número completo - Youkali, revista crítica de las artes y del ...

Sin embargo, más allá de la crítica habermasiana, me
gustaría comprometerme con otra vía, tal vez en continuidad
con problemáticas recientes: ¿es acaso el interés
por la sociedad civil y por Ferguson, del que
Foucault hace gala, un interés motivado en el fondo
por una lectura “liberal” del liberalismo? ¿No se trata
de mostrar que el problema del poder se traduce a
partir de ahora en el de la eficacia o de la rentabilidad
del gobierno en relación con el dominio de los objetivos
propios de la sociedad civil? Según Graham
Burchell, la cuestión de la sociedad civil permite superar
el dilema señalado por Foucault sobre el arte liberal
del gobernar (el dilema entre libertad y seguridad)
54 . La crítica liberal de la soberanía económica
no es una crítica de la soberanía política en general:
de hecho, es posible reformular la tarea del gobierno
o racionalizar el ejercicio con el fin de hacerlo útil a la
sociedad. Esto mismo parece confirmarse en un texto
de los Dites et Écrits asociado a “El nacimiento de la
biopolítica” pero ausente del curso publicado, en donde
Foucault relaciona estrechamente la cuestión de la
sociedad civil con la cuestión de la gubernamentalidad
liberal asociada a la sospecha de la ineficacia del
poder 55 .Pero vayamos todavía más lejos: de hecho,
podría resultar tentador establecer un paralelismo
entre la obra de Foucault y la de Hayek, del cual se
sabe que propone una lectura de la Ilustración escocesa
y de la sociedad civil opuesta al Estado, y este último
aparece siempre en calidad de abuso. Rechazo
por tanto de la categoría de intención, rechazo de
cualquier teleología política y aversión por el constructivismo
de la Ilustración francesa, germen del totalitarismo
moderno: en ambos casos, la teoría de la
sociedad civil se asocia a la crítica del marxismo y de
manera más amplia a la crítica del finalismo y del voluntarismo
en la historia, esto es, a un análisis conjunto
del orden espontáneo de la sociedad y de la historia.
Por eso no resulta gratuito que la fórmula de Fer gu -
son sirva precisamente a Hayek para caracterizar el
orden espontáneo y no reglado de la sociedad civil,
como un orden producto de las acciones de los hombres
pero no de sus intenciones 56 . La cuestión entonces
se plantea así: ¿se ha dejado atrapar Foucault en la
trampa o en el espejismo de la mano invisible? ¿Creyó verdaderamente
en las ventajas de la autorregulación de la sociedad
civil?
Obviamente no se trata de proceder a un juicio de
intenciones oa una “hermenéutica de la sospecha”
aplicada a la obra foucaultiana, (por lo general juzgada
como cripto-normativa). Por supuesto, tampoco
se deberán buscar en Foucault las premisas de las teorías
liberales que se elaboraron a partir de él -es decir,
lo que hoy en día se llama el “foucaultianismo de
derechas” 57 - ni de juzgarlo responsable de la amistad
que hoy en día manifiesta F. Ewald, asistente de
Foucault en el Collège de France que le dedicó L’État
Providence, a propósito del MEDEF. Pero sin necesidad
de caer en el error metodológico constantemente
denunciado por Foucault (la búsqueda ilusoria de
“la intención del ‘autor’ o la de los ‘precursores’”)
hay que intentar esclarecer todo ello a fin de asentar
su postura crítica y remontarse al comienzo y al contexto
histórico de “La fobia al Estado” y del anti-totalitarismo
ampliamente compartido en la década de los
años setenta. En ese sentido, Foucault pretende aplicar
una postura matizada: por un lado, rechaza la crítica
del Estado “fascista” denunciada por los izquierdistas
o los situacionistas 58 . Contra la crítica del
Estado inflacionista o imperialista, Foucault sostiene
que “el Estado-providencia, el Estado de bienestar no tiene
ni la misma forma, por supuesto, ni la misma raíz o el
mismo origen que el Estado totalitario” 59 . Pero por otro
lado, rechaza pensar como tal la cuestión del
Estado 60 , abordando la cuestión del socialismo a par-
turalistas. Desde luego, esta crítica pone al descubierto cuestiones muy importantes: ¿dónde se sitúa Foucault en relación a los ideales
de la Ilustración? ¿Rechaza el proyecto de control consciente de las prácticas y de las instituciones sociales? ¿Rechaza la concepción
de la libertad como autonomía que presupone dicho proyecto? ¿Aspira a una ruptura total con la tradición occidental de
la emancipación a través de la razón? Sin embargo, según N. Fraser, la crítica de Habermas no permite resolver estas cuestiones,
pues el blanco de Foucault no es tanto la modernidad como tal sino uno de sus componentes particulares, es decir un sistema de
prácticas y de discursos que Foucault denomina “humanismo”.
54.- G. Burchell, art. Cit.
55.- M. Foucault, DE III, nº 274, p. 820.
56.- Véase F.A. Hayek, Derecho, legislación y libertad, Unión Editorial, Madrid, 2006.
57.- Véase F. Cusset, French Theory, Melusina, Barcelona, 2005. Cusset menciona también a Kessler y a todos los desarrollos sobre la autorregulación
o la société assurantielle.
58.- Véase “Michel Foucault: la sécurité et l’État” (entrevista para Tribunesocialiste en noviembre de 1977), DE III, nº 213, p. 386, y la lección
del 7 de marzo de 1979 en la que Foucault se justifica por su interés mostrado por el neoliberalismo y cita a F. Ewald: “basta con
encontrar, por vía de la sospecha y, como diría F. Ewald, de la ‘denuncia’, algo como el perfil fantasmal del Estado para que ya no se necesite analizar
la actualidad”.
59.- M. Foucault, NBP, p. 224.
60.- Véase la lección del 31 de enero de 1979. Ante la objeción que se le puede dirigir de haber eludido una teoría del Estado, Foucault
responde: “sí, me ahorro, quiero y debo ahorrarme una teoría del Estado” (p. 95). Todo su trabajo ha consistido hasta ahora en localizar la
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 13 página 111 MISCELÁNEA