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número completo - Youkali, revista crítica de las artes y del ...

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ISBN: 1885-477X YOUKALI, 13 página 78 MISCELÁNEA<br />

ción que va <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Spinoza a Deleuze y Guatari, pasando<br />

por Wilhelm Reich, se sorpren<strong>de</strong>n, no <strong>de</strong> que<br />

los explotados se rebelen, sino <strong>de</strong> que no lo hagan,<br />

<strong>de</strong> que “<strong>de</strong>fiendan su servidumbre con tanta obstinación<br />

como si fuese su salvación”.<br />

Tanto como Bartleby, Michael K. el protagonista<br />

<strong>de</strong> la novela <strong>de</strong> Coetzee Vida y época <strong>de</strong> Michael K. 6 ,<br />

representa para Hardt y Negri una negativa absoluta<br />

a someterse a la autoridad, a todo tipo <strong>de</strong> servidumbre<br />

voluntaria. Si bien, a diferencia <strong>de</strong> Bartleby,<br />

que siempre permanece inmóvil en su absoluta pasividad,<br />

Michael K. está siempre en movimiento,<br />

sorteando todo tipo <strong>de</strong> límites, barreras y controles.<br />

“Las barreras no solo <strong>de</strong>tienen el movimiento, parecen<br />

<strong>de</strong>tener la vida, y es por ello que él <strong>las</strong> rechaza<br />

absolutamente, para po<strong>de</strong>r mantener su propia vida<br />

en movimiento”. Por paradójico que resulte, para<br />

mantenerse vivo, Michael K. se pone al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la<br />

muerte. Su pobreza es tan extrema que solo come raíces<br />

y parece un cadáver ambulante.<br />

Hardt y Negri sugieren que si la resistencia a la<br />

autoridad en la era disciplinaria –véase Foucault–<br />

estaba representada por el sabotaje –sobre todo realizado<br />

por el proletariado industrial–, en la era actual<br />

<strong>de</strong>l control social a todos los niveles, está representada<br />

por la <strong>de</strong>serción. Y la <strong>de</strong>serción implica éxodo<br />

y nomadismo, consi<strong>de</strong>rados como una potente<br />

forma <strong>de</strong> la lucha <strong>de</strong> c<strong>las</strong>es en la sociedad posmo<strong>de</strong>rna<br />

actual. El aspecto negativo <strong>de</strong> estos fenómenos<br />

es la huida <strong>de</strong> <strong>las</strong> miserables condiciones culturales<br />

y materiales; el positivo es “la riqueza <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo<br />

y la acumulación <strong>de</strong> capacida<strong>de</strong>s expresivas y<br />

productivas” generadas por los procesos <strong>de</strong> globalización.<br />

¿Pue<strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntificarse esta horda nómada con<br />

los nuevos bárbaros cuya llegada auguraba<br />

Nietzsche?<br />

“El nuevo bárbaro no ve nada permanente (…),<br />

ve caminos por todas p<strong>artes</strong>”. Pero no se trata solo<br />

<strong>de</strong> un éxodo geográfico, sino también <strong>de</strong> un éxodo<br />

antropológico, representado por todo tipo <strong>de</strong> mutaciones<br />

e hibridaciones corporales. Una mutación<br />

mucho más radical que todo lo imaginado por la ficción<br />

ciberpunk y sugerido por algunas pelícu<strong>las</strong> <strong>de</strong><br />

David Cronenberg y su concepto <strong>de</strong> la “nueva carne”.<br />

Los piercings y tatuajes que proliferan en nuestra<br />

sociedad son indicios insuficientes <strong>de</strong> la mutación<br />

radical necesaria: “un cuerpo que sea incapaz<br />

<strong>de</strong> adaptarse a la vida familiar, a la disciplina <strong>de</strong> la<br />

fábrica, a <strong>las</strong> regulaciones <strong>de</strong> la vida sexual tradicional,<br />

etcétera. (Si uno comprueba que rehúsa todos<br />

6.- J.M. Coetzee, Vida y época <strong>de</strong> Michael K, Random House Mondadori, Barcelona, 2006.<br />

7.- Nathaniel Hawthorne, Wakefield y otros cuentos, Alianza Editorial, Madrid, 1985.<br />

