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Elon Musk El empresario que anticipa el futuro

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Eberhard intentó salir de aquel aprieto. Asistió a una charla en la que John

Doerr, famoso inversor de capital riesgo que había apostado fuerte por las

empresas de tecnología limpia, dijo que iba a dedicar su tiempo y su dinero a

tratar de salvar a la Tierra del calentamiento global porque se lo debía a sus

hijos. Eberhard volvió de inmediato al edificio de Tesla y pronunció un discurso

similar ante unas cien personas. Proyectó una foto de su hija sobre la pared del

taller central y les preguntó a los ingenieros por qué había puesto aquella foto.

Uno de ellos contestó que era porque la gente como su hija conduciría el

automóvil. «No —respondió Eberhard—. Estamos construyendo este vehículo

porque, cuando ella pueda conducir, los autos no tendrán nada que ver con los de

hoy, lo mismo que vosotros no pensáis que un teléfono sea un aparato que tiene

un cable y está colgado en la pared. Tenemos el futuro en nuestras manos.» A

continuación, Eberhard dio las gracias a algunos de los ingenieros más

importantes para la empresa y reconoció sus esfuerzos. Muchos de ellos se

habían pasado innumerables noches en vela y las palabras de Eberhard fueron

como un bálsamo. «Estábamos exhaustos —recuerda David Vespremi,

exportavoz de Tesla—. Luego llegó aquel sentido discurso en que se nos recordó

que la construcción del Roadster no tenía que ver con salir a bolsa o con

venderlo a un montón de ricachones, sino con transformar la idea de lo que era

un automóvil.»

Sin embargo, todo aquello no bastó para superar el sentimiento que

compartían muchos ingenieros de Tesla de que Eberhard lo había dado ya todo

de sí como director general. Los veteranos de la empresa siempre habían

admirado sus dotes para la ingeniería y no dejaron de hacerlo. De hecho,

Eberhard había convertido a Tesla en un santuario ingenieril. Lamentablemente,

otros departamentos de la empresa no habían estado bien atendidos, y la

capacidad de Eberhard para que la compañía pasara a la fase de producción

despertaba dudas. El disparatado coste del automóvil, los problemas con la

transmisión y la ineficacia de los proveedores estaban paralizando Tesla. Y,

cuando la empresa comenzó a incumplir las fechas de entrega, muchos de sus

entusiastas clientes, que habían desembolsado grandes sumas de dinero, se

volvieron en su contra. «La señal de advertencia estaba clara —afirma Lyons—.

Poner en pie una empresa no es lo mismo que dirigirla a largo plazo. Pero

cuando se da una situación así, las cosas se ponen feas.»

Eberhard y Musk se habían enfrentado durante años por algunos aspectos

del diseño. Por lo demás, se llevaban bastante bien. A ninguno le gustaban las

tonterías. E indudablemente compartían muchas ideas sobre la tecnología de las

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