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Elon Musk El empresario que anticipa el futuro

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respaldo de un inversor de capital riesgo —dice Tarpenning—. Pero en Detroit

era todo así. Recibíamos cajas de FedEx y ni siquiera eran capaces de decidir

quién tenía que firmar el pedido.»

Según los ingenieros, Eberhard tomaba decisiones rápidas y tajantes

durante aquellos primeros años. Tesla rara vez se quedó estancada analizando

una situación durante un tiempo excesivo. La empresa escogía un plan de ataque,

y cuando algo fallaba, probaba rápidamente un nuevo enfoque. Lo que comenzó

a retrasar el Roadster fueron muchos de los cambios exigidos por Musk. En su

empeño de que el automóvil fuese más cómodo, pidió modificaciones en los

asientos y las puertas. Exigió que la carrocería fuera de fibra de carbono, y

defendió la instalación de sensores electrónicos en las puertas para que el

Roadster se pudiera abrir sin tirar de una manilla. Eberhard se quejaba de que

aquellas peticiones ralentizaban a la empresa, una opinión que compartían

muchos ingenieros. «A veces, las exigencias de Elon parecían francamente

excesivas —dice Berdichevsky—. La empresa en su conjunto sentía simpatía

por Martin. Siempre estaba allí y nos parecía que, con él, el automóvil saldría

antes al mercado.»

A mediados de 2007, Tesla contaba ya con 260 empleados y parecía capaz

de todo. Había creado a partir de cero el automóvil eléctrico más hermoso y

rápido de la historia. Solo le faltaba fabricarlo en serie, pero ese paso estuvo a

punto de llevarla a la quiebra.

El error más grave de los ejecutivos de Tesla en aquel entonces tuvo que ver

con las hipótesis de trabajo sobre el sistema de transmisión del Roadster. El

objetivo había sido siempre pasar de cero a cien kilómetros lo más rápido

posible, con la esperanza de que la velocidad llamara la atención y estimulara a

los posibles clientes. Para ello, los ingenieros habían decidido que la transmisión

—el mecanismo que traslada la potencia del motor a las ruedas— fuera de dos

velocidades. Con la primera marcha, el automóvil pasaría de cero a cien

kilómetros en menos de cuatro segundos; con la segunda alcanzaría los 210

kilómetros. Para fabricar la transmisión, Tesla contrató los servicios de Xtrac,

una compañía británica especializada, y tenían todos los motivos para creer que

aquel sería uno de los pasos menos conflictivos del proceso. «Las transmisiones

se remontan a los tiempos en que Robert Fulton construyó la máquina de vapor

—afirma Bill Currie, 4 un veterano ingeniero de Silicon Valley y el empleado

número 86 de Tesla—. Pensamos que bastaba con encargarla. Pero la primera

que nos llegó se rompió a los cuarenta segundos.» Como la transmisión inicial

no podía manejar el gran salto de la primera a la segunda marcha, se desató el

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