número completo - Youkali, revista crítica de las artes y del ...

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 13 página 116 MISCELÁNEA
en las ciencias humanas, Foucault no hubiese llegado
más que a reconducir, por decirlo de manera indirecta,
la lógica de la soberanía. En el resumen sobre su recorrido,
admite con claridad que su trabajo aspiraba “a deshacerse
del modelo del Leviathan, de ese modelo de un hombre artificial,
a la vez autómata, fabricado y unitario, que presuntamente
engloba a todos los individuos reales y cuyo cuerpo serían
los ciudadanos, pero cuya alma sería la soberanía 23 ”. A lo
cual añade, por lo demás, que dicho programa siempre
ha sido el suyo: “Creo que esa es la línea metódica que hay
que seguir… 24 ”. Sin embargo, desde el curso de 1976, es
posible advertir una insatisfacción con respecto a este
modelo, pues privilegia las técnicas de dominación 25 e
ignora las técnicas de gobierno de sí.
Esta insatisfacción se debe al hecho de que la distinción
establecida entre el discurso del derecho y el discurso
de la norma se confunde constantemente. Lo mismo
sucede en el seno mismo de la “sociedad de normalización”,
donde “los procedimientos de la normalización colonizan
cada vez más los de la ley26 ”, en la medida en que nos
movemos continuamente del derecho a las técnicas y de
las técnicas al derecho. Pero también lo está en los discursos
críticos, cuando la protesta contra el poder de la
ciencia sobre la vida de la gente adopta la forma de un
“retorno a un derecho organizado alrededor de la soberanía, articulado
sobre este viejo principio 27 ”. Esto mismo es lo que
sucede tal vez de manera emblemática cuando el
Sindicato de la magistratura pretende oponer las reglas
del derecho al orden de la sociedad disciplinaria. Tanto
en un sentido como en otro, Foucault constata que el
pensamiento crítico se sitúa en un “cuello de botella”, y
que no es posible continuar así. El poder del discurso del
derecho es tan fuerte que comprende incluso a quienes
desean impugnarlo. Por tanto, no resulta apenas sorprendente
que Foucault considere el derecho de soberanía
como un caballo de Troya siempre dispuesto a sitiar
las ciudadelas asediadas por la revuelta social, al tiempo
que hable del Leviathan como de una trampa.
Una de las dimensiones de la trampa teórica constituida
en el Leviathanse debe a la relación circular que instaura
entre dos acepciones de la noción de sujeto. Esta
circularidad, que suministra la clave de la mayor parte
de los análisis político-psicológicos desde hace “tres o
cuatro siglos 28 ”, se debe al hecho de que el Leviathan va
de sujeto a sujeto, a saber, del sujeto definido por sus derechos
naturales al sujeto definido por su obediencia
esencial, buscando mostrar “cómo un sujeto –entendido como
individuo dotado, naturalmente (o por naturaleza) de derechos,
de capacidades, etc.- puede y debe convertirse en sujeto,
pero entendido esta vez como elemento sometido en una relación
de poder29 ”. Para salir de esta trampa en la que la noción
de represión le habría hecho recaer, Foucault pretende
comprobar un nuevo modelo teórico asociado a la
noción de “guerra de razas”. Este modelo teórico, que
analizaremos luego al detalle, puede comprenderse como
una respuesta al predominio, incluso en la sociedad
de normalización, del modelo del Leviathan. Dicho de
otro modo, para combatir al Leviathan, es conveniente
sustituir el modelo jurídico del poder por un modelo
conflictivo. Llegado a este punto de su recorrido, en
1976, Fou cault consideraba un gran programa de investigación
sobre la guerra –al menos durante cinco años,
precisaba- que le habría permitido afrontar el poder en
su desnudez, a saber, con independencia de los oropeles
jurídicos de los que habitualmente estaba recubierto.
Para avanzar en esta nueva vía Foucault introducirá
una interpretación original del Leviathan, al cual define
como un dispositivo teórico que trata de invalidar las
lecturas conflictivas de la historia. El Leviathan se presenta
entonces como una obra que impide no sólo pensar el
poder disciplinario en cuanto tal, sino concebir también
los efectos reales de la guerra social. Al tratar de considerar
el poder de otro modo, a saber, abstrayéndose del juridicismo
que lo engloba, Foucault se encamina a proponer
una lectura contextual de la obra de Hobbes, lo cual
resulta tanto más interesante en la medida en que obliga
a cuestionar la idea normalmente admitida de que
Hobbes sería un pensador de la guerra y de la dominación.
Resulta inútil subrayar la paradoja de tal lectura, ya
sea porque el nombre de Hobbes está asociado a la tesis
según la cual, ahí donde no hay Estado, reina una guerra
de todos contra todos, o bien a la tesis complementaria
de que existen republicas fundadas sobre la dominación30
; sin embargo, resulta necesario analizar el modo
en que se opera la inversión de la lectura clásica.
23.- Ibíd., p. 38.
24.- Ibíd.
25.- Esta insatisfacción llegará a ser explícita algunos años más tarde: “Cuando estudiaba los asilos, las prisiones, etc., insistí tal vez demasiado
en las técnicas de dominación. Es cierto que lo que llamamos ‘disciplina’ es algo que tiene una importancia real en este tipo de instituciones.
Pero sólo es un aspecto del arte de gobernar a la gente en nuestras sociedades” (Dits et Écrits, II, Quarto/Gallimard, Paris, 2000, p. 990).
26.- M. Foucault, “Hay que defender la sociedad”, op. cit., p. 41.
27.- Ibíd., p. 42.
28.- Ibíd., pp. 43-44.
29.- Ibíd., p. 43.
30.- Ibíd., Cf. 4 de febrero de 1976, p. 79.