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Elon Musk El empresario que anticipa el futuro

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cambio, necesitaba y quería ayuda. Permitió que Holzhausen y su equipo de Los

Ángeles dejaran su huella en cada automóvil de la cadena de montaje

norteamericana y que crearan una serie de prototipos que reestructuraron la

forma en que la empresa enfocaba el diseño. En palabras de Holzhausen:

«Devolvimos el zum zum al aspecto y las sensaciones que despertaba el

automóvil».

El diseñador puso en marcha un proyecto para que los autos Mazda fueran

más ecológicos, reevaluando los tipos de materiales empleados para fabricar los

asientos y el combustible usado por los vehículos. De hecho, acababa de crear un

prototipo de automóvil impulsado por etanol cuando, a principios de 2008, un

amigo le dijo que Tesla necesitaba un jefe de diseño. Después de jugar durante

un mes al tú la llevas telefónico con la asistente de Musk, Mary Beth Brown,

para preguntar por el puesto, Holzhausen consiguió por fin ponerse en contacto y

entrevistarse con Musk en las oficinas de SpaceX.

Musk se dio cuenta de inmediato de que Holzhausen, con su ropa suelta y a

la moda y su actitud despreocupada, era un espíritu libre que sería un valioso

complemento creativo, y se puso a cortejarlo con energía. Dieron una vuelta por

la fábrica de SpaceX en Hawthorne y las oficinas de Tesla en Silicon Valley. Las

dos sedes eran caóticas y apestaban a empresa emergente. Musk desplegó todo

su encanto e instiló en Holzhausen la idea de que tenía la oportunidad de dar

forma al futuro del automóvil, y de que nada tenía de insensato abandonar su

acomodado empleo en una firma automovilística de peso y aprovechar aquella

oportunidad, pues era de las que se presentaban solo una vez en la vida. «Elon y

yo fuimos a dar una vuelta en el Roadster, y nadie nos quitaba la vista de encima

—recuerda Holzhausen—. Yo sabía que podía quedarme en Mazda diez años

más y tener el futuro asegurado o lanzarme a la aventura. En Tesla no había

historia ni bagaje previo. Solo tenía una visión que podía cambiar el mundo.

¿Quién no querría participar en un proyecto como aquel?»

Aunque Holzhausen conocía el riesgo de marcharse a una empresa

emergente, no tenía ni idea de lo cerca de la bancarrota que estaba Tesla cuando

entró en la compañía en agosto de 2008. Musk lo había impulsado a dejar un

empleo seguro para arrojarse a las fauces de la muerte. Pero, en muchos

sentidos, eso era lo que Holzhausen buscaba en aquella etapa de su carrera. Tesla

no era tanto una empresa automovilística como un grupo de personas que

jugueteaban con una gran idea. «Me resultaba emocionante —rememora—. Era

como un experimento en el garaje, y hacía que los automóviles volvieran a

molar.» Los trajeados habían desaparecido, así como los obreros veteranos

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