número completo - Youkali, revista crítica de las artes y del ...

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 13 página 110 MISCELÁNEA
y permanece presente dos siglos más tarde 48 .En otra
entrevista, Foucault repite que todo el pensamiento
moderno, al igual que toda la política moderna, ha estado
dirigida por la cuestión de la Revolución.
Y al periodista que le pregunta: “¿continúa usted
planteando y reflexionando sobre la cuestión de la
Revolución? ¿Constituye a su juicio la cuestión por excelencia?”,
Foucault responde de manera positiva. Si la revolución
ya no es deseada, la política desaparece, o
por lo menos tiene que ser reinventada 49 . En aquella
época, dedicado como estabaen invertir todas sus
fuerzas en la redefinición del rol del intelectual que
des truye las evidencias y los falsos universales,
Foucault afirma no disponer más que de dos paradigmas
para pensar el poder: el paradigma jurídico (el
poder como ley, prohibición, institución) y el paradigma
estratégico (bélico, el poder en términos de relaciones
de fuerzas) 50 . Ahora bien, la manera de salir de esta
alternativa es pensando la economía como un nuevo
modo de aprehender las relaciones entre el interés
y el derecho. Mi hipótesis es pues la siguiente: el interés
de Foucault por la sociedad civil se comprende como una
manera de no tener que responder más a la cuestión de la deseabilidad
de la revolución, ya que la sociedad civil es el resultado
de un proceso gradual, sin sobresaltos ni violencia.
La historia procede de la dinámica económica, pero la independencia
relativa de las relaciones sociales respecto de la
economía y del derecho (del mercado y del contrato) permite
pensar una alternativa a la razón dialéctica y al “motor” de
la historia constituido por la lucha de clases. En la teoría de
la sociedad civil no se trata por tanto de continuar solamente
la crítica de la soberanía y del discurso jurídico
al que ella misma da lugar; en mi opinión, el interés
por la sociedad civil excede la voluntad expresada recurrentemente
por Foucault de acabar con el modelo
del Leviatán (la sociedad civil contra la sociedad política
estructurada por el derecho, y que no existe más
que por la cohesión creada por el poder del Estado).
En ese sentido, resulta comprensible este “retorno” a
la sociedad civil pre-hegeliana o pre-marxista y, por
extensión, el retorno mismo a la Ilustración: poder
pensar la historia sin plantearse la cuestión de la revolución,
poder contar en cierto modo con el proceso sin
sujeto de la historia y con la dinámica de los intereses
del capitalismo liberal a fin de limitar o, mejor aún, de
autolimitar el Estado sin provocar su reforzamiento ni
su debilitamiento 51 . Sin duda encontramos ahí una
lectura de la Ilustración que no se corresponde con la
lectura de la teleología del progreso, una visión de su
reverso que ya no es negativa (la disciplina como reverso
de la libertad, falsa promesa de emancipación). La
sociedad civil desempeña entonces el rol de una instancia
de emancipación frente a los riesgos de abuso
de poder, a pesar de que Foucault rechace la visión ingenua
de “la sociedad contra el Estado”.
Conclusión: ¿una lectura liberal del liberalismo?
¿Qué podemos pensar, en última instancia, de una
actitud que pretende valer como “ontología del presente”?
Como se sabe, Habermas ha criticado la lectura
foucaultiana de Kant y la manera en que pone
en juego la cuestión de la revolución. Obviamente,
Foucault nos sugiere una clara advertencia contra la
actitud piadosa de quienes pretenden preservar lo
que permanece de la Ilustración. Nuestra tarea hoy
en día no puede consistir en mantener la Ilustración
y la Revolución como ideales o como modelos; la
promesa de emancipación de la modernidad sigue
siendo algo ambivalente, y la disolución de las formas
antiguas de servidumbre ha podido dar lugar a
formas nuevas, más insidiosas tal vez, de dominación
52 . Pero a juicio de Habermas, Foucault cae en
una contradicción cuando enfrenta la crítica del poder
y la analítica de la verdad: la crítica de poder no
puede reposar ya sobre normas verdaderas 53 .
48.- Véase ‘La grande colère des faits’, Le Nouvel Observateur, nº 652, 9-15 mayo 1977, pp. 84-86, y nº 204, p. 278-279.
49.- Ibíd., pp. 266-267. Cuando se le pregunta sin mayores rodeos: “¿desea usted la revolución? ¿Desea algo que exceda el simple deber
ético de luchar, aquí y ahora, al lado de tales o cuales, locos y prisioneros, oprimidos y miserables?”, Foucault elude, “No tengo respuesta.
Pero creo, si usted quiere, que hacer política de otra manera, es intentar saber con la mayor honestidad posible si la revolución
es deseable”.
50.- Ibíd., p. 268.
51.- Por supuesto, Foucault no saldará para siempre sus cuentas con la Revolución, como atestiguan algunas entrevistas posteriores.
En 1979, y a propósitodela revolución iraní y la conquista de las libertades por medio del levantamiento, Foucault retomará esta
cuestión que acosa Europa desde hace dos siglos: la cuestión de la revolución, la cual domina la historia, polariza las esperanzas y
constituye siempre, en su pretensión de racionalizar y organizar las revueltas, una “maravillosa y temible promesa” (DE III, nº 269, p.
791). Véase también “Va-t-on extrader Klaus Croissant?”, Le Nouvel Observateur, nº679, 14-20 nov. 1977, p. 62-63, DE III, nº 210, p.
364.
52.- J. Habermas, “Tanking aim at the Heart of the Present: On Foucault’s Lecture on Kant’s What is Enlightenment?”, en Critique and
Power. Recasting the Foucault/Habermas Debate, M. Kelly (éd.), The MIT Press, Cambridge, 1994, pp. 149-154, aquí la p.153.
53.- Esta crítica será refutada a su vez por Nancy Fraser (“Michel Foucault: a ‘young conservatrice?’”, en Critique and Power. Recasting
the Foucault/Habermas Debate, op. cit., pp. 185-210). Según Habermas, Foucault pertenece a una tradición de rechazo crítico de la
Modernidad y de ruptura total con el racionalismo de la Ilustración que parte de Nietzsche y pasa por Heidegger y los post-estruc-