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Elon Musk El empresario que anticipa el futuro

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internet. Aquel cambio de actitud y de pensamiento no tardó en resultar evidente

para sus amigos, incluido un grupo de ejecutivos de PayPal que se había reunido

en Los Ángeles durante un fin de semana para celebrar el éxito de la empresa.

«Nos habíamos juntado en una cabaña del Hard Rock Café, y Elon estaba allí

leyendo un críptico manual de cohetes soviético, de aspecto enmohecido y con

toda la pinta de haber salido de eBay —recuerda Kevin Hartz, uno de los

primeros inversores de PayPal—. Musk lo estudiaba y hablaba abiertamente de

viajar al espacio y cambiar el mundo.»

Musk había elegido Los Ángeles a propósito. Le daba acceso al espacio o,

como mínimo, a la industria espacial. Las temperaturas suaves y estables del sur

de California la habían convertido en una de las ciudades favoritas de la

industria aeronáutica desde la década de 1920, cuando la Lockheed Aircraft

Company se instaló en Hollywood. Howard Hughes, las Fuerzas Aéreas de

Estados Unidos, la NASA, Boeing y muchas otras personas y organizaciones han

elegido Los Ángeles y sus alrededores como sede de un gran número de fábricas

y experimentos de tecnología punta. En la actualidad, la ciudad continúa siendo

uno de los grandes centros de la aeronáutica militar y comercial. Aunque Musk

no sabía exactamente lo que quería hacer en el espacio, se daba cuenta de que

por el mero hecho de residir en Los Ángeles estaría rodeado por los mayores

especialistas en aeronáutica del planeta. Ellos podrían ayudarlo a pulir sus ideas,

y habría un gran número de aspirantes a unirse a su próximo proyecto.

Las primeras interacciones de Musk con la comunidad aeronáutica tuvieron

lugar con una ecléctica colección de entusiastas del espacio: los miembros de

una organización sin ánimo de lucro denominada Mars Society. Dedicada a la

exploración y colonización del Planeta Rojo, la Mars Society organizó a

mediados de 2001 un acto para recaudar fondos. A quinientos dólares por

cubierto, la reunión se celebraría en la casa de uno de los miembros acomodados

del grupo, y las invitaciones a los asistentes habituales a aquella clase de actos se

enviaron por correo. Lo que dejó estupefacto a Robert Zubrin, el jefe del grupo,

fue la respuesta de alguien llamado Elon Musk, a quien nadie recordaba haber

invitado. «Nos entregó un cheque de cinco mil dólares —recuerda Zubrin—. Eso

hizo que no pasara desapercibido.» Zubrin buscó información sobre Musk,

descubrió que era rico y lo invitó a tomar un café antes de la cena. «Quería

asegurarme de que estaba al corriente de los proyectos que teníamos en marcha»,

afirma Zubrin. Empezó a agasajar a Musk hablándole sobre el centro de

investigación que la sociedad había construido en el Ártico para imitar las

condiciones ambientales extremas de Marte, y sobre los experimentos que

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