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Elon Musk El empresario que anticipa el futuro

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Estoy bastante segura de que la NASA nos seleccionará para llevar naves de

aterrizaje y rovers a Marte. En ese caso, la primera misión de SpaceX será

descargar suministros, para que cuando la gente llegue allí tenga un sitio donde

vivir y alimento para comer y material para hacer cosas.»

Charlas así son las que emocionan y asombran a la gente de la industria

aeroespacial, que desde hace mucho tiempo ha estado esperando que llegase

alguna empresa y revolucionase de verdad los viajes espaciales. Los expertos en

aeronáutica señalan que solo veinte años después de que los hermanos Wright

comenzasen sus experimentos el transporte aéreo se había convertido en algo

rutinario. El negocio de los lanzamientos, en cambio, parece haberse congelado.

Hemos estado en la Luna, enviado vehículos de investigación a Marte y

explorado el sistema solar, pero en todos los casos se sigue tratando de proyectos

carísimos de un solo uso. «El coste sigue siendo extraordinariamente alto debido

a un factor: los cohetes», explica Carol Stoker, científica planetaria de la NASA.

Gracias a los contratos de agencias como la NASA con los militares y el

Gobierno, la industria aeroespacial ha trabajado históricamente con presupuestos

enormes y ha intentado construir las máquinas más grandes y fiables que ha

podido. El negocio se ha ajustado a la búsqueda del máximo rendimiento, así

que los contratistas aeroespaciales pueden decir que han cumplido los requisitos.

Esta estrategia tiene sentido si intentas lanzar un satélite militar de mil millones

de dólares para el Gobierno de Estados Unidos y, sencillamente, no te puedes

permitir que la carga se estropee. Pero, en conjunto, es una aproximación que

inhibe la dedicación a otros empeños. Lleva a hinchar los presupuestos y a todo

tipo de excesos, y acaba paralizando la industria espacial comercial.

Quitando a SpaceX, los proveedores de lanzamientos estadounidenses ya no

son competitivos respecto a sus equivalentes en otros países. Tienen capacidades

de lanzamiento limitadas y se puede dudar de su ambición. El principal rival de

SpaceX en el campo de los satélites militares estadounidenses y otras cargas de

gran tamaño es la United Launch Alliance (ULA), una empresa conjunta

formada en 2006 cuando Boeing y Lockheed Martin unieron fuerzas. En aquel

momento, a raíz de esa asociación, se pensó que la administración no tenía

volumen de negocio suficiente para dos empresas, y que combinar el trabajo de

investigación y fabricación de Boeing y Lockheed daría como resultado

lanzamientos más baratos y seguros. ULA se ha apoyado en décadas de trabajo

dedicadas a los vehículos de lanzamiento Delta (Boeing) y Atlas (Lockheed), y

ha enviado con éxito docenas de cohetes, convirtiéndose en un modelo de

fiabilidad. Pero ni la empresa conjunta, ni Boeing, ni Lockheed —compañías

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