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PAUL AUSTER - Tres Tribus Cine

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todo, y Maria puede ser muy seductora cuando se lo propone. Puesto que no sucedió<br />

nada, no vale la pena que te hagas reproches.<br />

-No es que yo me sintiera tentado -dijo Sachs despacio, eligiendo<br />

cuidadosamente las palabras-. Es que la estaba tentando. Yo no iba a volver a hacer eso,<br />

¿comprendes? Me había prometido a mí mismo que se había terminado, y estaba<br />

haciéndolo otra vez.<br />

-Estás confundiendo los pensamientos con los hechos -dije-. Hay un mundo de<br />

diferencia entre hacer algo y pensarlo únicamente. Si no hiciésemos esa distinción, la<br />

vida sería imposible.<br />

-No estoy hablando de eso. La cuestión era que yo quería hacer algo que un<br />

momento antes no había sido consciente de querer hacer. No se trataba de ser infiel a<br />

Fanny, se trataba de conocerme a mí mismo. Me pareció espantoso descubrir que era<br />

capaz de engañarme de esa manera. Si hubiese parado inmediatamente, la cosa no<br />

habría sido tan grave, pero incluso después de comprender lo que estaba haciendo,<br />

continué coqueteando con ella.<br />

-Pero no la tocaste. En última instancia, eso es lo único que cuenta.<br />

-No, no la toqué. Pero preparé las cosas de modo que ella tuviese que tocarme a<br />

mí. En lo que a mi respecta, eso es aún peor. Fui deshonesto conmigo mismo. Me atuve<br />

a la letra de la ley como un buen boy scout, pero traicioné su espíritu por completo. Por<br />

eso me caí de la escalera de incendios. No fue realmente un accidente, Peter. Lo<br />

provoqué yo. Actué como un cobarde y tuve que pagar por ello.<br />

-¿Estás diciendo que saltaste?<br />

-No, no fue así de sencillo. Corrí un estúpido riesgo, eso es todo. Hice algo<br />

imperdonable porque estaba demasiado avergonzado como para reconocer que quería<br />

tocarle la pierna a Maria. En mi opinión, un hombre que llega a tales extremos de<br />

autoengaño se merece cualquier cosa.<br />

Por eso la llevó a la escalera de incendios. Era una salida a la incómoda escena<br />

que se había desarrollado en la cocina, pero también era el primer paso de un<br />

complicado plan, un ardid que le permitiría frotarse contra el cuerpo de Maria y seguir<br />

conservando su honor intacto. Esto era lo que tanto le vejaba después, no su deseo, sino<br />

la negación de ese deseo como medio engañoso de satisfacerlo. Fuera todo era un caos,<br />

dijo. Multitudes que vitoreaban, fuegos artificiales que estallaban, un estruendo<br />

frenético y palpitante en sus oídos. Se quedaron de pie en la plataforma durante unos<br />

momentos mirando una andanada de cohetes que iluminaban el cielo y luego él puso en<br />

práctica la primera parte de su plan. Teniendo en cuenta toda una vida de miedo a tales<br />

situaciones, fue notable que no vacilase. Acercándose al borde de la plataforma, pasó la<br />

pierna derecha sobre la barandilla, y se estabilizó brevemente agarrándose a la barra con<br />

las dos manos, luego pasó también la pierna izquierda. Mientras se balanceaba ligeramente<br />

hacia atrás y hacia adelante para establecer su equilibrio, oyó que Maria<br />

lanzaba una exclamación. Sachs se dio cuenta de que ella pensaba que estaba a punto de<br />

saltar, así que rápidamente la tranquilizó, insistiendo en que sólo trataba de tener mejor<br />

vista. Afortunadamente, Maria no quedó satisfecha con su respuesta. Le rogó que se<br />

bajara, y como él se negó, ella hizo exactamente lo que él había supuesto, exactamente<br />

lo que había calculado conseguir con temerarias estratagemas. Corrió hacia él y le rodeó<br />

el pecho con sus brazos. Eso fue todo: un mínimo acto de preocupación que se disfrazó<br />

de abrazo apasionado. No le produjo la reacción extática que había deseado (estaba<br />

demasiado asustado para prestarle toda su atención), pero tampoco le decepcionó por<br />

completo. Notaba su aliento cálido aleteando contra su nuca, notaba sus pechos<br />

apretados contra su espina dorsal, notaba su perfume. Fue un momento brevísimo, el<br />

más pequeño de los placeres efímeros, pero mientras sus brazos desnudos y esbeltos le<br />

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