número completo - Youkali, revista crítica de las artes y del ...

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 13 página 174 ANÁLISIS / RESEÑAS
¿Qué poema es posible? ¿Desde que garganta que no enmudezca? El primer
poema del libro de Laura Giordani es indagación y respuesta (una
respuesta abierta a todos los interrogantes). En este mundo que se desploma
hay que “dejar que la palabra también se derrumbe y emerja el
balbuceo”, hay que “llegar al poema como una tierra minada de peligros”
sabiendo que nuestro transitar por él “hará estallar el significado”.
Hundirse, “socavarse” en las “orillas donde el mundo tiembla” para perder
entonces la palabra y roto el significado (que ha estallado en este campo
de minas que es el mundo y que es el poema) que lo que surja sea un
balbuceo, una palabra otra, una palabra rota. La única que puede decir,
que puede mostrar, lo oculto. “Y se verán los niños”. (Materia oscura,
p.19 6 ) Sólo entonces, después de esta desposesión, este naufragio de la
palabra y el sentido, podrá aparecer en el poema la materia oscura, un
fulgor, una intensa, repentina iluminación del dolor del mundo.
Para mostrar el invisible, el casi indecible dolor de la infancia explotada,
el único camino es buscar un nuevo lenguaje, una palabra nacida de
la explosión del significado, continuamente interrogándose sobre su posibilidad.
En el libro los poemas donde se nos describe este itinerario de
búsqueda del lenguaje, de angustioso tanteo casi a ciegas, hecho siempre
al borde de la herida y del silencio, se entremezclan con aquellos en que se nos desvelan las diversas formas de
la materia oscura (“vemos los niños”) y, en ocasiones en el mismo poema la conciencia de la precariedad del
lenguaje (la reflexión sobre su alcance o sentido) surge desde la visión imposible (¿indecible también?) del dolor
infantil. Porque “Esta palabra deberá volverse contra si misma”, “deberá aprender a desaparecer”: sólo entonces,
en este ir hacia atrás, este perderse, esta renuncia a la sabiduría adquirida, a esa altura del lenguaje que
nombra y ordena el mundo (como si esto fuera posible o el mundo estuviera bien hecho); sólo entonces la palabra
niña podrá decir. Cuando sepa “cobrar tu estatura,/volverse raquítica”, “volverse transparente y/ diáfana
como vientre”. Una palabra que sólo podrá “recibir de lleno la indigencia” si es capaz de “abrir aún más sus
vocales” (p.21)
Es el mismo despojamiento del “Poema del hambre” de Arturo Borra, la misma reflexión sobre el lenguaje:
“Preguntas como se conjuga la palabra/ hambre en un poema”. La tensión, la búsqueda de la palabra se articula
en la distancia, infinita, ¿insalvable? que separa la palabra de la realidad, el poema de aquello que nombra.
Sabiendo que “no hay palabra que salve de la desnutrición” y que “la palabra hambre no es todavía cuerpo hambriento”.
Pero para ser fiel a esta distancia (es decir para salvarla en el poema) el único camino es ese despojamiento,
esa raquítica estatura, que nacía en el poema de Laura. “Apenas un poema/ la menciona avergüenza de
delgadez” pues “La palabra hambre no llena el poema: lo abandona/ desnutrido hasta la médula”, nos dice
Arturo Borra (Umbrales del naufragio, p.41). El poema queda desnutrido, desnudo, transparente, como la realidad
que nombra y que, ahora sí, se confunde con él y lo que escuchamos son “todos los huesos/ que se desploman
para vertebrar este poema” (Materia oscura, p. 21). El esqueleto del hambre, la escuálida materia, ha entrado
en el poema y lo sostiene tal vez con la misma fragilidad amenazada de una niña o un niño hambriento.
Pero, ¿qué pedimos a la palabra? ¿Que sea tan real como la realidad que queremos negar? ¿El nombre exacto
de las cosas, que mi palabra sea la cosa creada por mi alma nuevamente? como quería Juan Ramón ¿Qué la
palabra sea materia, vida, qué alimente y salve? El oficio de poeta es una atenta escucha. Hay un lento ejercicio
de espera de la palabra. El silencio antecede al poema, sólo aceptándolo, viviéndolo como tensa y dolorosa espera
llegará la palabra exacta; entonces el poeta la recoge y nace el poema como necesidad.
“Dame esa palabra que haga brotar calostro de las piedras
mientras tanto no decir nada
seguir en penumbra
hasta que alguien me llore dentro y tenga que escribir
para darle consuelo.”
(Materia oscura, p.30)
6 A partir de ahora citaré sólo el número de página, referido siempre a esta edición de Materia oscura.