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Elon Musk El empresario que anticipa el futuro

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aparato. La pareja superó aquella marca en 1954, cuando realizó un viaje de

48.000 kilómetros a Australia. Los periódicos informaron de la hazaña de los

Haldeman, los únicos particulares, según todos los registros, que han volado

desde África hasta Australia en un monomotor. 4

Cuando no estaban de viaje, los Haldeman organizaban grandes

expediciones de un mes a la sabana en busca de la Ciudad Perdida del desierto

de Kalahari, una supuesta urbe abandonada de África meridional. Una foto de

familia muestra a los cinco niños en torno a una gran olla de metal calentándose

en las brasas de una fogata. Sentados en sillas plegables, con las piernas

cruzadas y leyendo libros, parecen estar a sus anchas. Detrás de ellos se ve el

Bellanca de color rojo rubí, una tienda de campaña y un automóvil. La

tranquilidad de la escena no hace justicia a lo peligrosos que eran aquellos

viajes. En cierta ocasión, la camioneta de la familia chocó contra el tocón de un

árbol y empotró el parachoques contra el radiador. Atascado en medio de la

nada, sin medios para comunicarse con nadie, Joshua trabajó durante tres días

para arreglar el vehículo mientras los demás cazaban para comer. Las hienas y

los leopardos solían circundar la fogata nocturna, y una mañana, la familia se

despertó con un león a un metro de distancia de su mesa. Joshua echó mano del

primer objeto que encontró —una lámpara—, lo agitó y le gritó al león que se

marchara. El animal obedeció. 5

El enfoque educativo de los Haldeman era bastante relajado, algo que se

extendería a las siguientes generaciones y de lo que se beneficiaría el propio

Musk. Jamás los castigaban: según Joshua, estaban perfectamente capacitados

para saber cómo debían comportarse. Cuando papá y mamá emprendían uno de

sus extraordinarios viajes aéreos, los niños se quedaban solos en casa. Scott

Haldeman no recuerda que su padre pisara su colegio ni una sola vez, a pesar de

que su hijo era capitán del equipo de rugby y representante de los alumnos.

«Para él, aquello no tenía nada de extraordinario —dice Scott Haldeman—.

Sentíamos que todo estaba a nuestro alcance. Bastaba con tomar una decisión y

llevarla a cabo. En ese sentido, mi padre estaría muy orgulloso de Elon.»

Haldeman murió en 1974, a los setenta y dos años. Había estado haciendo

prácticas de aterrizajes con su avioneta y no vio un cable conectado a un par de

postes. El alambre se enganchó en las ruedas del avión y lo volteó, y Haldeman

se rompió el cuello. Cuando ocurrió, Elon era un niño pequeño. A lo largo de su

infancia escuchó muchos relatos sobre las hazañas de su abuelo y vio

innumerables diapositivas de sus viajes y excursiones por la selva. «Mi abuela

nos contaba todas aquellas historias en las que habían estado a punto de morir —

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