número completo - Youkali, revista crítica de las artes y del ...

to no es trascendental, dado que si fuese así esta última
sólo estaría preocupada por la unidad de la ciencia y de
su fundamento; la crítica es histórica, pues se trata de
mostrar que, tras la garantía de un derecho fundado racionalmente,
se ocultan expropiaciones múltiples y golpes
de fuerza teóricos inconfesables. Lo que le interesa
aquí a Foucault es hacer aparecer, para criticarlos, los
conceptos jurídico-políticos que se han insinuado en los
discursos de la ciencia y que han cubierto los saberes locales,
testigos de las luchas de los actores sociales.
La cuestión del poder político no se aborda entonces
de una manera frontal, sino por medio de una reflexión
sobre los efectos de poder de las ciencias humanas. En
efecto, el poder ya no se hace visible a través de los aparatos
del orden político, de los que las estrategias suntuarias
de los príncipes constituyen un buen ejemplo, sino
que se ejerce sobre el cuerpo de la gente por medio de
disciplinas impuestas en nombre de la ciencia. Sin duda
radica ahí, comenta Foucault, uno de los efectos de las
modificaciones sufridas por los dispositivos de poder en
los “últimos cuarenta años”, a saber, desde finales de los
años 1930, “en la línea de hundimiento del nazismo y en la línea
de retroceso del estalinismo 17 ”. Ahora bien, las dos teorías
políticas dominantes (la teoría liberal del derecho
natural y la teoría marxista de las relaciones de producción)
no pueden criticar adecuadamente este poder indirecto,
ya que ven fenómenos homogéneos ahí donde habría
que descifrar fenómenos mixtos18 . Lo que los liberales
y los marxistas interpretan retrospectivamente en
términos de intercambio y de producción son en realidad
dispositivos heterogéneos, en los que una de las caras
tiene que ver con la disciplina y la otra con el derecho
público. De hecho, resulta menos problemático el economicismo
del liberalismo y del marxismo que el hecho de
que este economicismo sea en el fondo un juridicismo.
Además, la imposición del derecho vale igualmente para
los discursos críticos que se apoyan en la noción de represión:
“Creo, escribe Foucault, que la noción de ‘represión’
es todavía una noción jurídico-disciplinaria, cualquiera sea el
uso crítico que quiera dársele; y en esta medida, su uso crítico
está viciado, malogrado, podrido desde el inicio por la doble referencia
jurídica y disciplinaria a la soberanía y la normalización
que implica 19 Esta crítica puede describirse fundamentalmente como
un intento por escapar del discurso jurídico-político. Pa -
ra Foucault, criticar implica disociar lo que depende de
las disciplinas y lo que depende del derecho público, a
fin de mostrar el funcionamiento real de las prácticas
disciplinarias independientemente de su marco jurídico.
Todo sucede como si Foucault, para ver cómo se ejerce
la dominación, quisiera levantar los velos jurídicos que
la recubren.
La guerra de todos contra todos y la república por adquisición:
la crítica de Foucault
Hablar de una crítica foucaultiana del Leviathan resulta
problemático, pues esta expresión recubre dos usos de
Hobbes muy diferentes el uno del otro. El primer uso
consiste en tomar el Leviathan como un tipo-ideal para
describir lo que no hay que hacer cuando se pretende
analizar de manera genealógica dispositivos de
saber/poder; se trata, tal y como señala Foucault cuando
describe su recorrido entre 1970 y 1975
”. La crítica foucaultiana no se ejerce sólo
entonces en contra de los discursos dominantes, sino
también de los discursos críticos y del uso ejercido por
estos últimos de la noción de represión.
20 , de “hacer valer
como un hecho, tanto en su secreto como en su brutalidad, la
dominación, y mostrar, además, a partir de ahí, no sólo cómo el
derecho es, de una manera general, el instrumento de esa dominación
–eso ya está dicho- sino también cómo, hasta dónde y
bajo qué forma el derecho […] vehiculiza y pone en acción relaciones
que no son de soberanía sino relaciones de dominación21
”. En consecuencia, el análisis del poder disciplinario
supone un reconocimiento de la potencia del discurso
y de las técnicas del derecho, el cual se identifica indisolublemente
con el derecho del soberano. Foucault indica
así que su crítica de las disciplinas, concebidas como
técnicas de dominación, resulta solidaria, cuando no
prisionera, de una fuerte creencia en el poder del derecho
del soberano.
Conocemos las cinco reglas del método foucaultiano:
hay que partir de la periferia, no del centro; del ejercicio
efectivo del poder, no de la voluntad del príncipe;
el poder no es un bien que se haga circular, sino una relación
y una dinámica; hay que analizar el poder de abajo
arriba y no a la inversa; hay que desarrollar una microfísica
del poder, y no una teoría de las ideologías 22 115MISCELÁNEA
. página
Resulta curioso constatar que cada una de estas reglas se
define negativamente respecto a un tipo de discurso que 13
es jurídico de uno a otro lado. Todo sucede como si, en
su esfuerzo revolucionario por cortar la cabeza del rey
YOUKALI,
17.- Ibíd., p. 22.
18.- Ibíd., 7 de enero de 1976, p. 22: “Grosso modo, creo que la apuesta de todo esto sería la siguiente: ¿puede el análisis del poder o los
poderes deducirse, de una manera u otra, de la economía?”.
19.- Ibíd., p. 42.
20.- Ibíd., p. 31: “Ahorra querría decir algunas palabras sobre este trayecto”.
1885-477X
21.- Ibíd., 14 de enero de 1976, p. 32.
22.- Ibíd., pp. 33-38. ISBN: