número completo - Youkali, revista crítica de las artes y del ...

ciedad determinada como garantía de su legitimidad.
Kelsen no encuentra nada en “la doctrina individualista
del contrato social”14 típica de los siglos
XVII y XVIII que pueda considerarse ni revolucionario
ni siquiera reformista radical. La idea de un “carácter
revolucionario-destructivo de la ley natural”15
no es más que una astucia de la historia. En
una especie de inversión radical de las tesis de
Schmitt, la consolidación del orden se da bajo la
máscara de la revolución o de la reforma radical. Por
ponerlo de otra manera, la contrarrevolución aparece
como su opuesto, como hace todo movimiento
que apela a un afuera que no puede ser otra cosa que
una proyección ficticia de las relaciones de propiedad
y autoridad que ya existen pero que deben buscar
continuamente fortalecer su control.
Ahora podemos entender el lugar específico de
Schmitt en la configuración de las fuerzas teóricas.
La ley natural que durante tanto tiempo sirvió para
defender la autoridad ya no es capaz de hacerlo y la
ley sólo puede salvarse saliéndonos de ella y suspendiéndola
desde afuera. En este punto, ya no hablamos
de la ley o desde la ley, sino de la pura, bruta
confrontación de fuerzas, de la aniquilación e incluso
exterminación que constituye lo que Schmitt llama
la restauración del orden al que podrá aplicarse
la ley una vez que el soberano decida revocar la revocación
del orden jurídico. En el afuera, tal como
Schmitt lo define cuidadosamente, no puede haber
resistencia al soberano, sólo resistencia a aquellos
que resisten su autoridad, una resistencia efectiva a
los resistentes que no debe obediencia a ninguna ley,
en un espacio donde todo está permitido.
La respuesta de Kelsen es que toda resistencia y
contra-resistencia se da dentro de la ley, que la ley no
es simplemente un conjunto de mandatos que emanan
de una sola fuente, sino el lugar de un conflicto
incesante entre tendencias irreductiblemente heterogéneas,
en las que la fuerza y la norma no pueden disociarse.
No hay nada formal en torno a la ley, como
si fuera una ficción que se cierne sobre la realidad
material. Para Kelsen, es el elemento en el que vivi-
mos, nos movemos y tenemos nuestro ser. Del mismo
modo que no hay un estado pre-social, un estado
de naturaleza desde el que se dé una transición
hacia la condición política o social que surge por medio
de la fuerza o el consenso, tampoco hay un estado
o condición pre-legal. No hay sociedad sin ley,
aunque sea sólo en la forma de la costumbre, en la
que las normas, como las reglas del lenguaje, se obedecen
sin que haya un conocimiento o un consentimiento
por parte de los que obedecen. Pero, quizás a
diferencia de las reglas lingüísticas, una vez que se
identifican, las costumbres pueden ser evaluadas y
transformadas en formas de la ley positiva. La ley en
el sentido de Kelsen es libertad respecto de un afuera,
respecto de un origen o un destino que el afuera
decreta, respecto de los fantasmas de lo sobrenatural
y lo sobrehumano que impone sobre nosotros, pero
sobre todo respecto de las formas de lo inhumano
que acosan a la humanidad haciéndole señas para
que se acerque al único afuera que existe: la muerte.
Resistirse a la muerte y a su glorificación, inventar
nuevas formas de vivir, de creación que es también
auto-creación sin fin ni destino: estas son las apuestas
de la defensa que Kelsen hace de la ley, una ley
inmanente a la vida.
29¿DERECHO?
página 13 YOUKALI, 1885-477X
14.- Ibid., p. 417.
15.- Ibidem. ISBN: