número completo - Youkali, revista crítica de las artes y del ...

mirada que es pacto con la noche. Tras “tanta infancia / alzada en sacrificio” la memoria salda la deuda materna:
“Te debo esta perpetua deuda con la noche”. Y el recuerdo de la infancia (o su regreso) ayuda (también con
su calor y su luz, pues estamos en el claroscuro) a sobrevivir al frío “cuando/ alguien trae una infancia de la ma-
RESEÑAS
no” (p.23).
/
Se diría que no hay consuelo. Incluso “esas mínimas alegrías, las canciones/ en la siesta, los amores de noche,
las cortinas/ de estreno” “caerán/ finalmente/ tapándonos la sonrisa” (p.47). Y la constante presencia del dolor
del mundo, su insufrible injusticia (que comparece en el poema “Los cuchillos” p. 26-27).
Las memorias sombrías pueblan su mirada: “Sobre sus ojos/ se precipitaron / todas las memorias” (p.29). Y,
deshabitado el yo, ni siquiera queda el consuelo de un nosotros en el que encontrar algún sentido: “Inhóspito
este nosotros de suma cero” (p.30). Y tras esta destrucción, este desgajamiento, este estallido en pedazos de la
propia subjetividad, lo que queda es un yo roto, hecho fragmentos, esquirlas, los restos de un naufragio, apenas
nada. Un yo resuelto en los intersticios, en la grieta, en las fisuras. Una imagen descompuesta en múltiples
caras, irreconocible como unidad, definitivamente perdida, descontando vacío, ausencias, una “proliferación de
caras: poliedro/ de uno mismo” (p.32).
Los pocos poemas decididamente abiertos a la esperanza (si bien siempre en el territorio del claroscuro y la
amenaza de las sombras) aparecen al final del libro. A pesar del silencio, del duelo, de la ausencia de caricia, de que
“la escritura sea/ la herencia imposible del silencio”; a pesar de todo ello el sujeto poético desafía a las ruinas y sigue
y escucha “una alegría todavía triste” y “pateo piedras, duelos y arranco otra promesa / a un tiempo desamparado”.
Y “los labios arden desafiando ruinas” (p.65). O se nos dice “una promesa respira sobre mis párpados”
(p.66). Estas pequeñas certezas, esta luz frágil y amenazada que se abre paso entre las sombras, ilumina el poema
más esperanzado de todo el libro que es, precisamente, un poema de amor. Ese bellísimo “Certezas” (p.63) donde
escuchamos el eco de Juan Gelman o del mejor Benedetti, con ese humor, ironía y ternura tan rioplatense. Sucede
que “el gris nuestro se desvanece en una caricia/ y hasta la negritud clarea y saluda los grisecitos”, sucede porque
dos personas se aman y están juntas “en plena noche soñando/ nuevos verbos para verdecer” (p.64).
Además de esta esperanza pequeñita, de este asidero del amor, de esta mínima luz en la noche ¿Qué salvar
de estos restos del naufragio? Y sobre todo, y volvemos al inicio de la lectura de estos umbrales: ¿Con qué voz
salvar? ¿Cuáles son esos “nuevos verbos” para verdecer?
Cuando “Callar quizás sea la última estrategia/ de la promesa. Cuando hablar es traicionar la apertura”
(p.59), cuando el poema aparece como desnudez, como silencio que pesa, cuando se trata de “sobrevolar el abismo”;
entonces estamos cerca de un “lugar vacío” (p.67) en el que pueda habitar la palabra desnuda (o el silencio).
Desde este “abismo presentido” (p.68), este espacio hecho de silencio y escucha, es posible el encuentro: “y/
la apertura de la noche/ y este lugar vacío/ que te deja llegar” (p.67).
“Umbrales del naufragio” (p.61- 62), además de dar título al conjunto del libro, es un poema que se sitúa en
esta parte final del libro, en él se nos enuncia esta poética de la renuncia y el silencio. Este paradójico fracaso de
un lenguaje que, sin embargo, persiste y busca nuevos vocablos, un decir distinto. Haber callado, haberse hundido
y:
“Haber saltado la verja
entre monosílabos hasta no poder hablar
dejando que el silencio asome
181ANÁLISIS
(…)
sin vocablo”.
(p.61)
página
Se trata de un “sin lugar”, territorio de la palabra desnuda, lleno de preguntas, sin certezas, donde el silencio
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adquiera sentido y la lengua pueda reiventarse.
“Haber callado/haberse hundido
YOUKALI,
en el abismo que abre las preguntas
y así volver a empuñar un silencio
y dejar
que esta lengua reinvente su testimonio.”
(p.62)
1885-477X
La escritura como desposesión (de certezas, de palabras heredadas), tan cercana al silencio (nacida de él y a él
abocada), pregunta sin respuesta que sólo se colma en el acto mismo de escribir. Como una condena. Como una ISBN: