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Elon Musk El empresario que anticipa el futuro

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necesitaban ciertas cosas y aprendió de la experiencia. Además, aún no había

llegado a dominar algunas de las técnicas de gestión por las que acabaría siendo

famoso (fama no siempre buena, hasta cierto punto).

El desarrollo de Musk como director general y experto en cohetes corrió en

paralelo a la maduración como empresa de SpaceX. Al principio de la

trayectoria del Falcon 1, Musk era un enérgico ejecutivo de software que

intentaba aprender algunas cosas básicas de un mundo muy diferente. En Zip2 y

en PayPal se sentía cómodo defendiendo sus posiciones y dirigiendo equipos de

programadores. En SpaceX tuvo que aprender sobre la marcha. Al principio se

apoyó en manuales especializados para reunir el grueso de lo que sabía sobre

cohetes. Pero conforme SpaceX contrataba un genio tras otro, Musk se dio

cuenta de que podía aprovecharlos como fuente de conocimientos. Podía atrapar

a un ingeniero en la fábrica de SpaceX y ponerlo a trabajar a la vez que no

dejaba de interrogarlo sobre cierto tipo de válvula o algún material

especializado. «Al principio creía que me estaba poniendo a prueba para ver si

dominaba mi terreno —cuenta Kevin Brogan, uno de los primeros ingenieros—.

Entonces me di cuenta de que estaba intentando aprender cosas. Te hacía

preguntas hasta que se empapaba del 90 % de lo que tú sabías.» La gente que ha

pasado bastante tiempo con Musk puede dar fe de su capacidad para absorber

información en cantidades increíbles y recordarla casi a la perfección. Es una de

sus habilidades más impresionantes e intimidantes, y parece que sigue

funcionando en el presente igual de bien que cuando era un niño que no paraba

de volcarse libros en el cerebro. Tras un par de años al frente de SpaceX, Musk

se había convertido en un experto aeroespacial a un nivel al que pocos directores

generales de empresas tecnológicas consiguen siquiera acercarse en sus

respectivos campos. «Nos estaba enseñando el valor del tiempo, y nosotros le

estábamos enseñando sobre cohetes», explica Brogan.

En cuanto al tiempo, es posible que nunca haya existido un ejecutivo que

fije objetivos de entrega más agresivos —para productos muy difíciles de

fabricar— que Musk. Tanto sus empleados como el público ven esto como uno

de los aspectos más desagradables de su personalidad. «Elon siempre ha sido

optimista —dice Brogan—. Esa es la forma amable de decirlo. Es capaz de

mentir descaradamente sobre para cuándo necesita que las cosas estén hechas.

Realizará la planificación de tiempo más agresiva imaginable suponiendo que

todo irá bien, y entonces la acelerará suponiendo que todo el mundo puede

esforzarse más.»

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