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Elon Musk El empresario que anticipa el futuro

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cerebral —escribió Justine en su artículo para Marie Claire—. Estuvo tres días

conectado a máquinas de soporte vital en un hospital de Orange County antes de

que tomáramos la decisión de desconectarlo. Lo sostuve entre mis brazos cuando

murió. Elon dejó claro que no quería hablar sobre su muerte. No lo comprendí,

igual que él no comprendió por qué yo lo lloraba abiertamente, una actitud que

le parecía “manipulación emocional”. Al final enterré mis sentimientos e hice

frente a su desaparición acudiendo a una clínica de fecundación in vitro al cabo

de menos de dos meses. Queríamos tener otro niño lo más pronto posible.

Durante los siguientes cinco años, di a luz primero a gemelos y después a

trillizos.» Más adelante, Justine atribuiría la reacción de Musk a un mecanismo

de defensa que había desarrollado de niño. «No encaja bien los malos momentos

—declaró a la revista Esquire—. Siempre mira hacia delante por puro instinto de

supervivencia.»

Musk se sinceró con algunos amigos íntimos, a los que manifestó su

profunda tristeza. Pero el diagnóstico de Justine era fundamentalmente atinado.

Para Musk carecía de sentido lamentarse en público. «Hablar sobre ello me

ponía muy triste —recuerda Musk—. No sé por qué hay que hablar de cosas tan

penosas. No hace ningún bien de cara al futuro. Si tienes otros niños y

obligaciones, revolcarte en la tristeza no es bueno para los que te rodean. No sé

lo que hay que hacer en esas situaciones.»

Después de la muerte de Nevada, Musk se dedicó en cuerpo y alma a

SpaceX y amplió rápidamente los objetivos de la empresa. Sus conversaciones

para contratar los servicios de otras empresas aeroespaciales no dieron los frutos

esperados. Todas cobraban mucho y trabajaban con lentitud. El plan de

ensamblar componentes fabricados por esas compañías dio paso a la decisión de

fabricarlas directamente en SpaceX. «Aunque contemos con la experiencia de

otros proyectos de lanzaderas, desde el Apolo hasta el X-34/Fastrac, SpaceX va

a desarrollar con sus propios medios todo el cohete Falcon desde cero, incluidos

los motores, la turbobomba, el tanque criogénico y el sistema de teledirección —

anunció la empresa en su página web—. Esta estrategia aumenta las dificultades

y la inversión necesaria en el proyecto, pero es la única manera de abaratar los

costes de viajar al espacio.»

Los ejecutivos a los que Musk contrató formaban un equipo estelar. Mueller

se puso a trabajar de inmediato en la construcción de los dos motores, a los que

dieron el nombre de Merlín y Kestrel, dos tipos de halcones. Chris Thompson,

exmarine que había sido el responsable de la construcción de los cohetes Delta y

Titán en Boeing, era el vicepresidente de gestión de operaciones. Tim Buzza

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