número completo - Youkali, revista crítica de las artes y del ...

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 13 página 50 ¿DERECHO?
que ha sido cuidadosamente suturada, recordar y
volver a situar en el orden del día el hecho traumático
de que la unidad social se basa en una antítesis
radical.
Simitis, y su equipo político, consiguieron la hegemonía
en la sociedad griega con un nuevo proyecto,
que ellos mismos llaman modernización. Su “nuevo
P.A.SO.K.”, de algún modo equivalente al “new
Labour” británico, comparte totalmente el objetivo
de “eliminar el terrorismo”, de cerrar todas las vías
de contestación social que se salen del marco del
consenso parlamentario y no dejar más que la vía legal-institucional
(algo que estaba ya previsto por el
nuevo “contrato social” de 1974: los partidos de izquierda
fueron reconocidos como partidos legales
pero, en contrapartida, la izquierda debía en lo sucesivo
expresarse exclusivamente por medio de esos
partidos. Esta disposición de la “constitución material”,
sin embargo, era aplicada sólo en parte, a la
vista de la correlación de fuerzas y del alto nivel de
contestación social de la época).
Aquí, Simitis pide a sus interlocutores que no hagan
uso de este elemento coyunturas para obtener
beneficios políticos. Para ello, sigue el esquema argumentativo
según el cual no hay que socavar y dañar
los valores superiores e importantes para nuestra
existencia por obtener ventajas a corto plazo; un
esquema que lanza como consejo y como advertencia
a sus adversarios. Pero lo que está en juego en ese
discurso no es la “tolerancia cero frente a la violencia
política”. Eso se da por hecho entre los dos partidos.
Lo que Simitis intenta hacer es restituir el “punto
límite” (“point de capiton“ en la terminología lacaniana)
del discurso oficial, evitar que esos “sobreentendidos”
reintroduzcan en la discusión oficial, y en
la memoria colectiva, la brecha social.
Pero esto, precisamente, da a su discurso una estructura
paradójica, análoga a la estructura de la frase
“entre nosotros no hay caníbales; el último que
quedaba nos lo comimos ayer” 27 .
Podríamos dar una primera expresión a esta estructura
paradójica diciendo que se debe a que el
discurso en cuestión se inscribe en dos registros a la
vez: el orador habla al mismo tiempo como repre-
sentante de lo parcial y de lo universal, como el leader
de un partido (por tanto, literalmente, de una
parte) y como el soberano, el que dirige la nación y
expresa la voluntad general.
Para evidenciar esta paradoja bastaría con preguntarse:
según el orador que hace ese discurso,
¿existen líneas de demarcación política y social en el
pueblo griego, división entre izquierda y derecha, o
no?
Según el contenido de sus declaraciones, no; pero,
si no las hay, ¿cómo es posible que se dirija a la
derecha para pedirla que no relaciones el 17N con la
izquierda?
Evidentemente, la respuesta sería: bueno, él
acepta la existencia de esos dos sujetos, pero no
acepta que su oposición sea expresada de maneras
“no civilizadas” y antagónicas.
Pero esta respuesta no cierra la cuestión, deja
siempre un residuo de lo “real traumático que resiste
a la simbolización”. Porque la exigencia que lanza
a la derecha “revela ella misma” un temor a que la
“consolidación de nuestra democracia” y la “superación
de las divisiones” sea extremadamente frágil,
si puede ser puesta en peligro por una simple referencia
al hecho de que el 17N está relacionado con la
izquierda.
Ese discurso es, por tanto, un esfuerzo por prolongar
una represión, un olvido, pero naturalmente
reses de los “extranjeros” y del imperialismo. Esto, por otra parte, se refleja en la elección de sus víctimas, que, como se ha dicho,
incluían también diplomáticos turcos en Atenas (para el nacionalismo griego, mucho más que para los diplomáticos venecianos
en Estambul y, en general, para el imaginario occidental, Turquía es la encarnación del cliché de la barbarie y de la violencia arbitraria
que amenaza la coherencia y la existencia misma de nuestra Ciudad. En la narración oficial de la génesis nacional, el período
del imperio otomano -lo que en griego se llama “la turcocracia”- cumple precisamente el papel de la época negra de la servidumbre
y del gobierno arbitrario que ha precedido a la liberación y a la formación del estado moderno griego; esto es cierto no
sólo diacrónicamente sino también sincrónicamente: la Turquía moderna constituye el peligro y el enemigo nacional nº 1, que amenaza
en todo momento con atacarnos, masacrarnos, violar a “nuestras” mujeres y separar piezas del cuerpo nacional para incorporarlas
a su territorio”.
27.- Ejemplo tomado de Michel Pêcheus, “The mechanism of ideological (mi)recognition”, in Slavoj Žižec (ed.), Mapping ideology,
Verso, London/New York, 2000, primera ed. de 1994, p. 151.