número completo - Youkali, revista crítica de las artes y del ...

co del ejercicio del poder en el interior de la sociedad
civil, pero lo que importa no es eso, sino la inversión
que este mismo sufre:
“En los siglos XVII y XVIII se trataba de saber cómo
podría recuperarse en el origen de la sociedad la forma
jurídica que limitara de antemano, en la raíz misma de
esa sociedad, el ejercicio del poder. Ahora, al contrario,
estamos frente a una sociedad en cuya existencia hay
fenómenos de subordinación y, por lo tanto, fenómenos
de poder, y el problema va a ser simplemente saber cómo
reglamentar el poder, cómo limitarlo dentro de una
sociedad donde la subordinación ya actúa. Y así se
planteará la cuestión que va a recorrer todo el pensamiento
político desde finales del siglo XVIII hasta
nuestros días: [la de las] relaciones de la sociedad civil
y el Estado” 15 .
En realidad, Foucault carece de tiempo para desarrollar
la respuesta a esta cuestión decisiva y no propone
más que algunas pistas, mencionando simplemente
a Hegel (“y aquí no hablo de eso, el Estado como
consciencia de sí y realización ética de la sociedad
civil”), ignorando a Marx o bosquejando orientaciones
distintas para Alemania, Inglaterra y Francia.
Conviene valorar en consecuencia la pertinencia
de tal análisis político e histórico de la sociedad civil.
Sería fácil criticar la lectura de Ferguson esbozada
por Foucault y mostrar que este último descuida la
historización de la antropología al proyectar el modelo
del homo oeconomicus sobre el salvaje y el bárbaro,
cuando Ferguson, en verdad, no ha cesado de recalcar
la diferencia de los espíritus y de las costumbres,
es decir, de las pasiones y de las motivaciones 16 .
Para Ferguson, al igual que para sus sucesores, el
hombre no es precisamente igual en el estado salvaje
o bárbaro y en la “sociedad civil”, entendida esta
misma como sociedad civilizada (el hombre no se
mueve por el interés mercantil) –de hecho, es posible
revertir contra Foucault la crítica marxista del modelo
abstracto del homo oeconomicus (robinsonada propia
de la sociedad burguesa) pues el individuo productor
es inseparable de las relaciones sociales 17 .
Más en profundidad, es ese sentido mismo de sociedad
civil como sociedad civilizada o educada el que
elude en ciertos aspectos Foucault, al menos desde el
momento en que desatiende el hecho de que el Essai
es la versión aumentada de un texto (escrito en 1755-
56, pero no publicado) que tenía por título Treatise on
refinement.
Lo que Ferguson ha producido precisamente en
la lengua inglesa posterior a Hume es la transformación
de la noción de refinement en civilization. En ese
sentido, la sociedad civil designa esa sociedad que alcanza
el último estadio de la civilización, la sociedad
que ha llegado a ser civilizada en el curso de una historia
de la que se trata de mostrar las fases –sabiendo
que todas las naciones no han recorrido esta historia.
Si Foucault reconocía la evolución del régimen de la
propiedad entre las diferentes sociedades (evolución
de los modos de subsistencia que dirige a los modos
de las relaciones sociales y a los modos de las formas
de dominación), no lo hace sin embargo en lo que se
refiere a la diferencia antropológica que sustenta la
evolución de las instituciones. He aquí lo que le permite
afirmar en última instancia que “el principio de
asociación disociativo es también un principio de transformación
histórica” –principio de insociable sociabilidad,
a pesar de que Foucault no emplee la expresión
kantiana, el cual le permite pensar la dialéctica no teleológica
de la historia.
Antes que criticar esos atajos y estos bosquejos, lamentando
que Foucault ignore otras reflexiones sobre
el concepto de sociedad civil tal y como emerge
en Mandeville 18 y Montesquieu (lo que Charles
Taylor llama otra tradición de la sociedad civil, distinta
de la vía Hegel-Marx) 19 , resulta conveniente
15.- M. Foucault, NBP,p. 352.
16.- Véase C. Gautier, “Ferguson ou la modernité problématique”, introducción a Essai sur l’histoire de la société civile, op. cit.: L’invention
de la société civil, P.U.F., Paris, 1993.
17.- Marx, Introduction générale à la critique de l’économie politique, en Oeuvres complètes, Gallimard, Éditions de la Pléiade, Paris, 1965, p.
236. (Hay edición en castellano, K. Marx, Contribución a la crítica de la economía política, Progreso, Moscú, 1989).
18.- F. A. Hayek, “Dr Bernard Mandeville”, en New Studies in Philosophy, Politics, Economics and the History of Ideas, Routledge & Kegan
Paul, London, 1978, pp. 249-266 (Hay traducción castellana, Nuevos estudios de Filsoofía, Política, Economía e Historia de las Ideas, Unión
Editorial, Madrid, 2008). Véase también P. F. Moreau, “Société civile et civilization”, en Histoire des Idéologies, F. Châtelet (éd.),
Hachette, Paris, 1978, t. III, p. 28.
19.- Véase C. Taylor, “Civil Society in the Western Tradition”, en The Notion of Tolerance and the Human Rights. Essays in Honour of R.
Klibansky, E. Groffier y M. Paradis (éd.), Carleton University Press, 1991, pp. 117-136. Me permito remitirme igualmente a mi
Montesquieu. Pouvoirs, richesses et sociétés, P.U.F., Paris, 2004 (en particular el capítulo 2). Melvin Richet (“Montesquieu and the
Concept of Civil Society”, in The European Legacy, nº3, 1998, p. 33-44) había deducido la presencia de esta concepción en L’Esprit des
lois. John Keane, sin analizar el pensamiento de Montesquieu, destacó también su importancia en el origen de una problematización
política, esencialmente anti-despótica, de la sociedad civil, de la que Ferguson, Paine y Tocqueville son también partes involucradas
(“Despotism and Democracy”, en Civil Society and the State, op. cit., p. 36-71, en particular, pp. 65-66 y p. 71, n. 42). Véase también
Civil Society and Political Theory, J.-C. Cohen y A. Arato (éds.) M.I.T. Press, Cambridge, 1990, capítulo 2. (Hay traducción castellana,
Sociedad civil y Teoría política, FCE, México, 2001).
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 13 página 105 MISCELÁNEA