número completo - Youkali, revista crítica de las artes y del ...

Es el final del poema “Umbrales del naufragio” de Arturo Borra. ¿Acaso es una orilla esta posibilidad de que la
lengua vuelva a inventar su testimonio? ¿Un silencio empuñado como esperanza o mínima certeza, un runrún,
un débil murmullo?
Hablamos de naufragio, de orfandad (huérfanos aún), de una casa en ruinas (o para ser exactos: lo que hay detrás
de la casa en ruinas), de lo incompleto, de silencio y negrura, de materia oscura. Y es desde esta precariedad desde
donde la poesía tiene que “decir”, abrir el espacio de las preguntas y de su resonancia en el silencio del poema
(lo que queda en el espacio en blanco, ya sin palabras, tras el último verso; lo que permanece como runrún
detrás de la alzada ruina del poema). Y reinventar su testimonio.
Quizá nada exprese mejor esta dialéctica imposible del poema (esta no dialéctica, pues carece de síntesis)
que la poderosa imagen de la materia oscura que articula el poemario de Laura Giordani con toda la fuerza de la
materia concentrada, comprimida, con la asombrosa pero invisible densidad de un “agujero negro”. Nos recuerda
Laura que “en astrofísica se denomina materia oscura a la materia de composición desconocida que no
emite o refleja suficiente radiación para ser observada directamente”, materia que constituye el 25% del universo
frente al 5% ocupado por la materia común y que esta materia oscura “parece formar el andamiaje oculto que
apuntala los lugares de construcción de estrellas y galaxias”. “El sufrimiento infantil, invisible, invisibilizado de
manera interesada, se despliega como urdimbre oscura que sostiene con la extinción de toda esperanza las sociedades
de la opulencia. Holocausto oculto y sin tregua frente al que la palabra se yergue con dificultad mostrando
su insuficiencia ante la muerte” (Materia oscura, p.11). Y este es el dilema, la “dificultad”: ¿Cómo mostrar
lo invisible desde la negrura del poema, cómo decir lo silenciado desde la voz quebrada, a un paso siempre del
silencio, del poema? ¿Cómo desvelar la materia oscura desde la luz tan pequeñita de la palabra? ¿Cómo decir
el sufrimiento de los niños, la negación y el horror, desde la precariedad del poema? Reinventar el testimonio
¿cómo? El poema, que trabaja en la noche, que nada lleva consigo pues todo lo ha dejado atrás, es un decir que
ilumina la materia oscura del mundo. Pero ¿desde qué palabras?
El poema es un espacio de hospitalidad, una casa que acoge a los huéspedes del naufragio, a todos los huérfanos,
los huérfanos aún, una casa en ruinas, construida “donde el mundo tiembla y se desploma”, iluminada
por “el resplandor de la indigencia” 4 . El lugar de la escucha y el rigor: “una última verdad,/ la lentitud que oigo
más allá de la voz, en fin, /un sufrimiento que es del mundo” 5 . Más allá de la voz, donde el poeta está “junto
al pájaro derribado” dejándose decir por el lenguaje. Acogida. Hospitalidad nacida de su precaria condición.
Los interrogantes que abre el poema son el espacio que deja la palabra para que otros (el lector, lectora) lo habiten.
Es una casa abierta, sin puertas, donde todos pueden llegar porque son muchas las moradas, las habitaciones
del sentido. Hueco, espacio para que el otro entre en el texto y lo haga suyo; hay margen, espacio en blanco,
hay pausa, silencio. El poema es la espera del otro desde la palabra indigente. La cita de Jacques Derrida que
Víktor Gómez sitúa al final de Incompleto habla de esta generosa insuficiencia del poema: “Si se da a leer algo
completamente inteligible, plenamente saturado de sentido, no se lo da a leer al otro. Dar de leer al otro significa
también dejar desear, o dejar al otro el lugar de una intervención con la cual podrá escribir su interpretación:
el otro deberá poder firmar en mi texto. Y es en este punto donde el deseo de que a uno no lo entiendan significa,
simplemente, hospitalidad para la lectura del otro, y no rechazo del otro.” (Incompleto, p.62).
A ese espacio abierto de lo no entendido es al que también debería de acogerse el crítico. Al menos en mi caso
quiero que así sea. He entrado en la oscuridad (y también en la luz) de estos poemas, he transitado por ellos,
he creído encontrar indicios, huellas de sentido, posibles sendas, resonancias. Pero no hay en estas notas de lectura,
en este ensayo de (no) interpretación, certeza alguna; hablamos desde el lugar de la incertidumbre, desde
la hospitalidad del texto nunca cerrado. Por eso la preposición del subtítulo de este trabajo. No escribo sobre la
poesía de estos cuatro poetas, desde arriba, enunciando una interpretación o una minuciosa exégesis; escribo
desde su poesía, lo cual es muy diferente. Como un huésped más que ha querido transitar y perderse (o tal vez
encontrarse) en estas tres moradas de la casa siempre abierta de la poesía. Sólo eso: sugerencias, abrir interrogantes,
caminar con el poema.
en la materia oscura
¿Qué palabra puede iluminar lo que es materia oscura, lo que permanece oculto? ¿Cómo decir el dolor del mundo,
con qué voz nombrar, proferir el grito, susurrar el consuelo? Allí “donde el mundo tiembla y se desploma”:
RESEÑAS
/ 173ANÁLISIS página 13 YOUKALI, 1885-477X
4 Títulos de dos de las secciones de Materia oscura.
5 Antonio Méndez Rubio, Siempre y cuando, edc. cit. p.40. ISBN: