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Elon Musk El empresario que anticipa el futuro

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Además, volvió a hacer experimentos por su cuenta en el garaje de una casa que

compartía con media docena de amigos. Compró «un Porsche que estaba hecho

mierda» por mil seiscientos dólares y lo convirtió en un automóvil eléctrico.

Tuvo que diseñar un regulador para el motor, construir un cargador desde cero y

crear el programa informático que lo controlaba todo. El vehículo batió el récord

mundial de aceleración de automóviles eléctricos, al recorrer cuatrocientos

metros en 17,28 segundos. «La lección que saqué era que la parte electrónica

funcionaba de maravilla, y que con un presupuesto limitado podías obtener una

gran aceleración, pero que las baterías daban pena —dice Straubel—. Tenían una

autonomía de menos de cincuenta kilómetros, de modo que descubrí de primera

mano algunas de las limitaciones de los vehículos eléctricos.» A Straubel se le

ocurrió la idea de crear un vehículo híbrido, construyendo un artilugio

alimentado con gasolina que se podía colocar detrás del Porsche y servía para

recargar las baterías. El inventó le sirvió para ir y volver a Los Ángeles, un

trayecto de casi mil trescientos kilómetros.

En 2002, Straubel se había mudado a Los Ángeles. Había obtenido un

máster en Stanford y pasó por un par de empresas en busca de un trabajo que le

interesara. Al final se decidió por Rosen Motors, que había fabricado uno de los

primeros vehículos híbridos del mundo: un automóvil dotado de un volante de

inercia y una turbina de gas, con motores eléctricos para mover el volante.

Cuando la empresa echó el cierre, Straubel siguió al lado de Harold Rosen —un

ingeniero famoso por inventar el satélite geoestacionario— para construir un

avión eléctrico. «Soy piloto y me encanta volar, así que aquello era perfecto para

mí —dice Straubel—. Queríamos que el aparato se mantuviera en el aire durante

dos semanas y sobrevolara un punto específico. Faltaba mucho para que se

inventaran los drones.» Para sobrevivir, Straubel trabajaba por las noches y los

fines de semana como consultor de electrónica en una empresa emergente.

Mientras Straubel se esforzaba al máximo para sacar adelante aquellos

proyectos, sus viejos amigos de Stanford le hicieron una visita. Un grupo de

estrafalarios ingenieros de la universidad llevaba años trabajando en el diseño de

automóviles solares. Los construían en una barraca Quonset de la Segunda

Guerra Mundial, repleta de productos químicos tóxicos e infestada de viudas

negras. Aunque hoy día el mundo universitario respaldaría sin pestañear un

proyecto de esas características, en aquel momento trató de desmantelar aquel

grupo de bichos raros. Los estudiantes demostraron ser capaces de encargarse

del trabajo por su cuenta y competían en carreras de autos solares campo a

través. Straubel había ayudado a construir los vehículos durante su época en la

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