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Elon Musk El empresario que anticipa el futuro

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llevaban a cabo en relación con un proyecto denominado Misión Transvida,

donde una cápsula giratoria pilotada por una tripulación de ratones orbitaría

alrededor de la Tierra. «Giraría para crear un tercio de la gravedad de la Tierra

—la existente en Marte—, y vivirían y se reproducirían en ella», le dijo Zubrin a

Musk.

A la hora de la cena, Zubrin colocó a Musk en la mesa VIP, donde lo

acompañaban el director de cine James Cameron y Carol Stoker, una científica

planetaria de la NASA profundamente interesada en Marte. «Elon tiene un

aspecto juvenil, y en aquel momento parecía un niño pequeño —recuerda Stoker

—. Cameron intentaba camelarlo para que invirtiera en su próxima película, y

Zubrin trataba de obtener una gran donación para la Mars Society.» Por su parte,

Musk quería recabar ideas y contactos. El marido de Stoker era un ingeniero

aeroespacial de la NASA que trabajaba en un aeroplano que sobrevolaría Marte

en busca de agua. A Musk le encantó la idea. «Era mucho más interesante que

otros millonarios —dice Zubrin—. No sabía demasiado sobre el espacio, pero

tenía una mentalidad científica. Quería saber exactamente qué se estaba

planeando en relación con Marte y qué importancia tendría.» Musk ingresó de

inmediato en la Mars Society y se unió a su junta directiva. Además donó cien

mil dólares para construir una estación de investigación en el desierto.

Los amigos de Musk no sabían exactamente qué pensar sobre su estado

mental. Había perdido mucho peso en su lucha contra la malaria y estaba casi en

los huesos. En cuanto le daban pie, se ponía a hablar de su deseo de hacer algo

valioso con su vida, algo que perdurase. Su siguiente proyecto tendría que ver

con la energía solar o con el espacio. «Decía que lo lógico era que la energía

solar fuese lo primero, pero que no tenía la menor idea de cómo ganar dinero con

ella —rememora George Zachary, inversor y amigo íntimo de Musk, hablando

de un almuerzo que celebraron en aquella época—. A continuación empezó a

hablar sobre el espacio, y yo pensaba que se refería a un espacio de oficinas, a un

inmueble.» Los proyectos de Musk eran más ambiciosos que los de la Mars

Society. En lugar de poner unos ratones en órbita en la Tierra, Musk quería

enviarlos a Marte. Según algunos cálculos someros realizados en aquel

momento, el viaje costaría quince millones de dólares. «Me preguntó si pensaba

que aquello era una locura —relata Zachary—. Y yo le pregunté si los ratones

volverían a la Tierra, porque, en el caso de que no fuera así, mucha gente

pensaría que, en efecto, aquello era una locura.» Al final, los ratones no solo

irían a Marte y volverían, sino que procrearían en el transcurso de un viaje de

varios meses de duración. Jeff Skoll, otro de los amigos de Musk que ganó una

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