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Elon Musk El empresario que anticipa el futuro

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RATONES EN EL ESPACIO

Elon Musk cumplió los treinta en junio de 2001, y el acontecimiento caló hondo

en él. «Ya no soy un niño prodigio», le dijo a Justine medio en broma. Aquel

mismo mes, X.com cambió oficialmente su nombre a PayPal, un duro

recordatorio de que le habían quitado la compañía de las manos y ahora la

dirigían otros. La vida en una empresa emergente, que Musk ha comparado con

«comer cristales y clavar la mirada en el abismo», 1 había empezado a cansarlo,

al igual que Silicon Valley. Era como habitar en una feria de muestras en la que

todo el mundo trabajaba en la industria tecnológica y no paraba de hablar sobre

conseguir inversores, salir a bolsa y ganar dinero a espuertas. A la gente le

gustaba alardear de la cantidad de horas que trabajaba, y Justine se reía al oírlos,

consciente de que Musk había vivido una versión más extrema de aquel estilo de

vida de lo que se podían imaginar. «Tenía amigas que se quejaban de que su

marido volviera a casa a las siete o a las ocho —recuerda—. Elon volvía a las

once y seguía trabajando. No todo el mundo entendía los sacrificios que hizo

para llegar donde había llegado.»

La idea de huir de aquella carrera de locos increíblemente lucrativa empezó

a resultarle cada vez más atractiva. Musk se había pasado toda la vida

persiguiendo objetivos cada vez más elevados, y Palo Alto parecía más un

trampolín que un destino final. La pareja decidió mudarse al sur, tener hijos y

empezar en Los Ángeles el siguiente episodio de su vida.

«Hay una parte de él a la que le gusta el estilo, la vitalidad y el colorido de

un lugar como Los Ángeles —dice Justine—. A Elon le gusta estar donde está la

acción.» Unos pocos amigos suyos que albergaban sentimientos similares se

trasladaron también a Los Ángeles, y allí vivieron lo que serían un par de años

salvajes.

No solo atraía a Musk el oropel y el esplendor de Los Ángeles. También

estaba la llamada del espacio. Después de que lo expulsaran de PayPal, Musk

empezó a recuperar las fantasías de su infancia sobre cohetes y viajes espaciales,

y a pensar que podría aspirar a algo más elevado que crear servicios para

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