número completo - Youkali, revista crítica de las artes y del ...

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 13 página 122 MISCELÁNEA
res en la historia inglesa, no hacen referencia a un derecho
universal, fundado verdaderamente, sino a derechos
particulares, fundados en los azares de las historias
bélicas. En el discurso real, hasta la época de Enrique VII,
el derecho del rey no es el derecho del Estado sino el derecho
de los conquistadores. Formulado en francés, este
derecho de los legistas reales aparecía ante el pueblo que
lo sufría como un indicio de la presencia extranjera 68 . A
este derecho extranjero le fue opuesto el derecho común
o Common law, formulado en la lengua vulgar. Esta reivindicación
de un derecho de lengua vernácula no remite
al ideal de un derecho universal que valga también
para el pueblo y la aristocracia, sino a la idea común de
un derecho propio del pueblo inglés, que pueda ser
opuesto al derecho de los señores y del rey. Tal concepción
del derecho resulta perfectamente compatible con
una codificación racial (o nacional) de la historia, ya que
la afirmación del derecho del pueblo inglés y la limitación
correlativa de los derechos del rey van generalmente
de la mano – he ahí el caso durante los disturbios que
condujeron a la adopción de la Magna Carta- con medidas
de expulsión de extranjeros 69 . En la codificación historicista
que descifra Foucault, la versión particularista
de derecho desempeña entonces un papel esencial. Pero
el derecho desempeña también un papel en la réplica
que Hobbes ofrece de esta concepción historicista del
derecho. De hecho, si Hobbes pudo salvar la teoría del
Estado frente a los ataques de los que fue objeto durante
la guerra civil es porque supo proponer una justificación
non partisane de los derechos de la soberanía. La
aportación de Hobbes reside entonces en el método filosófico
que le ha permitido arrancar al Estado de las querellas
partidarias, que eran también interpretaciones
partidistas del derecho. El método empleado consiste en
resituar el “contrato que está tras cualquier guerra y cualquier
conquista” 70 , y asentar el Estado sobre ese fundamento
contractualista. Realzado de esa manera, el
Estado puede aparecer, tal y como lo hará en la tradición
liberal ulterior, como una instancia neutra, como una
instancia de arbitraje no partidista de los conflictos de la
sociedad civil. Si los filósofos del derecho han otorgado
después “a Hobbes el título senatorial de padre de la filosofía
política 71 ” –que ya se había atribuido él mismo72 - es porque
rindió el servicio inestimable de haber situado la teoría
del Estado al abrigo de las querellas jurídicas partidistas.
De igual modo que el filósofo clásico se pretende
más allá de las querellas de opinión, así también el filósofo
del Estado moderno aspira a la neutralidad política.
El aporte de Hobbes a la filosofía política aparece entonces
como una invención meta-jurídica que consiste
en derivar el derecho civil de un contrato, a fin de poner
este último al margen de las pretensiones partidistas que
surgen de las luchas histórico-políticas.
Foucault muestra que la victoria de Hobbes, en el
fondo, no es otra cosa que la victoria de las teorías de la
soberanía sobre el discurso de la historia, o si se prefiere,
de la filosofía política sobre el historicismo. Ahora bien,
¿cuál es el resultado de esta acción (armada) contra el
Leviathan? Una descalificación radical de la política de la
Ilustración en la medida en que esta última es también
una política de los derechos (del hombre, del ciudadano,
de la soberanía). El discurso jurídico de la soberanía absoluta,
del que participa el Leviathan, ha hecho dos cosas:
ha barrido los obstáculos que “podían oponerse al desarrollo
de la sociedad disciplinaria” 73 , y ha servido para ocultar
la dominación puesta en práctica en las disciplinas. El
discurso del derecho aparece así como un medio al servicio
de la dominación, pues en lugar de combatir denunciando
la dominación desarrollada en las disciplinas,
contribuye sin embargo a hacer estas últimas aceptables,
o por lo menos, a disimular tal empresa. Sigue sin
respuesta, o casi, la cuestión de saber lo que podría ser
un derecho “anti-disciplinario” y unos derechos humanos
que no fuesen la coartada de los poderes constituidos74
. La ausencia de una respuesta a esta cuestión
muestra que Foucault no ha ido quizá tan lejos como hubiera
podido en su reflexión sobre el derecho como técnica
de resistencia a la sociedad de normalización.
Podría ser que la culpa se deba precisamente a la hipótesis
de la “guerra de razas”, por cuanto contribuyó a radicalizar
una teoría de la dominación de la que el propio
Foucault se distanciará en la última parte de su investigación.
68.- Ibíd., p. 88.
69.- Ibíd., ‘Pero se trataba de un derecho del pueblo inglés que estaba ligado a la necesidad de expulsar extranjeros’ (clase del 4 de febrero
de 1976, p. 89).
70.- Ibíd., p. 87.
71.- Ibíd.
72.- De corpore, epistola dedicatoria, (éd.) Molesworth, London, 1839-45, no paginado: “Sed philosophia civilis (…) autiquior non sit (…)
libro quem De Cive ipse scripsi”.
73.- M. Foucault, “Hay que defender la sociedad”, op. cit. Clase del 14 de enero de 1976, p. 35.
74.- Se encontrarán algunas indicaciones útiles en Jean-Claude Monod, Foucault. La police des conduites, Michalon, Paris, 1997, pp. 88-97.