número completo - Youkali, revista crítica de las artes y del ...

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 13 página 114 MISCELÁNEA
contra todos y la república por adquisición- ignorando
paradójicamente la dimensión jurídica de esos conceptos;
por último, se tratará de mostrar que la reactivación
del modelo de la guerra para pensar la dominación, hipótesis
que sustenta la contextualización del Leviathan
por Foucault, deja abierta la cuestión de la función del
derecho en el modelo historicista suscitado.
La crítica de las ciencias humanas y el discurso del derecho
El punto de partida del curso de 1976 en el Collège de
France es una reflexión sobre un período decisivo de la
vida intelectual francesa, que permite, creo yo, comprender
con exactitud lo que Foucault dirá de forma más teórica
en su respuesta de 1984 a la cuestión “¿Qué es
Ilustración?”. Este período puede caracterizarse como
una mini-edad de la Ilustración, un poco a la manera en
que los climatólogos hablan de una mini-edad glaciar.
Dos elementos permiten afirmarlo: en primer lugar, este
período corto –“un cierto período, muy limitado, que es el
que acabamos de vivir, los 10 ó 15 años o, como máximo, los últimos
20 años 9 ”-, y que va grosso modo de finales de los
años 50 a los años siguientes al 68, ha sido el de la “eficacia
de las ofensivas dispersas y discontinuas 10 ”, tal y como se
hicieron eco la crítica de la institución psiquiátrica, de la
moral sexual, del aparato jurídico y penal o del psicoanálisis;
en segundo lugar, este período ha sido también
una etapa en la que se ha manifestado el poder inhibidor
de las “teorías envolventes y globales 11 ”, como el marxismo
o el freudismo. Este momento de la historia intelectual
francesa puede ser caracterizado como una edad
de la crítica, y ello en un doble sentido: por un lado, porque
las certidumbres sobre las cuales reposaban los saberes
más cercanos se desmoronan, y Foucault habla en
ese sentido, y con gran fuerza, de la “criticabilidad de las
cosas, las instituciones, las prácticas, los discursos; una suerte
de desmenuzamiento general de los suelos 12 ”, como si el suelo
mismo del saber viniera a tambalearse; y por otro, y
en concordancia con todo lo anterior, porque los saberes
englobantes se encuentran paralizados, atrapados en los
redes de su propia sistematicidad. Durante este período,
la crítica se ejerció de manera inmanente, en el seno de
los saberes y de las prácticas, y no a partir de una proyección
teórica.
9.- M. Foucault, “Hay que defender la sociedad”, op. cit. Clase del 7 de enero de 1976, p. 14.
10.- Ibíd.
11.- Ibíd., p. 16.
12.- Ibíd.
13.- Ibíd., p. 17.
14.- Ibíd., p. 18.
15.- Ibíd.
16.- Ibíd.
Esta crítica adopta una doble forma: la de la erudición
que practicó Foucault al interesarse por fragmentos de
saberes olvidados o rechazados en los márgenes de las
teorías, o bien la de los saberes locales, el del “psiquiatrizado,
el del enfermo, el del enfermero, el del médico 13 ”, y que
Foucault llama “el saber de la gente”. La crítica que se
ejerció durante esta Ilustración francesa del siglo XX se
ha efectuado por la conjunción de estos dos órdenes de
discurso, los discursos de la erudición y los saberes descalificados,
que tenían en común ser “saberes de las luchas”.
El método crítico que asocia estos dos tipos de
discurso es doble también: por una parte, es lo que Fou -
cault llama una arqueología, cuya tarea consiste en describir
el suelo de los saberes y localizar las zonas de fractura
y de derrumbamiento; y por otra, la genealogía, que
tiene por función volver a cuestionar los pretendidos derechos
de la ciencia y los efectos de poder de las llamadas
ciencias humanas. Foucault advierte contra un error
de interpretación de las genealogías que puso en práctica
desde comienzos de los años 60: para él no se trataba
de hacer jugar al empirismo contra la teoría, al positivismo
contra la metafísica o la especulación, sino de hacer
valer el saber de las luchas locales –aún no se habla de
“memoria” de las luchas, pero la idea está cerca- contra
los “derechos de una ciencia que algunos poseerían 14 ”.
Esta edad de la crítica se caracteriza entonces por el
rechazo de una cierta organización política de la ciencia,
así como de los efectos de poder que resultan de ella sobre
la gente. Es interesante para nuestro propósito remarcar
que esta organización del saber es descrita en los
términos de la soberanía y del derecho público: el saber
científico dominante posee “derechos 15 ”, se organiza alrededor
de un “centro 16 ” y se hace valer de su designación
como ciencia y de la descalificación de los pseudosaberes.
Es ahí donde radica el verdadero punto de partida
de la reflexión foucaultiana sobre el poder: no en un
enfrentamiento directo con las estructuras jurídico-políticas
de la soberanía, sino en una crítica de las estructuras
jurídico-epistémicas del discurso de las ciencias humanas.
Foucault no parte del cuerpo del rey –del que repite
con insistencia que aún no se le ha cortado la cabeza-
sino del cuerpo de la ciencia, cuya cabeza tiene por
objetivo, al igual que la soberanía en el cuerpo del
Estado, dar forma y unidad al cuerpo del saber. Dicho
de otro modo, de organizar un corpus. La crítica por tan-