8.- Jorge Luis Borges, Inquisiciones, Alianza Emece, Madrid, 1989.<br />

estos modos “normales” <strong>de</strong> vida, no <strong>de</strong>be <strong>de</strong>sesperar,<br />

sino ¡hacer realidad su don!)”.<br />

Por su parte, Deleuze no <strong>de</strong>staca <strong>de</strong> Bartleby su<br />

negativa a someterse a la autoridad, sino su pura pasividad<br />

paciente, su naturaleza angelical y edénica.<br />

Se trata <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> “esos ángeles o esos santos hipocondrios,<br />

casi estúpidos, criaturas <strong>de</strong> inocencia y <strong>de</strong><br />

pureza, afectados <strong>de</strong> <strong>de</strong>bilidad constitutiva, pero<br />

también <strong>de</strong> una extraña belleza, petrificados por naturaleza,<br />

y que prefieren… ninguna voluntad”.<br />

En principio, parece negar a Bartleby cualquier<br />

utilidad social o política. “Si se negara todavía podría<br />

ser reconocido como rebel<strong>de</strong> o sublevado y en<br />

calidad <strong>de</strong> tal seguir <strong>de</strong>sempeñando un papel social”,<br />

pero la formula I prefer not to lo excluye <strong>de</strong><br />

cualquier situación social. Es el hombre sin referencias,<br />

“el que se acuesta en la nieve en invierno para<br />

morir <strong>de</strong> frío, el que no tiene más ocupación que sus<br />

paseos, que podría dar en cualquier lugar, sin moverse<br />

–¡cuánto recuerda esta <strong>de</strong>scripción a Robert<br />

Walser!–. Bartleby es el hombre sin referencias, sin<br />

posesiones, sin bienes, sin cualida<strong>de</strong>s, sin particularida<strong>de</strong>s<br />

(…) Todo el siglo XIX estará impregnado <strong>de</strong><br />

esta búsqueda <strong>de</strong>l hombre sin nombre, (…) el hombre<br />

ap<strong>las</strong>tado y mecanizado <strong>de</strong> <strong>las</strong> gran<strong>de</strong>s metrópolis,<br />

pero <strong>de</strong> quien se espera, tal vez, que salga el<br />

Hombre <strong>de</strong>l futuro o <strong>de</strong> un mundo nuevo. Y <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong> un mismo mesianismo se lo vislumbra ora <strong>de</strong>l lado<br />

<strong>de</strong>l Proletariado, ora <strong>de</strong>l lado americano”. Para<br />

Deleuze, Bartleby representa una extraña esperanza,<br />

más nietzscheana que marxista. Finalmente, su lugar<br />

ya no es otro que la prisión <strong>de</strong> Manhattan, don<strong>de</strong><br />

muere <strong>de</strong> “<strong>de</strong>sobediencia civil”.<br />

Se me permitirá ahora hablar <strong>de</strong> otro “Original”:<br />

Wakefield, el personaje <strong>de</strong> Nathaniel Hawthorne7.<br />

Una persona simple, aunque no tanto como Michael<br />

K.; es trivial, un bromista algo mezquino, pero su acto,<br />

extremo como el <strong>de</strong> Bartleby, lo sitúa en un nuevo<br />

plano, trascien<strong>de</strong> su frívola mezquindad y lo convierte<br />

en un arquetipo, en el “Paria <strong>de</strong>l Universo”.<br />

No es un “alma bella”, al igual que Bartleby y<br />

Michael K., ni siquiera nos recuerda la “bella <strong>de</strong>sdicha”<br />

<strong>de</strong> Robert Walser. En palabras <strong>de</strong> Borges 8 , es:<br />

“un hombre sosegado, tímidamente vanidoso, egoísta,<br />

propenso a misterios pueriles, a guardar secretos<br />

insignificantes; un hombre tibio, <strong>de</strong> gran pereza<br />

imaginativa y mental, pero capaz <strong>de</strong> largas y ociosas<br />

e inconclusas y vagas meditaciones”. Su acto es tan<br />

radical y drástico que lo separa voluntariamente <strong>de</strong><br />

toda la sociedad, <strong>de</strong> toda su vida anterior. “Sin haber

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