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Elon Musk El empresario que anticipa el futuro

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vio que desarrollar un cohete capaz de poner en órbita grandes satélites iba a

costarle trescientos millones de dólares, echó el cerrojo y dejó tras sí un gran

número de infraestructuras que serían útiles para SpaceX, incluido un trípode de

hormigón de tres tramos tan grande como el tronco de una secuoya», escribe el

periodista Michael Belfiore en Rocketeers, un libro centrado en el ascenso de

varias compañías aeroespaciales privadas.

Jeremy Hollman era uno de los jóvenes ingenieros que al cabo de poco

tiempo se encontró viviendo en Texas y adaptando la zona de pruebas a las

necesidades de SpaceX. Hollman era el ejemplo perfecto de la clase de fichajes

que buscaba Musk. Tenía el grado de ingeniería aeroespacial por la Universidad

Estatal de Iowa y el máster de ingeniería astronáutica por la Universidad del Sur

de California, y había pasado un par de años trabajando como ingeniero de

pruebas de aviones a reacción, cohetes y astronaves en Boeing. 6

Su trabajo para Boeing no lo había llenado precisamente de entusiasmo por

las aventuras aeroespaciales. Había empezado a trabajar el mismo día en que

Boeing había completado su fusión con McDonnell Douglas. La gigantesca

empresa resultante, concebida para atender los encargos del Gobierno de Estados

Unidos, organizó un picnic para animar a los empleados, pero acabó fracasando

incluso en aquel sencillo ejercicio. «El jefe de uno de los departamentos

pronunció un discurso en el que nos alentaba a ser una sola empresa con un

proyecto común, y a continuación añadió que deberíamos ajustarnos a un

presupuesto limitado —recuerda Hollman—. Así que nos dijo que no

comiéramos más de un trozo de pollo por cabeza.» Las cosas no mejoraron con

el tiempo. Todos los proyectos de Boeing eran gigantescos, complicados y

onerosos. Así que cuando Musk se presentó ofreciendo un cambio radical,

Hollman aceptó de inmediato. «Pensé que era una oportunidad que no podía

dejar escapar», afirma. A sus veintitrés años, Hollman era un hombre joven,

soltero y dispuesto a renunciar a cualquier atisbo de vida personal con tal de

trabajar incansablemente para SpaceX. Se convirtió en el lugarteniente de

Mueller.

Mueller había diseñado por ordenador un par de modelos tridimensionales

de los dos motores que quería construir. Merlín sería el motor para la primera

fase del Falcon 1, el que lo haría despegar, y Kestrel, un motor más pequeño,

impulsaría la segunda fase del cohete y lo guiaría hasta el espacio. Hollman y

Mueller determinaron juntos las partes de los motores que fabricarían en la

empresa y las partes que convendría tratar de comprar. Para conseguir estas

últimas, Hollman se dirigió a varios talleres para preguntar presupuestos y fechas

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