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Elon Musk El empresario que anticipa el futuro

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producción del Roadster no sufriera retraso alguno. Atrás quedaron también los

días en que los costes de producción eran objeto de debate. «Elon se puso

furioso y dijo que íbamos a cumplir con aquel estricto programa de reducción de

costes —rememora Popple—. Trabajaríamos los fines de semana y dormiríamos

debajo del escritorio hasta que cumpliéramos los objetivos. Alguien le contestó

que la gente había trabajado al máximo para fabricar el automóvil, y que ahora

necesitaba descansar y pasar más tiempo con la familia. “Va a ver muchísimo a

su familia cuando nos vayamos a pique”, le contestó Elon. Me quedé pasmado,

pero capté el mensaje. Me había criado en un entorno militar y sabía que lo

primero es cumplir con tu tarea.» Los empleados tenían que reunirse los jueves a

las siete de la mañana para actualizar la lista de materiales. Debían saber el

precio de todos los componentes y presentar un plan convincente para

abaratarlos. Si el motor costaba 6.500 dólares a finales de diciembre, Musk

quería que costase 3.800 en abril. Los costes se presentaban y analizaban mes a

mes. «Si empezabas a flaquear, pagabas las consecuencias —afirma Popple—.

Todo el mundo se daba cuenta, y la gente que no estaba a la altura perdía su

trabajo. La cabeza de Elon es como una calculadora. Si introduces un número

erróneo, lo descubre. No se le escapa ni una.» A Popple el estilo de Musk le

parecía agresivo, pero apreciaba su capacidad para escuchar un argumento bien

planteado y para cambiar de opinión si se le daban buenas razones. «A algunos

les parece demasiado duro, feroz y tiránico —dice Popple—. Pero eran tiempos

difíciles, y las personas más cercanas a la realidad productiva de la empresa lo

sabíamos. Me gustaba que no dorase la píldora.»

En el frente del marketing, Musk hacía búsquedas diarias en Google

rastreando nuevas historias sobre Tesla. Si encontraba alguna historia negativa,

ordenaba a alguien que «lo arreglara», pese a que el departamento de relaciones

públicas no podía hacer gran cosa para disuadir a los reporteros. Un empleado se

perdió un acto para asistir al nacimiento de su hijo. Musk le envió un correo en

el que le decía: «No hay excusas. Estoy muy decepcionado. Decide cuáles son

tus prioridades. Estamos cambiando el mundo y la historia. O te comprometes o

no te comprometes». 6

Se despidió a los empleados del departamento de marketing que cometían

faltas de ortografía en los correos electrónicos y a toda la gente que no había

logrado nada «extraordinario» en los últimos tiempos. «A veces puede ser muy

intimidante, pero él no se da cuenta —dice un antiguo ejecutivo de la empresa

—. Antes de las reuniones hacíamos apuestas sobre quién sería el objeto de su

cólera. Si le decías que habías adoptado determinada opción porque era “la

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