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PAUL AUSTER - Tres Tribus Cine

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Ben se cayese, la conversación nos llevó a la historia que él y su madre nos habían<br />

contado acerca de su visita a la Estatua de la Libertad en 1951. Dadas las circunstancias,<br />

era natural que la historia saliese a relucir, pero de todas formas fue horrible, porque<br />

nada más reírnos de la idea de caerse por la Estatua de la Libertad, Ben se cayó desde la<br />

escalera de incendios. Un instante después Maria y Agnes empezaron a gritar. Era como<br />

si el haber anunciado la palabra caída hubiese precipitado una caída real, y aunque no<br />

existiese ninguna relación entre los dos sucesos, todavía siento náuseas cada vez que<br />

pienso en lo sucedido. Todavía oigo los gritos que daban las dos mujeres y todavía veo<br />

la expresión en la cara de Fanny cuando oímos que gritaban el nombre de Ben, la<br />

expresión de miedo que invadió sus ojos mientras las luces de colores de las<br />

explosiones continuaban rebotando contra su piel.<br />

Le llevaron al Long Island College Hospital, aún inconsciente. Aunque se<br />

despertó al cabo de una hora, le tuvieron allí casi dos semanas, haciéndole una serie de<br />

pruebas en el cerebro para medir la extensión exacta del daño. Creo que le habrían dado<br />

el alta antes, pero Sachs no dijo nada durante los primeros diez días; no pronunció ni<br />

una sílaba con nadie, ni con Fanny, ni conmigo, ni con Maria Turner (que venía a<br />

visitarle todas las tardes), ni con los médicos o las enfermeras. El locuaz e irrefrenable<br />

Sachs se había quedado silencioso y parecía lógico suponer que había perdido el habla,<br />

que el golpe recibido en la cabeza le había causado graves daños internos.<br />

Fue un periodo infernal para Fanny. Pidió un permiso en el trabajo y pasaba<br />

todos los días sentada en la habitación con Ben, pero él se mostraba indiferente a ella,<br />

cerraba a menudo los ojos y fingía dormir cuando entraba ella, respondía a sus sonrisas<br />

con miradas inexpresivas, daba la impresión de que su presencia no le proporcionaba<br />

ningún consuelo. Esto hacía que una situación ya difícil se volviese casi intolerable para<br />

ella y creo que nunca la había visto tan preocupada, tan trastornada, tan próxima a la<br />

total infelicidad como entonces. Tampoco ayudaba el que Maria continuara yendo.<br />

Fanny imputaba toda clase de motivos a aquellas visitas, pero la verdad era que sus<br />

sospechas eran infundadas. Maria apenas conocía a Ben y habían transcurrido muchos<br />

años desde su último encuentro. Siete años, para ser exactos, puesto que la última vez<br />

había sido en la cena en Brooklyn en la que Maria y yo nos conocimos. La invitación de<br />

Maria a la fiesta por la Estatua de la Libertad no tenía nada que ver con el hecho de que<br />

conociese a Ben, a Fanny o a mí. Agnes Darwin, una editora que estaba preparando un<br />

libro sobre el trabajo de Maria, era amiga de Patricia Clegg, y fue quien la llevó a la<br />

reunión de aquella noche. Ver caer a Ben fue una experiencia aterradora para Maria, e<br />

iba al hospital debido al miedo y la preocupación, porque le habría parecido mal no<br />

hacerlo. Yo lo sabía, pero Fanny no, y al ver su congoja cada vez que ella y Maria se<br />

cruzaban (comprendiendo que sospechaba lo peor, que se había convencido de que<br />

Maria y Ben tenían una aventura secreta) las invité a las dos a almorzar en la cafetería<br />

del hospital una tarde para aclarar las cosas.<br />

Según Maria, ella y Ben habían estado charlando durante un rato en la cocina. Él<br />

estaba animado y encantador, regalándola con arcanas anécdotas acerca de la Estatua de<br />

la Libertad. Cuando empezaron los fuegos artificiales, él sugirió que salieran por la<br />

ventana de la cocina para verlos desde la escalera de incendios en lugar de subir al<br />

tejado. A ella no le pasó por la imaginación que él hubiese bebido en exceso, pero en un<br />

momento dado, de modo completamente inesperado, él dio un salto, pasó las piernas<br />

sobre la barandilla y se sentó en el borde del pasamanos de hierro con las piernas<br />

colgando en la oscuridad. Esto la asustó, nos dijo, y corrió hacia él y le rodeó con sus<br />

brazos desde atrás, agarrándose a su torso para impedirle caer. Trató de persuadirlo de<br />

que se bajara, pero él se rió y le dijo que no se preocupara. Justo entonces Agnes<br />

Darwin entró en la cocina y vio a Maria y Ben por la ventana abierta. Estaban de<br />

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