número completo - Youkali, revista crítica de las artes y del ...

chas, desde un punto de vista estratégico, sin contentarse
con el paradigma caduco de las luchas de clases43
. En diciembre de 1977 Foucault precisa su rechazo
a la aproximación en términos de aparato de
Estado. Si los estudios marxistas (y sobre todo trotskistas)
de la burocratización resultan significativos,
entonces es obvio que hay abordar de otro modo la
cuestión de la inflación del poder, irreductible a la hipertrofia
del aparato de Estado44 .
Ahora bien, desde mi punto de vista, aquí se manifiesta
la clave del interés concedido por Foucault a
esa otra figura de la filosofía de la historia, empirista
y no teleológica –y que no tiene que ver con la figura
del idealismo hegeliano o del materialismo marxista,
las cuales no salen verdaderamente de este paradigma.
Es aquí donde adquiere sentido el interés por el
proceso sin sujeto de la historia y por otra historia de
la sociedad civil, esta vez pre-hegeliana y pre-marxista45
. Hay que pensar la sociedad civil como anterior
al Estado, incluso a la sociedad contra el Estado, hay
que pensar la sociedad civil como el producto de las
consecuencias no anticipadas de los actos y como el
resultado, a partir de la dinámica económica, de la
evolución gradual de la historia46 ta cuestión en el interés que Foucault concede a la
Ilustración, tal y como testimonia su introducción a la
traducción inglesa de Lo normal y lo patológico de
Canguilhem:
“Varios procesos que caracterizan la segunda mitad del
siglo XX han acompañado a las preocupaciones contemporáneas
por la cuestión de la Ilustración. El primero
es la importancia adoptada por la racionalidad
científica y técnica en el desarrollo de las fuerzas productivas
y el juego de las decisiones políticas. El segundo,
es la historia misma de una “revolución”, cuya esperanza,
desde finales del siglo XVIII, había estado sustentada
por todo un racionalismo al que tenemos derecho
de preguntar qué parte pudo tener en los efectos de
despotismo en donde esta esperanza se extravió. El tercero,
es el movimiento por el cual, al término de la era
colonial, estamos en condiciones de preguntar a
Occidente qué títulos podía tener su cultura, su ciencia,
su organización social y por último su propia racionalidad
para reclamar una validez universal:¿no se
trata de un espejismo que va unido a una dominación
económica y a una hegemonía política? Dos siglos después,
la Aufklärung regresa: no como una manera para
Occidente de tomar conciencia de sus posibilidades
.
actuales y de las libertades a las que puede tener acce-
Pensar la historia sin finalidad, sin actor y sobre
so, sino como una manera de interrogarlo sobre sus lí-
todo sin Revolución. He aquí lo que permite en un
mites y sobre los poderes de los que abusa. La razón co-
cierto sentido el retorno a la Ilustración, antes que a
mo luz despótica
las teleologías o a las “teodiceas” de la historia.
Foucault y la Revolución
Queda entonces por determinar la posición de
Foucault al respecto de la cuestión de la Revolución,
cuestión por su parte que aparece como un espectro
–el espectro de Marx-de su visión de la Ilustración y
que no obstante permite esclarecer la ambivalencia.
De hecho, no es difícil reconocer la importancia a es-
47 ”.
La razón como luz despótica, la Revolución como promesa
y como amenaza, como cumplimiento de la ambición
de un gobierno de la voluntad y de la razón.
Todo ello, como se sabe, está en el centro de la visión
foucaultiana de la Ilustración. Esta cuestión de la promesa
de la emancipación, abordada aquí bajo la perspectiva
de una crítica de los abusos del poder y no de
un elogio de los derechos del hombre y de la conquista
de las libertades, se sitúa en el centro de la Aufklärung
109MISCELÁNEA
43.- Si los sociólogos se interrogan sin cesar por saber lo que es una clase, nadie ha profundizado sin embargo en la cuestión de la lucha:
“De lo que me gustaría discutir, a partir de Marx, no es del problema de la sociología de las clases, sino del método estratégico concerniente
a la lucha. Es ahí donde se ancla mi interés por Marx y es a partir de ahí también desde donde me gustaría plantear los problemas” (ibíd.,p. 606). página
44.- M. Foucault, DE III, nº 216, ‘Pouvoir et savoir’, entrevista para el Umi, p. 408.
45.- Aunque en realidad Hegel se inspira en los análisis de Ferguson y Smith con el objetivo de elaborar su propio concepto de socie- 13
dad civil. Véase Hegel, Principes de la philosophie du droit, trad. R. Derathé, Vrin, Paris, 1989, p. 189; y el análisis de J.-Pierre Lefebvre
y P. Macheray, Hegel et la société, P.U.F., Paris, 1984. N. Waszek ha mostrado cuánto debe la definición hegeliana de la sociedad civil
de la escuela histórica escocesa (The Scottish Enlightenment and Hegel’s Account of ‘Civil Society’, Kluwer Academic Publishers,
Dordrecht, Boston y Londres, 1988). Sobre la continuidad entre la teoría de los “modos de subsistencia” en la escuela histórica es- YOUKALI,
cocesa y la teoría de los “modos de producción” en Marx, véase R. L. Meek, Social Science and the Ignoble Savage, Cambridge
University Press, Cambridge, 1976, introduction.
46.- En cierto sentido, el interés mismo de Foucault por el 18 Brumario de Napoleón Bonaparte puede explicarse precisamente porque
Marx describe en él la constitución bajo Napoleón III de un Estado que se ha convertido en independiente de la sociedad civil, “espantoso
cuerpo parásito que recubre como una membrana el cuerpo de la sociedad francesa y le tapa todos los poros”. J. Donzelot evoca este
análisis: lo político prospera aquí sobre las ruinas de la sociedad civil (La Invención de lo social. Ensayo sobre la declinación de las pasiones
políticas, Nueva Visión, Buenos Aires, 2007).
1885-477X
47.- ‘Introduction par Michel Foucault’, en Canguilhem, On the Normal and the Pathological, Boston, D. Reidel, 1978, pp. IX-XX, en M.
Foucault, DE III, nº 219, p. 433. ISBN: