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Elon Musk El empresario que anticipa el futuro

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de lo que los visitantes descubren cuando cruzan un par de puertas dobles y

entran en el corazón industrial de la empresa.

La fábrica, con una superficie de cincuenta mil metros cuadrados, es difícil

de asimilar a primera vista. Es un único espacio continuo de suelos grisáceos

encolados con epoxi, paredes y columnas de soporte blancas, en el que se ha

apilado material suficiente —gente, máquinas, ruido— para poblar una pequeña

ciudad. Justo ante la entrada cuelga del techo una de las cápsulas Dragon que ha

viajado a la Estación Espacial Internacional y ha regresado a la Tierra; en ella se

pueden apreciar una serie de marcas negras, causadas por las quemaduras de

fricción. En el suelo, justo bajo la cápsula, hay un par de las patas de aterrizaje

de siete metros y medio construidas por SpaceX para que los Falcon se posen

suavemente tras el vuelo y se puedan reutilizar. A la izquierda de la entrada hay

una cocina, y a la derecha está la sala de control de misión. Es una sala cerrada

con amplios ventanales de cristal y revestida de pantallas murales donde se sigue

el progreso del cohete. Tiene cuatro filas de mesas con unos diez ordenadores en

cada una, ante las que se sienta el personal encargado de controlar las

operaciones. Al entrar un poco más en la fábrica se ve una serie de zonas

destinadas al trabajo industrial, separadas entre sí de forma laxa; en algunos

lugares hay líneas azules en el suelo para delimitarlas, mientras que en otros se

han dispuesto banquetas de color azul que forman cuadrados para circunscribir

el espacio de trabajo. No es difícil ver algunos de los motores Merlín alzados en

medio de una de esas zonas, mientras media docena de técnicos cablean y

ajustan sus diferentes piezas.

Justo detrás de las áreas de trabajo hay una zona cuadrada cerrada por

paneles de vidrio, lo bastante grande para que quepan en ella dos cápsulas

Dragon. Se trata de una «sala limpia» donde los operarios deben llevar batas de

laboratorio y redecillas en el pelo para trabajar con las cápsulas sin

contaminarlas. A unos doce metros a la izquierda, varios cohetes Falcon 9 yacen

horizontalmente unos junto a otros, ya pintados y esperando que se los lleven.

En medio de todo esto se encajan algunas áreas con paredes azules y cubiertas

por lo que parecen lonas. Son las zonas top-secret donde SpaceX puede estar

trabajando en un traje de astronauta imaginativo o en algún elemento de los

cohetes que debe permanecer oculto a las miradas de los visitantes y los

empleados que no participan en el proyecto. En un lateral hay una gran zona en

la que la empresa fabrica todos los elementos electrónicos, otra zona para crear

materiales de aleaciones especiales, y otra para construir los carenados del

tamaño de autobuses donde se alojan los satélites. Por la fábrica circulan

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