justo delante de mí.<br />

Creo que era un intento por mi parte de disculparme por mi comportamiento<br />

anterior, pero sonó fatal. Esas cosas no deberían decirse nunca, en ninguna<br />

circunstancia, y menos aún en un tono de voz desenfadado. Ponen una carga terrible<br />

sobre la persona a quien van dirigidas y no puede salir nada bueno de ello. En cuanto<br />

pronuncié esas palabras, vi que a Fanny le sobresaltaba mi brusquedad.<br />

-Sí -dijo, forzando una sonrisita-, recuerdo aquella clase. Era bastante árida.<br />

-Los hombres son monstruos -dije, incapaz de contenerme-. Tienen hormigas en<br />

los pantalones y la cabeza llena de porquerías. Sobre todo cuando son jóvenes.<br />

-No son porquerías -dijo Fanny-. Simplemente hormonas.<br />

-También. Pero a veces es difícil advertir la diferencia.<br />

-Siempre tenias una expresión grave en la cara -dijo-. Recuerdo haber pensado<br />

que debías ser una persona muy seria. Uno de esos jóvenes que van a suicidarse o a<br />

cambiar el mundo.<br />

-Hasta ahora no he hecho ninguna de las dos cosas. Supongo que eso quiere<br />

decir que he renunciado a mis viejas ambiciones.<br />

-Lo cual es bueno. No conviene quedarse anclado en el pasado. La vida es<br />

demasiado interesante para eso.<br />

A su manera críptica, Fanny me estaba liberando... y también haciéndome una<br />

advertencia. Mientras me comportara bien, no me reprocharía mis antiguos pecados. Me<br />

hizo sentir como si estuviese sometido a juicio, pero lo cierto es que tenía muchas<br />

razones para desconfiar del nuevo amigo de su marido, y no la culpo por mantenerme a<br />

distancia. A medida que íbamos conociéndonos mejor, la incomodidad empezó a<br />

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